En mi ingenuidad, acaso torpeza, a diferencia de Marx que supo introducir a tiempo “la Dictadura del Proletariado” como instrumento indispensable para la ulterior proclamación del Estado Socialista, en su día vaticiné la irremediable llegada del por mi denominado “Fascismo Democrático” en un artículo donde despejaba la cuestión de qué era preferible: si una mala Democracia o una buena Dictadura; sin prever que dicho régimen político-social no puede aparecer de la noche a la mañana, de no mediar una fase previa de ajustes y reajustes en los valores, arquetipos e idiosincrasia de los pueblos que se encaminan hacia tal modelo organizativo.
La fase en cuestión, por la que ha de transitar toda sociedad civil que desee fervientemente alcanzar el tan añorado Fascismo Democrático, no es otra, que aquella que bautizo como “Totalitarismo Participativo” que suele aflorar en sistemas que fomentan las Mayorías Absolutas en detrimento de la representación de las minorías, al objeto de propiciar la rápida toma de decisiones sin necesidad de que intervengan demasiados consensos ni consultas previas.
El Ser Humano es un animal gregario que precisa en todo momento ser guiado en manada bajo vara para que no se descontrole ni disgregue. Cierto es, que si a un espécimen se le deja libre, de inmediato hace uso de su libertad; Pero bastaría atender a los detalles más allá de los primeros brincos, para adivinar que en su fuero interno, nada aterra más al “mono desnudo”, que saberse dueño de su destino. De ahí, que desde el inicio de la civilización, sea bajo la forma del clan, tribu, jefatura o Estado, la humanidad ha arribado de facto, ajena a pretendidos “Contratos sociales” o “tácitos consentimientos” como el agua de lluvia recorre una ladera hasta empantanarse en las distintas oquedades del terreno llano, a la organización jerárquica por ofrecerle estabilidad, orden, seguridad y sobre todo, claridad en lo que concierne a quién hay que obedecer, en abierto contraste del resto de la fauna, donde es menester medir de continuo las fuerzas entre rivales, ingente ahorro energético, que a la postre nos ha permitido un pormenorizado reparto de tareas entre productores, vigilantes y gobernantes, propiciando el desarrollo artístico, científico, económico y hasta me atrevería a decir que moral y espiritual.
Este es el motivo por el cual, toda doctrina nacida de la especulación que exacerba la fantasía de una autogestión social, de una asociación libre construida de abajo hacia arriba, donde las decisiones se tomen de modo asambleario, los bienes se disfruten en comunidad, la riqueza se distribuya de manera equitativa, bla, bla, bla, está convocada al más estrepitoso fracaso, por no contar con el íntimo beneplácito de nuestros corazones, por más que agrade a nuestra simplona Razón escuchar su discurso, como el niño sabe que los lobos no hablan cuando le leen el cuento de Caperucita Roja y no por ello, prescinde de escuhárselo con agrado de labios de sus papis, antes de irse a dormir.
Los hay que en su atolondramiento, contemplan al Ser Humano como una etérea conciencia atrapada en un cuerpo, imagen de infausta reminiscencia platónica que tanto daño ha hecho, porque de haber en nosotros dos realidades distintas que nos conforman, antes fue el cuerpo que la mente, como en el neonato es antes su hambre que su “Yo”, el calor del pecho materno muy anterior a su Amor, aunque tendida la trampa, se aceptó la realidad del Logos antes que la carne. Pues bien, aunque hoy en día la Sociología y la Psicología han trabajado a destajo para ofrecer al Poder instrumentos adecuados para el eficaz control y certera manipulación de las conciencias, nada hay más efectivo para el gobierno de las masas humanas, que el sometimiento físico de sus cuerpos, pues demostrado está que estos desprovistos de pensamiento, reflexión, ideas, conocimientos, etc, trabajan más y mejor para los fines que socialmente se desee instaurar, mientras las mentes libres – si es que tal cosa existe fuera de la imaginación propiciada por el leguaje – resultan inoperantes sin aquel, pues cuando decimos “mente”, no hablamos siquiera de “cerebro”. En consecuencia, es obligado el envenenamiento colectivo en pequeñas dosis del agua potable por medio de cloro y flúor para el reblandecimiento neuronal de la ciudadanía, de los alimentos básicos por medio de colorantes, edulcorantes, conservantes, etc, para que en la población habite la enfermedad crónica que no les impida trabajar ni consumir como por ejemplo contraer diabetes, tener caries, dolores musculares, etc, pero sí, en cambio, les evite ser plenamente felices e inculcarles hábitos sedentarios como ver la tele para que no disfruten de un cuerpo sano, por si las moscas nos equivocamos respecto al plano mental.
Más como quiera que los cuerpos obedecen a costumbres aprendidas por vía educacional o comportamental, sea entonces, que al objeto de encaminarnos hacia un Fascismo Democrático y Social, la mayoría de la gente adquiera el gusto racional, no solo instintivo, de ir en rebaño ¡todos a una! dirigidos por un Jefe que les conduzca por la senda del sentimiento de pertenencia a un grupo grande y fuerte, bajo un mando enérgico, capaz de las más grandes empresas, que les anime a hablar en plural con orgullo, sin que por ello sean más sujeto de la acción que el sujeto pasivo, para gozar de su libertad, del único modo en que un Homo Sapiens puede disfrutarla con autenticidad y despreocupación, que no es otra, que renunciando a su ejercicio, delegándola ante un superior cuya responsabilidad será precisamente ordenarle dónde, cuándo, cómo y qué ha de hacer para poderle obedecer como le es propio por naturaleza y con ello, desarrollarse integralmente como una persona de provecho para si mismo y para la comunidad sin la cual no es nada.
A tal fin, ya comenté en mi ensayo “Las ocurrencias de un excelente comedor de pizza” que nada hay mejor que fomentar los deportes colectivos, el asociacionismo juvenil, el trabajo en grupo en la escuela…mecanismos todos, encaminados a disminuir la posibilidad del surgimiento accidental de la conciencia individual en seres que están mejor sin ella, a los que, con todo, conviene formar en el relativismo moral, la interculturalidad, el pacifismo, el igualitarismo, el gusto por ir a la moda, que se sientan mal yendo contracorriente, con miedo a tomar decisiones, que les incomode pensar por su cuenta, ayudándoles a apreciar el placer de obedecer o los sinsabores de la rebeldía y resto de directrices insertas en el Currículo Oculto que se imparte en los centros de enseñanza.
De todo ello en su conjunto, obtendremos una sociedad amante de la homogeneidad, contraria a la diferencia, a favor de la Globalización, partidaria del pensamiento único, añorante de la unanimidad, poco amiga del debate que no acabe en conclusiones inequívocas, demandante del rigor legal, del poder unídireccional y del empleo enérgico de la fuerza para restaurar el orden como nunca antes hubiéramos podido prever fuera reclamado de una población hacia sus propios gobernantes.
Una masa así constituida, lejos de sentirse agraviada bajo el dictado de unos pocos déspotas, apreciará con regocijo cómo sus representantes, toman decisiones al margen de su voluntad contra sus intereses, porque, ¡para eso les han elegido! y depositado en ellos toda su confianza, para que les traten como lo que son: puro ganado humano destinado al sacrificio. Y lejos de quejarse, protestar o rebelarse contra la tiranía que les oprime, la aplaudirán a rabiar, pues guste o no guste, es la que ellos libremente, sin remedio, han elegido en forma de Mayoría Absoluta, germen prometedor de este incipiente Totalitarismo Participativo, sin cuya emergencia, nos hallaríamos tan desconsolados como lo están estos días los ciudadanos de Corea del Norte que lloran desesperados la muerte de su líder Kim Jong Il.