Vaya curro marrón, el de los tiralevitas mediáticos de Pedro Sánchez. El argumentario que reciben de Ferraz y Moncloa se les caduca a la velocidad sideral de los cambios de acera de las caderas del presidente del gobierno español. Y, claro, como ocurrió (entre otras decenas de veces) el viernes pasado, se encuentran defendiendo con uñas y dientes la doctrina que ha dejado de ser oficial. Así, al mismo tiempo que en tertulias de radio y televisión se ciscaban, por inútil, insolidaria y mil cosas más, en la propuesta del PP de bajar el IVA del gas, su señorito anunciaba a bombo y platillo en la cadena Ser la inminente rebaja del impuesto. Por fortuna para ellas y ellos, gastan un rostro pétreo y unos principios tan movedizos y caprichosos como los del tipo al que llevan en andas, de modo no les costó ni medio rubor pontificar sobre la pertinencia indudable de la misma medida que denostaban.
Conste que, como aficionado a meter la pata de tanto en tanto, considero muy sana la costumbre de rectificar. Pero, leñe, dentro de un orden y, desde luego, reconociendo el error inicial, que es donde no pillarán a Sánchez, ni a sus ministros, ni a sus palmeros. En su desparpajuda forma de conducirse en la vida, cada decisión y consiguiente contradecisión son exactamente igual de impecables. Claro que la reflexión inmediata es que esto ocurre y seguirá ocurriendo por los siglos de los siglos porque quienes obran así no parecen hacer frente a ninguna consecuencia. Ahí nos encontramos con una cada vez más pobre exigencia de la ciudadanía y, en este caso concreto, de los socios políticos del campeón sideral de los digo-diegos.