Algún día los sindicatos dejarán de enfadarse y no respirar cuando se les apunta, aunque sea con la mejor de las intenciones y en el tono más conciliador, que tal vez, quizá, quién sabe, pudiera ser, a lo mejor… deberían pararse a pensar un poco. Lo sé, pincho en hueso o, peor aun, pongo el dedazo en la madre de todas las llagas dolorosas, sangrantes y purulentas. Ocurre, sin embargo, que no todos somos extremocentristas desorejados que queremos verlos muertos y enterrados en cualquier cuneta de la Historia. Al contrario, algunos (ciertamente, no sé cuántos) de los que nos armamos de valor para garrapatear o balbucear lo que no se puede decir ni nombrar so pena de ir al mismo saco que el malvado enemigo les deseamos larga y combativa vida. Como cualquiera, puedo estar equivocado, pero me da la impresión de que blindarse contra el menor atisbo de autocrítica no es el modo más eficaz de plantar cara a lo que hay enfrente. Y dejo para otro día el concepto enfrente, otro parcial que parecemos tener atravesado.
Me voy a lo reciente. La tercera huelga general en apenas seis meses. ¿Y bien? En realidad, y mal. Ni siquiera regular. Se pueden poner Unai Sordo y Dámaso Casado todo lo animosos que quieran, que nada tapará la indiferencia cruel con la que la jornada atravesó el calendario en la demarcación autonómica de Vasconia. Dos semicorcheas más de incidencia en Navarra, y lo justo para no estallar en llanto en España. ¿No es, como poco, una extraordinaria paradoja que cuando hay más motivos (y son más claros) para protestar, se haga un mundo movilizar al personal?
Sí, hay una respuesta de carril: “es que hay mucho miedo”. Enroquémonos, pues, ahí, y sigamos de fracaso en fracaso hasta la derrota final… si es que no se ha producido ya hace un buen rato. Otra opción, y aquí es donde me brean, es plantearse en serio si a la huelga general no se le ha pasado el arroz. Uy, lo que he dicho.
Si a las huelgas generales se les ha pasado el arroz, posiblemente se les ha pasado el arroz también a todos los derechos laborales y sociales que se consiguieron con ellas. Sigamos ignorando la lucha de clases inherente al neoliberalismo y asumamos nuestro destino de exclavitud al servicio de la troika, asumamos sus salarios de subsistencia, asumamos vivir explotados hasta que la muerte nos jubile, y cuidemonos de no enfermar para no tener que usar una sanidad que podremos pagar. Perdamos el tiempo en buscar las excusas para explicarles a nuestros hijos que esto de luchar por nuestros derechos ya no se lleva, que pasó de moda, que ahora lo que se lleva es sentirse parte del sistema que te explota y que lo de vivir dignamente era un lujo que no nos podíamos permitir, que habíamos disfrutado derechos por encima de nuestras posibilidades.
Las huelgas generales sirven para lo que han servido siempre, para demostrarle a la troika y a su gobierno servil que hay un parte de la población que no esta dispuesta a torcer el brazo, y que frente a las agresiones brutales responderemos con todas nuestras fuerzas. Ojalá tuviéramos sindicatos a la altura de las circunstancias. Ojalá tuvieramos unos conciudadanos a la altura de las circunstancias también. Ojalá esa parte de la población que tiene un sentimiento de clase trabajadora fuese mayoritaria. Pero entre toda esta mierda en la que estamos una huelga general sirve para dignificarse entre toda esta indignidad que nos rodea, sirve para no perder el pulso, sirve para no perder cualquier atisbo de esperanza. Porque tenedlo claro, los derechos no los regalan con la extra de navidad, el día que perdamos nuestra esperanza en la lucha, habremos perdido defintivamente cualquier posibilidad de vivir dignamente, y el de nuestros hijos y sucesivos.
El problema mayor, bajo mi punto de vista, es que los sindicatos no tienen credibilidad. Los sindicatos tb son patronal y aplican EREs y la reforma laboral a sus trabajadores, así que…. nadie quiere perder un día de sueldo por unos soplagaitas que dicen que apoyan a los trabajadores cuando lo que hacen es apoyarse a sí mismos.
Lo que se plantea aquí, creo yo no es la necesidad del sentido de la lucha, que es cada vez mas acuciante, sino la idoneidad (o no) de una huelga general como vehículo principal de esa lucha.
Perdón por el palabro «idoneidad».
Hace ya mucho tiempo que me planteo si un modo de lucha que implique: vale, yo pierdo una jornada de trabajo entera, mas su correspondiente dia de cotización, etc, y el empresaurio pierde, ¿qué?, ¿que la actividad de esa jornada en concreto se acumule a las siguientes, o peor, como las amas de casa que se van de excursión una vez al año y se pasan dos dias antes preparando comida para el marido y los hijos, dejando todo como los chorros del oro para que no se note tanto su ausencia y volviendo a repasar lo que queda atrasado cuando se reincorpora?.
Y los que trabajan para la función pública, peor: todos los que hemos trabajado alguna vez para la administración sabemos que lo que no se hace hoy, se hace al dia siguiente, lo hacemos al dia siguiente o en los sucesivos y tb lo acumulamos al trabajo que ya teníamos planificado.
Creo que tendríamos que hacer autocrítica tod@s y plantearnos si no habria fórmulas mejores y mas efectivas de presionar y los sindicatos tienen también la obligación moral de pensar porque cobran para eso; de echarle imaginación y creatividad y ejercer de «adelantados» con sus camaradas.
Incluso plantearse si el concepto «camaradas» tiene hoy en dia el mismo sentido que en 1917.
Por ahí iba yo, Anliber. No cuestiono ni la necesidad de «pelear» ni la de movilizarse, sino su eficacia hoy.
Es que no hay trabajadores, ese concepto está vacío ya, desde hace mucho hay: ciudadanos, contribuyentes y parados y terroristas (uy! lo que he dicho también!).
Las movilizaciones de la margen izquierda, de los años 80, con los estudiantes al lado..pasó a la historia, !gracias que lo pude vivir!
No hay miedo, hay pereza que es peor, hay indiferencia, hay autismo..nos pueden pisar la cabeza, las entrañas y no diremos nada, a lo más miraremos en el i-phone si nos han sacado una foto.
Lo que no se puede no se puede y además es imposible, !Viva el capitalismo, la burguesía y la pobreza!
Todo junto en una gran hamburguesa, y que nos aproveche, mientras por l acalle vamos apartando panfletos que hablan de cosas raras: socialismo, dignidad y justicia.