Como teníamos pocos frentes abiertos, ahora nos cae encima uno nuevo, y de lo más sugerente para los que nos dedicamos a esto de las especulaciones de todo a cien, digo de las opiniones sesudas y documentadas. ¿Será cierto que el lehendakari se está planteando un adelanto electoral? Si atendemos a sus propias palabras y a las del portavoz del gobierno, Josu Erkoreka, ni sí ni no ni todo lo contrario. Vamos, que pudiera ser. O no. O ya veremos.
Enunciado así, parece un planteamiento inconsistente. Sin embargo, hay argumentos bien sólidos para sostener cada opción. El de carril, que además se apoya en la conocida querencia de Urkullu por pisar firme y evitar sobresaltos, es agotar la legislatura o, como mucho, acortarla en un par de meses. Eso implicaría enfrentarse, entre otros obstáculos, a una nueva negociación presupuestaria allá por el otoño. Y ahí es donde empieza a cobrar sentido la hipótesis del adelanto. Con tres formaciones de oposición que han demostrado suficientemente que por encima de las profundas diferencias ideológicas, están unidas —y hasta uncidas— en el torpedeo de la acción gubernamental por tierra, mar y aire, quizá la salida fuera poner urnas para que cada cual se retratase. Por poco que los resultados se pareciesen a lo que dicen las encuestas y el sentido común, esos comicios librarían al gobierno actual —es lógico pensar que se mantendría el pacto PNV-PSE— de la maldición del triple bloqueo. ¿Y entonces? Pues miren, lo más procedente es repetir la pregunta después del 26 de mayo. Para entonces tendremos resultados contantes y sonantes por partida cuádruple y lo que haya de ser será.