Como era de cajón, el Tribunal Supremo le ha enmendado la plana (o directamente le ha pintado la cara) al Superior de Justicia del País Vasco. Sostienen sus supremas señorías que la aplicación del pasaporte covid en las situaciones para las que lo solicitaba el Gobierno vasco es una medida “idónea, necesaria y proporcional”. Déjenme que sea malo, pero al leer el fallo, me he imaginado esas tres palabras en caracteres amarillos sobre el pantallón de un karaoke. Más concretamente, con la canción Rufino de Luz Casal como banda sonora.
Coñas aparte, también les digo otra cosa: no acabo de ver que sean las instancias judiciales las que tomen decisiones que deberían corresponder a las autoridades sanitarias, siempre basándose en criterios científicos. Mucho mejor si, además, son coherentes con las que se ponen en marcha en nuestro entorno y si se explican a la ciudadanía los motivos de su implantación. Pero como tal cosa es soñar, conformémonos con lo que tenemos. Ahora ya sabemos que este auto del Supremo será la punta de lanza de una nueva declaración de emergencia sanitaria en la CAV. Con 1.200 contagios diarios de media y prácticamente todo el mapa en rojo, no queda otra alternativa. Lo importante es darse prisa en impulsar las nuevas restricciones, por dolorosas que nos resulten, al tiempo que se acomete la vacunación de las franjas de edad todavía no inmunizadas y se refuerza la de la población que recibió las dos primeras dosis. Como complemento imprescindible, debe propagarse el mensaje de que las prisas son pésimas consejeras en la lucha contra el virus.