De un tiempo a esta parte, ha adquirido cierto relieve en Iruña un grafitero que firma con las siglas LKN. Según leo, sus primeras pintadas tenían que ver con Osasuna y su entrenador, Jagoba Arrasate y luego saltó a las cuestiones políticas. Seguramente porque soy un sieso, hasta ahora no he sido capaz de encontrarle la gracia. Pero algo debe de tener el agua cuando la bendicen, porque el artista urbano —así se autodefine— ha conseguido que se refieran a él como “el Banksy navarro” o, con ecos que rozan lo castizo, “el Banksy del pueblo”. Y entre las personas de confianza a las que he consultado, la opinión positiva es casi unánime. Tanto, que incluso hay quien le ha quitado hierro a la obra que ha provocado primero mi indignación y luego estas mismas líneas.
Hablo de una ilustración que apareció el pasado viernes en la antigua estación de autobuses de la capital de la comunidad foral. Se titula “Que se maten ellos” y representa a los presidentes de Rusia y Ucrania frente a frente apuntándose con una pistola y con sendas esvásticas en el brazo. Quizá pretenda pasar por provocación, pero la equiparación del asesino Putin con Zelenski, el líder del pueblo que está siendo objeto del devastador ataque no es solo una injusticia sino que incurre en lo miserable sin matices. Y lo que ya no tiene nombre es pintarlo como nazi comprando la vomitiva propaganda putinesca cuando Zelenski pertence a una familia judía que perdió a media docena de sus miembros en las cámaras de gas de Hitler. Supongo, con todo, que en la raíz de la barbaridad está la ignorancia y las ganas de dar la nota. Los que le bailan el agua deberían hacérselo mirar.
Para todo hace falta un mínimo de inteligencia y la gracia por la gracia…. no tiene ninguna «gracia».
Y si aplicamos esto al tal LKN y a sus pintadas, resulta que él no tiene ese mínimo de inteligencia, y sus pintadas no tienen ninguna gracia.
Y es que protestar contra una guerra, y denunciarla, poniendo al mismo nivel a quien la provoca y a quien la sufre, no tiene ningún sentido, y además su protesta, su denuncia, pierde toda la fuerza y la razon.
Una pena.
En Bilbao anda suelto un fenómeno que hace pintadas con frases del filósofo KrisHnamurti. Empezó el pintamonas con cartelitos en las farolas y ahora disfruta pintarrajeando paredes recién pintadas, como en las inmediaciones de la Basílica de Begoña, recién remozadas. O sea el maestro hablando de paz y el gilipollas de turno ensuciando paredes imbuído por una espiritualidad violenta más propia del cannabis que del corazón.
Quiero decir con esto que los graffiteros y ensuciaparedes gamberros no son referente de nada, sólo manchan. Y en el caso del tal LKN se junta la guarrería con una presunta neutralidad hipócrita y cobarde. Aunque los munipas de ninguna ciudad jamás pillan a ninguno, si se pudiera habría que pagarle un viaje de ida a Kiev para pintar gilipolleces entre las ruinas. a ver cuánto aguanta el valiente.