El común de los mortales censado en la demarcación autonómica ni se ha enterado de la supuesta bronca tremebunda a cuenta de un informe elaborado por una entidad llamada Zedarriak. Como tantas veces, la cosa se ha quedado en titulares pirotécnicos para consumo exclusivo de una parte de la sociedad. Es verdad, una facción muy exclusiva, quizá la élite política y empresarial, pero si vamos a términos de impacto real en quienes depositan sus votos en las urnas, no llegamos ni al nivel del pedete de monja.
Creo que procede anotarlo antes de contarles que el asunto va de una reflexión del arriba mencionado foro de opinión compuesto por personalidades muy relevantes del universo económico, financiero y empresarial del terruño. Se venía a decir, fíjense qué gran novedad, que si se bajaba la guardia, los tres territorios de la CAV corrían el peligro de perder pujanza y competitividad. De hecho, se señalaba que ya había indicadores que apuntaban por ahí y se hacía un llamamiento a ponerse las pilas. Pero en esas llegó el grupo de comunicación que ustedes saben y convirtió la recomendación de no caer en la autocomplacencia en la descripción de una suerte de infierno de Dante. Según la malintencionada lectura, el cacareado modelo vasco mordía el polvo ante el nacionalayusismo de barra libre fiscal. Qué más quería la menguante sucursal local del PP para ponerse a denunciar el apocalipsis y culpar de la catástrofe al lehendakari, mientras algún que otro dirigente de Confebask —las cosas, por su nombre— acariciaba el lomo de un gato y daba pábulo a la versión cuantopeormejorista que, como ya sabemos, fue un puñetero infundio.