Violación, abusos, pornografía infantil y estafa. En total, cuatro tipos penales para diez delitos probados. Eso es lo que lleva en el zurrón el fotógrafo depredador Kote Cabezudo. La sentencia global es de 28 años de cárcel, cuando la fiscalía solicitaba 250 y las acusaciones particulares, más de 2.600. Sin ser muy ducho en Derecho, cabría pensar que es una condena generosa, a la vista de la gravedad de los hechos que se dan por confirmados y de la reincidencia múltiple del fulano. Eso, sin contar, que todos sabemos que el tiempo inicial no se será el de cumplimiento efectivo. Y en cuanto a la parte económica, con 116.000 euros de indemnización a repartir (en diferentes cantidades ridículas en algún caso) entre nueve víctimas, solo puedo manifestar mi más absoluta incomprensión. Se diría que está literalmente barato incurrir en ciertas conductas. Por lo demás, no debemos perder de vista que no se trata de una sentencia firme. Todas las partes, incluido el condenado, parece que tienen la intención de recurrir al Supremo.
Al margen de lo puramente penal, habrá un buen número de cuestiones que quedarán sin aclarar. Por ejemplo, el oscurantismo que rodeó el caso cuando empezamos a tener las primeras informaciones casi con cuentagotas. Más grave que eso, y en cierto modo, como consecuencia de lo anterior, hubo quien aprovechó el caso Cabezudo para desprestigiar gravemente a diferentes personalidades públicas de Donostia. Uno de ellos, Odón Elorza, todavía aguarda que se resuelva la querella por vulneración del derecho al honor que interpuso contra el abogado del fotógrafo depredador.
La justicia es igual para todos. Ja, ja, ja. Ni igual para todos, ni proporcional para los delitos cometidos y juzgados.
Y ahí es donde la Administración de Justicia pierde gran parte de su eficacia, y de su credibilidad. ¿Los Juzgados son sedes para Administrar Justicia, o salas de apuestas donde cada parte hace lo suyo?. Y es que, ¿cómo se entiende eso de que unos pidan 250 años de cárcel, otros 2.600, por unos hechos que quedan probados en el juicio, y la sentencia sea sólo de 28 años?
Al final ¿quien ha salido «ganando» de esa apuesta? Muy claro: el condenado. ¿Y las víctimas? Pues también está claro: ¡las perdedorás¡. Y eso dicen que es la Administración de Justicia. Me lo tendrán que explicar, porque no lo entiendo.
Bueno si, tal vez sea entendible si tenemos en cuenta quién es el condenado y quiénes forman parte de su círculo social y de relaciones.
Y todo esto sin tener en cuenta el coste económico que se ha señalado para compensar a las víctimas. Vamos que le va ha salir baratito al condenado, todo lo que, su conciencia y moral, le han permitido disfrutar con los delitos cometidos. De verdad; ¡que asco!