Ayudado por los inmisericordes calores de las últimas jornadas, llevo prácticamente una semana duchándome con agua fría. Dos veces al día, porque los sudores así lo exigen. Y no sé si les pasa a ustedes, pero la cuestión es que, debajo del chorro, me acuerdo de Putin. ¿Realmente mi pequeño gesto servirá para dificultarle su campaña criminal en Ucrania? Ojalá las cosas fueran así de simples, ¿verdad? Pero no. Aunque fue el vicepresidente de la Comisión Europea, Josep Borrell, el que nos arengó en este sentido, vamos viendo que, en realidad, la vaina funciona casi al revés. Como es el sátrapa del Kremlin el que maneja la espita del gas, el acojono es que nos lo corte del todo. Así, ante la escasez que se avecina, más nos vale ir haciendo economías a la hora de alumbrarnos, refrigerarnos y —cuando vuelva a tocar—, calentarnos. También a la hora de ponernos al volante.
Por lo que me concierne, y dado que soy un tipo disciplinado, estoy dispuesto a asumir lo que se disponga. Solo pido a cambio, de entrada, que me digan exactamente qué tengo que hacer y que me aclaren si es una recomendación o una obligación. Pero que me lo digan pronto, porque estamos en una situación que se parece horrores a las semanas previas a la declaración de estado de alarma por la pandemia. Se dejaba caer que venía una muy gorda, pero no se actuaba. Esta vez, con una pachorra propia de la caricatura hispanistaní, se nos viene a decir que disfrutemos del verano, que a la vuelta nos aguarda la intemerata. Si eso es así, que ya sé que sí, quiero saber sin paños calientes ni medias tintas desde hoy mismo a qué atenerme.
Javier, creo que pides demasiado.
Concreciones, cuáles y cuándo. Y yo añado… ¿para que? Pues son tantas las amenazas, son tantos los peligros que parece que se nos vienen encima, que yo, al menos, tengo mucho lío en la cabeza.
El virus; el Putin, (que es peor que un virus); el cambio climático; la reducción de la superficie de playa que vamos a tener en Euskadi; los incendios forestales; la inflación; etc. etc.
Por lo tanto, si hago una lista de las restricciones que todo esto me impone, y de lo que tengo que hacer para evitar o al menos reducir su magnitud y sus efectos, creo que las 24 horas del día no me dan para ello.
Pero bromas aparte, algo, mucho, si hay que hacer, pues los temas son serios. Pero lo hacemos entre TODOS o no lo hacemos.
Se decidió atar la capacidad energética de Europa a un puñetero dictador genocida. Esto tiene consecuencias.
A estas alturas podríamos estar produciendo más de la mitad de electricidad por medio de renovables, pero entre decisiones políticas y demás (literalmente han comprado a políticos desde empresas de combustibles fósiles, un saludito a Josu Jon) apenas hemos podido cerrar las de carbón… y el asuntillo nuclear. Francia tiene media flota parada, y cuatro de los reactorea que están en marcha, lo están haciendo vertiendo agua a mayor temperatura de la permitida a los ríos.
Por otra parte, con lo horrible que va a ser este invierno, puede tener un reverso positivo, concretamente, que nos dejemos de mandangas y tomemos el toro por los cuernos. Dado que la multiplicación de olas de calor y extremos no parece tener efecto alguno, el subidón del paro y del dolor económico quizá sí funcione
Estamos dando dando por hecho que «alguien sabe algo» y me temo que en todo caso los únicos conocedores del percal son los que se van a enriquecer más aún con las seguras restricciones. Y ésos no sueltan prenda no se les vaya a jorobar el invento. Viene a ser, en otra escala y al revés, lo del calor de estos dias en los que Bilbao por su situación botxera ha sido como una olla a presión con tapa y todo. Quienes desde la responsabilidad de su cargo conocían más o menos la que venía podri´an haber previsto alguna cosita como regar frecuentamente las calles para refrescar el asfalto un poquito, poner más fuentes provisionales, cortar al tráfico zonas con elevada contaminación de PM 2,5 o algo que nos motivara a decir que han tomado alguna medida, escasa pero voluntariosa que facilitara la vida un poquitín nada más. Pues nada de nada. ¡Como para decirnos si vamos a pasar frío este invierno!