A estas alturas del tercer milenio, hay que ser muy lerdo —voluntariamente lerdo, quiero decir— para negar el calentamiento global y sus tremendamente evidentes consecuencias. Incluso para las mentes más escépticas, hace ya mucho tiempo que la cuestión dejó de ser teórica y científica para convertirse en una realidad que nos sale al encuentro cada día. Las temperaturas extremas y los descomunales incendios de estas semanas parecen una prueba más que suficiente. Aún así, siguen quedando tipos cerriles —y, en algunos casos, con representatividad política y/o asiento en tertulias— que no se apean de las letanías habituales: “El monte ha ardido todos los veranos” o “Siempre ha habido olas de calor”, por ejemplo.
Señalado lo anterior, y puesto que lo cortés no quita lo valiente, no puedo dejar de apuntar que vengo observando una utilización tan o más cuñadil del fenómeno. Y también en políticos con y sin responsabilidad institucional y opinateros de postín. Sinceramente, me parece un error combatir un simplismo de brocha gorda con otro del mismo percal. Me explico: el cambio climático existe, ya lo he dicho, pero no puede ser esgrimido a modo de comodín como único culpable de todos los males. Así, a Pedro Sánchez le quedó muy bien el titular “el cambio climático mata”, refiriéndose a la muerte de un brigadista que luchaba contra el fuego en Zamora, pero, si somos honestos, sabemos que el presidente estaba ocultando los otros factores de los salvajes incendios que nos asolan. Que le atañen a él, por cierto. Por ejemplo, el abandono de las poblaciones rurales y las inversiones insuficientes en prevención.
Ahora está todo el mundo hechizado con los bomberos brigadistas y voluntarios, pobrecitos, que hasta les invitan a comer o les regalan lo del súper. Cuando deje de haber incendios no se acordará nadie de ellos, especialmente quienes deben tener sus terrenos y bosques más limpios durante el año y los politiquillos que no consideran necesario gastar dinero en prevención entre Octubre y Mayo. Cuando una provincia se quema algo suyo se quema, señor Mañueco.
España se vacía. Muchos pueblos se quedan sin habitantes. Y muchos bosques comunales se quedan abandonados. Ya nadie limpia bosques ni caminos. Ya nadie recoje leña para el invierno. Y lo que ya no se quema en las casas, se quema los veranos en el bosque. ¿Está esto en el origen de muchos de los incendios forestales que se estan produciendo? Yo creo que si.