Hay ocasiones en las que se cumple el clásico de mi oficio y, efectivamente, el rumor es la antesala de la noticia. Claro que en este caso había muchas posibilidades de acertar. Cuando, casi inmediatamente después de la dimisión de Adriana Lastra como número 2 del PSOE, salió a la palestra el nombre de Patxi López como inminente designado para un cargo importante en el partido, casi todos los que nos dedicamos al menudeo informativo de la política tuvimos claro que ese río que sonaba llevaba agua. No era cuestión de facultades extrasensoriales sino de conocimiento de la bibliografía presentada por el de Coscojales y de su propia personalidad. Desde su rocambolesca elección para sustituir, previo apuñalamiento, a Nicolás Redondo Terreros como secretario general del PSE, entre él y los cargos ha habido un magnetismo digno de estudio. Así fue como consiguió ser nada menos que lehendakari y, en una nueva finta, presidente del Congreso de los Diputados.
Ahora López consigue, por obra y gracia de un Pedro Sánchez en cuyas ejecutivas siempre ha estado, un cromo que no tenía: portavoz en el Congreso. Y es bien conocido que no soy el presidente de su club de fans, pero creo honradamente que la elección es acertada. Es verdad que quizá no sea Churchill, pero al lado de sus inmediatos antecesores —Héctor Gómez y la propia Lastra— lo parece. Otra cosa es que su concurso en el nuevo núcleo duro de Sánchez, compuesto por mujeres y hombres de cierto peso, vaya a servir para lograr el objetivo previsto. Hace un año hubo otra purga en Ferraz y Moncloa que no ha evitado la cuesta abajo en la rodada del PSOE.
No seré yo quien le niegue a Patxi López el derecho a ocupar cargos tan importantes en la Política, como los que hasta la fecha va consiguiendo.
Otra cosa es que considere que tal vez no tenga la capacidad y los conocimientos necesarios, más allá del «uso de la palabra», para algunos de los cargos y encargos que su partido le encomienda. Pero allá ellos. A mi, cuando menos, me sorprende. Y por eso pienso, que tal vez en política, más que los conocimientos y capacidades, influyen y cuentan «otras cosas».
Recuerdo los balbuceos, errores y desconocimiento del reglamento durante el escaso tiempo en el que ocupó el cargo de Presidente del Congreso de los Diputados.
Es todo un misterio para mí su flotabilidad politica siendo tan espeso. Quizás porque en las encuestas de popularidad de la época en que moraba en Ajuria Enea era el político favorito de los jóvenes para ir a tomar unas cervezas. Para eso sí.