Mi reconocimiento al periodista de la agencia Efe que ayer, en la rueda de prensa tras la cumbre polaco-hispana celebrada en Varsovia, preguntó si Pedro Sánchez y el primer ministro Mateusz Morawiecki habían abordado la situación del periodista vasco Pablo Gonzalez, que lleva encarcelado en aquel país 151 días. El mandatario polaco ni se dignó contestar. A Sánchez, sin embargo, no le quedó más remedio que balbucear una respuesta del todo insatisfactoria aliñada con unos chorritos de medias verdades. Tal y como se han producido los acontecimientos desde el momento de la oscura detención, lo de apelar al respeto al estado de derecho polaco es un sarcasmo. Máxime, cuando hasta la propia Unión Europea ha sacado un porrón de tarjetas amarillas a su estado miembro por hacer de su capa un sayo en materia jurídica.
Claro que sonó mucho peor que el presidente español porfiara que González no ha dejado de disponer de asistencia jurídica, que cuenta con apoyo consular frecuente y que su familia está informada de su situación. La asistencia jurídica no es la de su elección, el tal apoyo consular se ha reducido a cuatro contactos en cinco meses y su familia, como denunciaba ayer mismo, ha recibido dos cartas con mucho retraso en este periodo. Mostrar agradecimiento a las autoridades polacas por su colaboración fue el colmo.
El resumen es que un ciudadano de un estado de la UE —yo destaco esta condición sobre la de periodista— lleva preso casi medio año en otro estado de la UE bajo una acusación vaga sin acceso a una defensa efectiva. Luego nos hablarán de garantías democráticas.