Tamborrazo

Desde el otro lado de la A-8 asisto pasmado al espectáculo del Tamborrazo finalmente desierto. Cualquiera diría que hay una cepa resistente del pernicioso virus de la capitalidad cultural europea teóricamente pasada.

Confieso no entender del todo, aun respetándolos profundamente, los usos y costumbres de la ciudad, especialmente en lo que toca a su fiesta grande. Llego o creo llegar, sin embargo, a la importancia simbólica de la distinción principal. Se comprende, incluso, que la decisión suscite cierta discrepancia. Salvo cuando recaen en la media docena de comodines habituales —que lo son por su genialidad indiscutible o su inanidad absoluta—, los premios no arrastran grandes unanimidades. Pero con la elección de Àngels Barceló se rompieron, o eso parece, todos los registros.

Un segundo después de la comunicación inicial se instaló, dentro y fuera de Donostia, una corriente de estupor que dio paso inmediato a una plural expresión de rechazo. Ojo, no exactamente a Àngels, contra la que nadie tiene nada personal ni profesional, y que ha acabado siendo víctima del esperpento. Simplemente, no entraba en cabezas de distintas tallas y pelajes el motivo de la designación. Resultaba caprichosa, máxime cuando se conocía una larga lista de personas que acreditan largamente los requisitos, amén de ser figuras sobre las que se diría que cosecharían un amplio consenso.

Me dice un amigo, siempre dispuesto a ver el lado bueno de las cosas, que la rectificación en el pleno implica la victoria de la ciudadanía porque se ha escuchado la voz de la calle. Podría ser, pero  seguro que hay formas mejores de hacerlo.

2 comentarios en «Tamborrazo»

  1. Soy donostiarra. Militante. Ñoñostiarra, incluso.

    Todo esto ha sido un despropósito y una paletada. Nefasta gestión por parte del Ayuntamiento e histérica (y paleta) reacción por parte de la ciudadanía.

    Ridículo máximo.

    La del Tambor de oro es polémica habitual. No pasa nada. Es lo habitual. Seguramente Barceló no era la persona idónea. Pues vale; mala elección o muy mejorable (tampoco es que se lo estuviesen dando a Jack El Destripador). Pero, vamos, que casi todos los años…hay gente que entiende que se ha elegido mal.
    No he terminado de entender la reacción furibunda del personal. Uno de estos efectos dominó que generan las redes sociales que hace que de repente uno vea a amigos y a personas que considera cabales indignadísimos por la nimia cuestión, participando en cadenas virales, recogidas de firmas («¡estamos a tiempo de pararlo!» como si hubiera que salvar a la humanidad), con la foto de la periodista en sus muros con un STOP! (añadamos el componente de afinidad política; tanto, es posible, en la elección como en la reacción por parte por un lado de el sector más abertzale- es para ellos una españolista- como por el otro del sector pepero donostiarra-es una pijaprogre).
    Exageradísimo; no he entendido al grado de indignación del personal.

    Y luego…la marcha atrás; el recule. Y el bochorno de habérselo comunicado (¿sin ser firme la decisión? por lo visto sí), de que la mujer haya hecho las declaraciones de cortesía de rigor agradecísima e ilusionadísima, y tener que decirle que no, que a la gente no le ha gustado.

    Si se lo ha comunicado ya…se lo das. Tenemos nuestra discusión de todos los años pero ya; enhorabuena y a disfrutar de la fiesta. Y al que no le gusta…pues perfecto, pues da su opinión pero ya está. Insisto, ver a gente cabal…participando en campañas virales para detener la «tropelía»…no lo he entendido.

    Repito, la elección no era la mejor…pero mucho peor la reacción infantil del personal y la patética marcha atrás una vez que había sido comunicado.

    Hay mucha gente a la que le sienta todo mal y se indignan por muchas cosas y son muy activos en rrss y muy vehementes y ruidosos; ¿vamos a rectificar cada vez que los eternos indignados hagan ruido en redes?

  2. Soy donostiarra y hace años que, para mi desconsuelo, vivo lejos de mi ciudad. El tambor de oro es algo muy típico de los meses de invierno sobre los campos: Estiércol. A mí, el tambor de oro me ha importado, desde siempre, toda la producción de pimiento de la huerta murciana, por ejemplo.

    La fiesta es lo más importante para l@s donostiarras en día tan señalado y poco nos importa que, como dice Javier Vizcaíno, ¿quién sabe por qué?, «Confieso no entender del todo, aun respetándolos profundamente, los usos y costumbres de la ciudad, especialmente en lo que toca a su fiesta grande.» En cada casa tienen sus ceremonias y sus modos de celebración. Si desde fuera no se entiende, desde dentro, la fiesta se vive con pasión y alegría, pero esta no tiene nada que ver con galardones de cara a la galería.

    la polémica y venta de la piel del oso antes de cazarla que ha sido la comedia del Tambor de Oro dándolo como hecho antes del pleno extraordinario sólo demuestra que no siempre las promociones publicitarias se llevan el gato al agua.

    A la mayoría de donostiarras nos dará igual el tambor de oro. Se lo podrían dar a la mona Chita. Es un premio de las «fuerzas vivas» para suscitar interés, sobre todo, mercantil.

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