Otra vez toca aplicarse la misma cantinela. Mañana nos pasaremos el día recordando que a las dos de la madrugada serán las tres y el domingo echaremos un buen rato cambiando los relojes que no lo hagan automáticamente, que todavía son unos cuantos. Se supone que la ventaja este viaje es que se nos alargará la luz de las tardes, lo cual en sí mismo no está mal, pero sigue sin compensar el mareo y la sensación de descoloque que vamos a tener durante unos días. Sí, pocos, porque la capacidad de adaptación es una de las señas de identidad (qué remedio), de la especie humana. Insisto en cualquier caso en que es un quebradero de cabeza que nuestras queridas autoridades podrían evitarnos.
De hecho, estaba todo preparado para que hubiera sido así. Después de años escuchando a sabios y más sabios, la Comisión Europea anunció que en los primeros años de esta década nos quitaríamos de encima la jodienda. Se había concluido lo que los que no somos sabios intuíamos: que los inconvenientes eran mayores que las ventajas. Incluso se ponía en duda el presunto ahorro energético que quizá durante la segunda mitad del siglo pasado tuvo algún sentido. De pronto, y sin mediar grandes explicaciones, nuestro gozo se fue directo al pozo. Nos informaron de que el consenso se había roto y que había que prolongar la vaina durante unos años más. ¿Cuántos? Pues, me temo que nos queda un rato. El Boletín Oficial del Estado publicó la semana pasada las fechas de los próximos cambios de hora desde hoy hasta 2026. Así que será mejor que los que lo llevamos fatal vayamos armándonos de paciencia.
Aquí en Baleares rabiamos el doble, porque la diferencia horaria con el sol es mayor. El Parlamento Balear aprobó cambiar la hora, pero en los Madriles dijeron que no.
Hay una esperanza para que todo esto termine y es que en Estados Unidos decidan el año que viene terminar con esta práctica. En ello están. Y -si lo hacen ellos- sin duda les imitaremos.
Pues a mí…me mola lo del cambio de hora. Gusto absolutamente personal y particular sin base o argumento objetivo alguno.
Simplemente, me gusta el cambio.
De repente, el lunes saldré de día de la oficina y tendré más tiempo para darme un paseo con luz diurna.
Y en el otro cambio me pasa lo mismo, que sé que es más extraño. Tras meses de días largos, me apetece, en fin de semana, que a la hora de salir a cenar o a echar unos potes, sea ya de noche.
Comparto la opinión de de Javier. Estoy hasta el cogote ( por no decir algo más fuerte. ) de este tejemaneje que no ahorra nada y es un incordio muy notable.Con el añadido de que además ya estamos con una hora de añadidura por gracia y concesión del genocida Franco a su amado Hitler. Por lo tanto estaremos dos horas por encima de la hora que nos corresponde según el meridiano de Greenwich que ,recuerdo, pasa cerca de Zaragoza.Larry, el día tiene las horas que tiene, y las horas de luz que tiene, alterarlo artificialmente pues tiene sus consecuencias y recuerdo que te levantarás para trabajar a las 7 de la mañana ( es un suponer) …..pero en realidad son las 5. Recuerdo que estando hace casi tres años en A Coruña , en el mes de Octubre, amanecía casi a las 9 de la mañana. Recuerdo que comente el hecho con la recepcionista del hotel y manifestó su malestar por el tema y me dijo que en Galicia están hartos y que quieren la hora que les toca ( la de Portugal ) y dejarse de historias