Lo sé, no soy nada original. Estoy convencido de que media docena de columnistas —o juntaletras, como me llamaba ayer, seguramente con fundamento, un airado lector— habremos elegido exactamente el mismo título para nuestra prédica. Y tiene su gracia, porque los manuales al uso recomiendan exceder el celo en la utilización de números en textos periodísticos, e incluso evitarlos sin grandes contemplaciones. La razón es que los carga el diablo, que son un fárrago y que operan como elemento disuasorio para quien pudiera estar dispuesto a dedicarnos unos segundos de su tiempo. El consejo canónico es redondear, acogiéndose al efecto balsámico, excipiente y lubricante de los ceros.
Sin embargo, hay excepciones como la de la cifra que he elegido para encabezar estas líneas. Hoy se me hace indispensable la precisión a la unidad. No son 15.000, sino exactamente 14.931 los refugiados sirios que habrá de acoger el reino de España. Así lo han determinado los peritos aritméticos de Bruselas, es de imaginar que escuadra, compás y cartabón en mano. O pensando media gota peor, sacándose el guarismo de lo que Jose María García denominaba el forro de sus caprichos. Aunque también pudo ser en un regateo de verdulería de barrio.
¿Repararían en algún momento en que se trataba de personas? Conociendo el paño, lo más probable es que se hayan limitado a aplicar los métodos de rigor para determinar la cuota de la anchoa, del brécol o de la leche. Molesta carne humana a tanto alzado. Un pufo que hay que repartirse a escote y por decreto entre los miembros de esa banda de reyes del escaqueo que atiende por Unión Europea.