¡Patapof! Nada por lo que alarmarse, que no cunda el pánico. Una simple caída del guindo. Otra más. Ya las hago hasta con doble tirabuzón y todo. Ésta en concreto la he ejecutado con el bullarengue descoyuntado de la risa floja que me ha provocado lo que se presenta como “la mayor filtración de la historia”. Debe de ser que no ha quedado registrada la octava vez que el vecino de arriba se dejó el grifo abierto y convirtió la casa de mis suegros en un acuario. Mucho peor, dónde va a parar, que lo de Wikileaks, que hasta donde he sido capaz de leer -confieso que me aburrí muy pronto- no es más que una colosal tromba de cotilleos fácilmente imaginables. John Le Carré cuenta esas cosas con bastante más gracia y en cualquier serie norteamericana nos han enseñado el mecanismo del sonajero del poder cientos de veces.
Nada más lejos de mi intención que matar al mensajero o quitarle mérito a quienes han ido coleccionando esos mensajes supuestamente comprometedores que ahora llaman cables, para difundirlos de golpe. Puedo aplaudirlo como un abnegado trabajo de investigación periodística. Plas, plas, plas. Ya lo he hecho, pero en el mismo viaje vienen las objeciones. ¿Nadie ha explicado a los aguerridos filtradores que la sobreinformación es la más perversa de las formas de desinformación que hay? Es una técnica ampliamente utilizada en sumarios judiciales o elaboración de presupuestos. Hay que tener una descomunal vocación de ratón de biblioteca para separar el grano de la paja en un tocho de tropecientos mil folios. Y ahí, literalmente, nos la meten doblada, expresión -aclaro- que no tiene en su origen la connotación verderona que se le suele atribuir.
¿Por qué ahora?
Seguro que hay tremendas revelaciones, como lo fueron, en la anterior entrega, las pruebas sobre torturas sistemáticas o asesinatos preventivos de civiles en la guerra de Irak. Esta vez, sin embargo, en la portada digital del único periódico español elegido como altavoz -que ésa es otra-, se destacan chafardeos como que Berlusconi organiza fiestas, Gadafi es un hipocondríaco perdido, o Putin es autoritario y machista. No hace falta ni el maletín de espía que venden en Imaginarium para estar al cabo de la calle de todo eso. Y tampoco creo que sea necesaria mucha perspicacia para adivinar que a Ahmadineyad se le marca al estilo Amorebieta o que en la ONU hay más cámaras ocultas que en la casa de Gran Hermano. ¿Por qué nos lo cuentan como si hubieran encontrado vida en Marte? Es lo que trato de explicar en estas líneas: ni idea.