Con el recién devenido en supertodo Alfredo Pérez Rubalcaba como inquietante testigo, el baranda de Mango y presidente del Instituto de Empresa Familiar, Isak Andic, propuso anteayer que los nuevos funcionarios no lo sean de por vida. Por suerte para los todavía miles y miles de opositores que hincan codos para acceder al Nirvana de las catorce pagas anuales garantizadas (trienios, quinquenios y demás regalías aparte) para el resto de su apacible existencia, por muy ricacho que sea, el tal Andik no es Amancio Ortega, y sus palabras se han quedado en una noticia de seis parrafitos perdida en las páginas de economía de los diarios. De hecho, si no llega a ser por la morbosa presencia del flamante vicepresidente del Gobierno español, nadie las habría recogido.
Sin embargo, no se las prometan demasiado felices los devoradores de tochos editados por ese emporio llamado Mad. Todavía de una forma tímida, sí, porque hay cascabeles muy difíciles de endiñar a según qué gatos, pero se va abriendo el debate sobre si la sociedad que nos viene se puede o se debe permitir seguir engordando el ejército de burócratas vitalicios. Tenemos el ejemplo cercano del pomposo Plan Moderna del Gobierno de Navarra, que contemplaba meter el cuchillo a ese melón, si bien -o si mal- finalmente se tuvo que retirar la propuesta porque chocaba contra el sacrosanto Estatuto Básico de la Función Pública, sobre el que la Comunidad Foral no tiene competencias.
A prueba de EREs
Es cuestión de tiempo que salte ese cerrojo. Me sorprende que todos tengamos más o menos asumido que es altamente probable que no cobremos las pensiones por las que estamos cotizando y, sin embargo, demos por hecho que, como el famoso dinosaurio del cuento de Monterroso, los funcionarios siempre van a estar ahí. Como baño de realismo, tal vez deberíamos mirar al Reino Unido, donde se acaba de anunciar que se van a suprimir de un plumazo, y todo apunta a que sin gran contestación social, medio millón de empleos públicos. No se librará -atenta la compañía- ni la intocable BBC.
Por aquí abajo, mientras, seguimos sin novedad. Un atracón de páginas memorizadas sin digerir, tres gramos de suerte o, por qué no, un padrino o una madrina, son el pasaporte hacia un futuro blindado contra EREs y otras contingencias. Los modernos charlatanes de feria nos venden el prodigio de una Administración ágil, dinámica, abierta, sin telarañas, pero cuando llegas a la ventanilla con tu impreso relleno en letras de molde, siempre te faltan dos fotocopìas compulsadas.