Hasta hace nada, cuando hablábamos sobre algo relacionado con el comisario Villarejo, a los medios de comunicación no nos quedaba más remedio que ilustrar la pieza con las sobadas imágenes en que el príncipe de las tinieblas sépticas aparecía cubriéndose la jeta con una carpeta. En lo sucesivo no vamos a tener ese problema. Todo apunta a que dispondremos de toneladas de material gráfico del individuo que después de tres años años y pico de trullo sin que la Audiencia Nacional haya encontrado por dónde hincarle el diente, ha decidido que si tiene que morir lo hará matando.
Impagables, ese chándal medio de Torrente medio de Chávez, la mascarilla con la rojigualda, la gorra de carlista de opereta y, cómo no, el parche en el ojo izquierdo que lució a la salida de Estremera. Por no hablar de la corbata morada del día siguiente, cuando empezó a largar por esa bocaza en sede judicial. Todo a juego con su verborrea mafiosa, deslizando la putada (literal) que es su libertad para unas decenas de personas. Y como guinda insuperable, su gran frase: “Las cloacas no generan mierda; la limpian”. Solo un tipo absolutamente miserable y amoral puede soltar algo así. Pero no pierdan de vista a los gobernantes de distinto signo y poderosos empresarios, financieros o directores de medios que han contratado sus servicios.