En esas zahúrdas mediáticas en las que suelo adentrarme ya no sé si por oficio o por puro vicio está creciendo como un suflé algo parecido a un debate sobre el modelo autonómico español. Sí, sólo “algo parecido”. Nadie espera a estas alturas el milagro de que la prensa de choque aborde con serenidad, mesura y honestidad ni esta ni ninguna otra cuestión. Son más rentables las consignas, los exabruptos y los regüeldos dialécticos. La novedad, si hay alguna, es que parece haber un cierta sistematización en la puesta en escena. ¿Campaña orquestada? No diría tanto, pero sí se antoja más que una casualidad que llevemos unos días en los que en todas y cada una de las cabeceras haya como mínimo un par de articulistas sentando cátedra sobre el asunto, como si pensarán medio en serio que ha llegado el momento de poner pie en pared y devolver al Gobierno central lo que juzgan como botín periférico.
La doctrina de saque de los pontificadores, ya lo imaginarán, es que las perversas sanguijuelas separatistas han llegado en su roer insaciable a los mismísimos huesos del Estado y que ya no queda migaja de carne que entregar a su voracidad. Nada que no hayamos escuchado un millón de veces. Sin embargo -y esto también es nuevo-, tras esa bofetada de trámite a los malos oficiales, vienen otras dirigidas sin escatimar saña a los mandarines de las ínsulas donde el nacionalismo que no sea español ni está ni se le espera. Taifas es la desdeñosa denominación al uso para tierras mandadas por gentes tan de orden como Camps, Valcárcel, Aguirre, o nuestros vecinos Herrera (Castilla y León) y Pedro Sanz (La Rioja). Ni su carné del PP es salvoconducto que les libre de la acusación de haberse creado un estadito a medida de sus ambiciones. Cierto es que salen peor parados los gobernantes autonómicos socialistas.
Descafeinado, en realidad
A buenas horas mangas verdes, se dan cuenta de la tremenda cantada que se cometió tras la muerte del bajito de Ferrol, cuando los padres de la todavía llamada “modélica transición” se sacaron de la chistera lo del café para todos. Recordarán los que han renovado unas cuantas veces el DNI que aquello se debió bautizar, en realidad, “descafeinado para algunos”, pues se trataba de rebajar las presuntas concesiones a las nacionalidades históricas haciendo tabla rasa. A un pelo estuvo Segovia de constituirse en ente emancipado, cosa que sí logró Murcia para asombro de propios y extraños. Resultado: hoy se lamentan de no haber reconocido sólo los derechos legítimamente reclamados.