Hombro de militante

Si el codo de tenista —o epiconditis*, en la nomenclatura científica— es una de las peores jodiendas físicas que te pueden caer encima, no le debe de ir a la zaga otra dolencia que aún no está descrita en la literatura médica: el hombro de militante compromisario. ¿Se han parado a pensar cómo se les ha tenido que quedar el omóplato, el cuello y el costillar a los abnegados levantadores de cartulinas amarillas con un “sí” estampado en negro que hemos visto estos días en el congreso a la búlgara del PP? En cada sesión les ha tocado subir y bajar el brazo derecho (cuál si no) no menos de cuatrocientas veces para mostrar su adhesión inquebrantable a lo que sea que les propusieran los guardianes de la ortodoxia gaviotil. Normal, que a la hora del recreo, además de a fino y manzanilla, oliera a Reflex y linimento. Es el precio de la obediencia debida y de no perder el favor de quienes hacen las listas o reparten las poltronas, ahora que las tienen casi todas.

¿Qué ha ocurrido para que los que apenas anteayer estaban a navajazo limpio y zancadilla sucia acaben bailando al mismo son? La explicación más obvia es que han conquistado el poder o, mejor dicho, los diferentes poderes de casi toda la piel de toro, y no hay argamasa que una más que la aspiración a pillar cacho o, aunque sea, cachito. Pero para que eso haya sido posible, se tuvo que dar en el PP un fenómeno que es el que de verdad ha provocado la milagrosa transformación de jaula de grillos en rebaño de dóciles corderos: la laminación sistemática de casi toda la vieja guardia.

Ha sido una jugada tan hábil la de Rajoy, que se ha permitido dejar a Fraga (ahora ya espíritu) como tótem inofensivo y a Aznar como animador folclórico para que suelte esas cosas que entran por un oído y salen por el otro. El resto de los dinosaurios han pasado a la reserva y los díscolos han aprendido que, como dijo Guerra, el que se mueve no sale en la foto.

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* Una amable lectora con conocimientos de biomecánica e ingeniería de rehabilitación me ha enviado una correción técnica que comparto aquí:

«En tu último artículo aparece «epiconditis», en lugar de «epicondilitis» (o más técnicamente epicondilitis lateral o humeral). Esta patología afecta preferentemente a individuos que someten a sobrecarga funcional los músculos del antebrazo y realizan una repetición continua de movimientos, con lo que la etiología corresponde a traumatismos de tracción repetitiva o contracción muscular reiterada. Con esto quiero decir que por la analogía que expones, en realidad te querías referir a la «tendinopatía del manguito rotador» que es una lesión degenerativa localizada a nivel del tendón supraespinoso, cuyo estado agudo es característico de esfuerzos físicos repetidos de elevación anterior o hiperutilización del miembro superior por encima de la horizontal».

Ya veis cómo se puede patinar cuando se pretendía hacer una simple comparación. Mi agradecimiento a la lectora y a todas las personas que me ayudan a mejorar con sus aportaciones.