Ninguna buena acción queda sin castigo. Al Eibar, que además de liderar heroicamente la tabla de Segunda, es uno de los poquísimos equipos que no deben un céntimo, las sanguijuelas del Consejo Superior de Deportes [Enlace roto.]. Así, con precisión al segundo decimal. Si no consigue cubrir ese pastón antes del 6 de agosto, todo el sudor derramado en el terreno de juego se irá por el desagüe: condena eterna al pozo de la Segunda B, que es la tierra balompédica del irás y quién sabe si volverás, pero ahí te pudras.
Manda muchas narices que el Depor, inmediato perseguidor de los armeros en la desigual lid, esté en concurso de acreedores y tenga un cañón de más de 150 kilos, 97 de ellos, con la Hacienda española. Por lo visto, para los mandarines de la cosa pelotera es el ejemplo a seguir. La prueba es que según los cálculos más amables, el pufo total de los clubs profesionales anda por los 3.600 millones de euros —la sexta parte lo adeudan al fisco— y el chiringuito sigue en pie sin escándalo. Sale por un pico la farlopa del pueblo, pero como escribía ayer sobre los verificadores, la calidad se paga. Mantener al rebaño entretenido con si tal lance fue fuera o dentro del área mientras se le esquila —o sea, se le esquilma— no tiene precio. Y tampoco la foto de rigor con los millonarios prematuros (Copyright Bielsa) que acaban de ganar lo que sea.
No dudo que la misma épica que se demuestra en el césped obrará el milagro de reunir a tiempo la desorbitada cantidad, ojalá para ver al Eibar en Primera la temporada que viene. Pero seguirá siendo una injusticia.