El enunciado de la convocatoria prometía: “mañana el lehendakari presentará los actos del año de las culturas por la paz y la libertad en Euskadi”. Daban ganas de gritar “¡la gallina!” ante tanto palabro de cinco duros puesto en fila. Culturas (en plural, que mola más), paz y libertad, buena tripleta ofensiva para meter un gol al arcoiris y luego brindárselo al sol y a las nubes, que es de lo que parece que va el invento. Para no desentonar con la rimbombancia requetetransversal del nombre, en el acto donde se comunicó al mundo la buena nueva, Mahatma López compareció flanqueado por la porra y la cítara. A su diestra —faltaría plus—, Rodolfo Ares personificaba magistralmente la primera, mientras que a la siniestra (puñetera polisemia), Blanca Urgell fungía de dispensador de Natreen; hacía falta mucha sacarina para tragar el brebaje que se disponían a servir.
¿De qué se trataba? Mejor preguntar de qué no se trataba, que por aquello de las excusas no pedidas ayuda a que se entienda más fácilmente. “No se hace contra nadie, contra nada, ni como contraposición a ninguna cosa”, se apresuró a delatarse el fan de Vetusta Morla. ¡Acabáramos! Hasta el que reparte las cocacolas comprendió que la intención es montar un sarao que dé réplica institucional y sopas con honda a la conferencia de Aiete, aquella que se perdió porque estaba de bisnes en USA.
Y claro, como sobra la pasta, el jolgorio debe ser por todo lo alto. Más grande, más glamuroso, más megaplural y más chachipiruli que la sosada solemne que organizaron los de la acera de enfrente en octubre. ¿Kofi Annan, Gerry Adams? ¡Menudo par de siesos! Más vistos que el hilo negro, además. No son ni la mitad de chics que Susan Sarandon, Antonio Tabucchi o el entrañable nonagenario Stephane Hessel para darle un lustre rojoide al evento. Van a saber estos lokarrieros y quienes los manejan lo que es internacionalizar el conflicto con arte y con salero.