Los aficionados al baloncesto se quejan porque su deporte tiende a ser noticia casi exclusivamente por acontecimientos negativos como la (estúpida) trifulca del domingo en Miribilla entre jugadores de Bilbao Basket y Baskonia. Seguramente, no les falta razón, pero con media pensada que le echen, comprenderán que no pueden pedir —como hicieron en Twitter o ante los micrófonos algunos de los implicados en la pelea— que quienes vieron el lamentable espectáculo corran un tupido velo y olviden las deplorables imágenes como si todo hubiera sido un mal sueño. Ocurre, por desgracia, que no lo fue. La tangana fue muy real. Lo pueden atestiguar los centenares de seguidores de uno y otro equipo presentes en el pabellón, incluido el chaval al que consolaron varios de los que se habían intercambiado trompazos, y, desde luego, las miles de personas que asistimos a la reyerta a través de la televisión o del vídeo convertido en viral.
Anoto en positivo la inmediatez del arrepentimiento y la sinceridad que se aprecia en las disculpas de jugadores, técnicos y ambas entidades. Les honra ese reconocimiento de los hechos que, con alta probabilidad, en el fútbol habría sido negación, excusas de mal pagador o un rastrero cruce de acusaciones sobre quién empezó primero. Pero insisto en que no les compro la invitación a la amnesia. Muy al contrario, creo que una de las mejores maneras de evitar la repetición de incidentes tan bochornosos es que sus tristes protagonistas los tengan siempre presentes. El recuerdo debe servir como freno cuando la adrenalina y las pulsaciones disparadas muevan a hacer otra tontería.