Tenemos tan sobado el lenguaje, da lo mismo en qué idioma, que cuando etiquetamos como histórico cualquier acontecimiento, no sabemos si estamos pasándonos mil pueblos o quedándonos cortos. Simplistas por imperativo profesional, los periodistas tendemos a poner ese matasellos a casi cualquier noticia con la que trajinemos. Es una forma como otra cualquiera de mendigar la atención de nuestra clientela, cada vez menos dispuesta a prestarnos su tiempo y sus neuronas. Les hemos vendido tantas motos averiadas, que es normal el recelo. El pastorcillo mentiroso no pasa de moda. Y a eso hay que sumarle que cada quien tiene sus afanes, y no está por la labor de distraerse con lo que pasa a su alrededor. “El mundo se derrumba, y nosotros nos enamoramos”, le decía Ilsa a Rick en Casablanca, contrariada porque la llegada de los nazis a París les iba a escachuflar el idilio.
No es ni mínimamente comparable la invasión de Francia, lo sé, con la presentación -”solemne”, decían las crónicas previas- del documento que recoge las bases ideológicas del nuevo proyecto político de la Izquierda abertzale ilegalizada. Pero ya decía que los plumillas somos de epíteto suelto, y en la víspera, algunos le habíamos calzado a la comparecencia la inevitable vitola: histórica. ¿Lo fue? No estoy en condiciones de asegurarlo, pero sí tengo la convicción de que lo que recogen esos papeles, lo que leyeron en voz alta Marian Beitialarrangoitia y Rufi Etxeberria, no tiene muchos precedentes. Y salvo que nos hayamos vuelto amnésicos o hipócritas perdidos, es incluso más de lo que se le pedía hace veinte años a Herri Batasuna o hace ocho a Batasuna.
Vehemente rechazo
Si lo propusieran como texto para comentario en Selectividad, hasta el alumno menos dotado notaría el énfasis casi exagerado que se pone en el rechazo de la violencia. En algunos aspectos, parecía propio de la vehemencia de los recién conversos. Y, como corolario, el anuncio de que se cumplirá la inefable Ley de Partidos. Si eso no es una noticia, que vuelvan a redactar los manuales y que rehagan todo el diseño curricular de las llamadas ciencias de la información o de la comunicación.
Llega tarde. Compro ese pulpo como animal de compañía. Pero ha llegado, ahí está, negro sobre blanco y en bilingüe. Queda, y a eso se aferran los que no quieren que esto se acabe nunca, la consabida contraprogramación de ETA. Antes de Navidad, nos dijo el augur Currin. Pues como si es en el Corpus. Si lo de ayer va en serio, lo que diga the organization será lo de menos.