El paradójico espectáculo de Madrid: decadencia para la renovación

 

Los actos de hoy en Madrid han constituido un espectáculo, en el más absoluto sentido de la palabra: cuidadas escenificaciones, protagonistas principales y secundarios, figurantes, secuencia progresiva de acontecimientos para un clímax emocional final, colorido, exhibición de la belleza, exaltación de los sentimientos e incluso señalamiento de los “malos” de la historia.

El espectáculo ha tenido seis partes:

1. Militar, con la recepción del fajín de capitán general. Preparación del ambiente.

2. Presentación pública, con el primer paseo en coche cerrado, emocionalmente contenido y solemne hacia el Congreso. El nuevo rey no se muestra todavía en su apogeo.

3. Político, con la jura de la Constitución y primer discurso. Baño de legitimidad aparente.

4. Aclamación popular, en coche descapotable. El soberano se muestra al descubierto y en todo su esplendor.

5. Toma del Palacio Real. El monarca recibe su palacio, sede de su poder y riqueza.

6. Saludo final a los súbditos, con la salida final al balcón con toda la familia real. Apoteosis final.
Cada uno de estos actos tenía sus objetivos y se han cumplido rigurosamente en un proceso secuencial, de menor a mayor clima emocional.

Y todos ellos proyectaban una gran carga de simbolismo, a través de la propia escenificación, los gestos, los elementos paralelos y la búsqueda de identificaciones y posteriores adhesiones.

Ha sido un espectáculo y como todos los espectáculos tienen sus actores principales y secundarios, los efectos especiales y su tramoya. Digamos que el nuevo rey y su familia han cumplido como actores. Y no se han salido del guión de la comedia u opereta.

En general, todo ha sido poco natural, muy artificial y fingido. El terror del protocolo es que algo falle, se averíe o se salga del guión prefijado. No ha ocurrido nada que haya estropeado el guión.

Al contrario de otras épocas, el espectáculo no se hacía para los presentes en las calles de Madrid, sino para la televisión. Por eso, TVE, Antena 3, Telecinco y La Sexta han emitido programas especiales, desde las 9 de la mañana a las 3 de la tarde. Y aún algunas, como Telecinco y TVE, continuaron toda la tarde, con la presencia experta de cortesanos, como Jaime Peñafiel. Sin ellos, el espectáculo hubiera quedado reducido a casi nada. El pueblo español y el mundo curioso eran los destinatarios de todo.

Principales factores de la escenificación. El objetivo era crear un clima mágico, de cuento de hadas, de película de reyes y princesas. Una historia, en definitiva, amable y feliz, con final jubiloso. Para ello, los principales factores han sido:

– El colorido y el atractivo visual. A través de los uniformes, los vestidos, las banderas, los soldados…

La belleza. La que sugieren los propios protagonistas, el nuevo rey, su esposa y las hijas. Todos guapos y hermosos, envidiables, perfectos.

– El uniforme militar. El nuevo rey no va de uniforme por una preponderancia militar, sino porque el uniforme de capitán general del aire, con sus medallas y banda azul, queda más bonito que un traje o un frac oscuros.

– Los elementos auxiliares. La marcialidad, la caballería, las colgaduras…

– El toque religioso. La Iglesia, a falta de oficio religioso, se une a la aclamación con el repique de las campanas de la Catedral de La Almudena, situada junto a Palacio. Guiño de la jerarquía.

– Los esbirros. La policía tuco un despliegue espectacular. Por miles, con francotiradores, unidades especiales, perros y servicios de información. El monarca se blinda.

– Los figurantes. Es decir, el pueblo, sus vítores, el contagio de la alegría popular que olvida por un día su pobreza y la miseria.
Hay que decir que los figurantes no han sido muchos. Sí, ha habido gente en las calles y la plaza del Palacio real estaba llena, pero no eran grandes muchedumbres. Había turistas y curiosos, pero esto siempre se agradece y también forman parte del espectáculo.

Naturalmente, las televisiones tenían que retratar el fervor popular. Y buscaban las declaraciones excesivas de la gente, su entusiasmo y también a los frikis, gente variopinta que por estar en primera fila acuden a las 6 de la maña o van ataviadas de forma estrambótica.

El fondo de la historia. El espectáculo pretendía crear el imaginario histórico. Y por eso se hacía hincapié en que todos estábamos viviendo “un día histórico, que cambiaba el curso de los acontecimientos. Es decir, salir de la vulgaridad para entrar en la excelencia.

El mensaje principal del espectáculo es este: un proyecto regenerativo. Termina una página de la monarquía, corrupta y decrépita, y empieza otra nueva, renovada, mejor, más atractiva, encarnada en un hombre alto, guapo y supuestamente bien preparado. De esa manera, se cierra la memoria de la corrupción y la ilegitimidad de la monarquía heredada de la dictadura y se avala, con el fervor popular, una etapa nueva que hereda la corona, pero no las responsabilidades cometidas hasta ahora.

Es decir, pasamos mediante espete espectáculo de lo viejo a lo nuevo, limpios, inmaculados, sin pecado original. Entramos en el futuro. El pasado ha terminado. Este es el mensaje del espectáculo.

Factores que se obvian:

– La escenificación decadente. Con la entronización de un ser privilegiado, que no ha sido elegido, sino que hereda.

– Lo emocional por encima de lo racional. El espectáculo nos poropone: no piense, no analice, bien lo hermoso y mágico que es todo esto. Qué bonito, ¿verdad?

– Venta de un producto. Se vende un rey y todo su significado simbólico y político. Y toda la pompa y la ceremonia es una operación de imagen, a la que se predispone a la sociedad durante los días anteriores.

– Discurso vacío y previsible. Con pinceladas que no pasan de lo anecdótico (el saludo final en catalán, euskera y gallego), pero que en esencia no aportan nada a lo ya conocido, así como la mención de algunos escritores, Aresti, en el caso vasco. No hay nada, todo es humo, vacío, pero envuelto en una corteza de magia y papel de celofán y brillo.

Y un elemento fundamental: El espectáculo necesita completarse con las ausencias y el señalamiento de «los malos».

– Las ausencias. Aparte de la hermana y el cuñado, acusados de corrupción, las televisiones han evitado las protestas, el otro lado de la verdad, la de quienes se oponen al sistema que se trata de consolidar. Es un aspecto fundamental, porque cualquier incidente reseñable hubiera propiciado su difusión internacional, que desluciría el espectáculo.

– Los malos. El espectáculo necesitaba crear a los malvados. Y estos han sido el lehendakari Urkullu y Mas, a quienes el espectáculo ha retratado no aplaudiendo al monarca, pero sí han resaltado que el pueblo los abucheó a la entrada del Congreso. La figura de los “malos” es necesaria para la credibilidad de la grandeza fingida de la monarquía.

– La limpieza. Madrid se había lavado su cara y plantado flores y mejorados sus desconchados y abolladuras para la ocasión. Pero había otro servicio de limpieza más importante: la policía, para que la falsa limpieza del espectáculo no se viera manchado con la presencia de la verdad democrática y el grito de los rebeldes.

– Los gestos puntuales

a) La presencia de los anteriores reyes en el balcón, que enfatiza lo nuevo frente a lo viejo y de alguna manera perdona las miserias de los que se van, que incluso se reconcilian ante el pueblo por medio de besos y abrazos.

b) Los vestidos de la reina y sus hijas. Elegantes, pero sin lujos. Ella no llevaba joyas y solo un discreto lazo azul en su chaqueta blanca.

c) El descapotable. El coche un rolls heredado de Franco, que se abre al pueblo después de la jura.

d) El papel de la reina Letizia. Papel secundario, como consorte y como madre, expone la subsidiariedad femenina en la prevalencias de la monarquía española.

e) Un absurdo. El verde de las corbatas. VERDE eran las siglas de Viva El Rey de España. Una mala imitación de Verdi (Viva El Rey de Italia) en su lucha contra la invasión austríaca en el siglo XIX.
En definitiva, un espectáculo decadente con formato de modernidad para vender el final y el comienzo de una era, sin herencia de corrupción, una limpieza monárquica revestida de colorines, belleza y fingimiento, con muy poca naturalidad, donde solo ha estado una parte de la verdad, tras amordazar a los opositores y a los indiferentes. La falsa victoria. El teatro de la democracia sin fondo ni alma.

 

2 comentarios en «El paradójico espectáculo de Madrid: decadencia para la renovación»

  1. Un análisis eshaustivo de los diferente actos acontecidos con motivo de la proclamación del nuevo Rey Felipe VI. Creó que estaba todo muy etudiado y no han dejado nada al azar. Todo previsto. No se han salido para nada del guion etablecido .
    Yo pienso que el traje militar en el acto civil, no era lo mas correcto. Asi debe ir vetido en los actos castrenses nociviles. Tenia un objetivo con ete uniforme, la unión al Ejercito . Muy intereante ete etudio realizado. Muchas felicidades.

  2. El espectáculo «de Madrid» es también el nuestro, Blázquez.

    ¿Te olvidas de que Madrid es sólo la capital de nuestro Estado y de que el nuevo hombre fuerte «de Madrid» lo es de Euskadi Sur al mismo tiempo?

    ¿No viste acaso a Urkullu de testigo, aplaudiendo incluso a veces -antes de darse cuenta de que Mas no aplaudía y cesar al comprobarlo- y, en todo caso, aplaudiendo a la consorte Sofía mientras los guardias del Régimen apaleaban a ciudadanos que exhibían banderas de España antimonárquicas?

    Todo ese cartón-piedra que relatas, tangible e intangible, no valdría nada simbólicamente, sería una opereta burlesca, un vaudeville, de no ser por un detalle que no mencionas (tú sabrás por qué) a pesar de formar parte del atrezzo, pero cuyo significado va mucho más allá del mismo: las armas que escoltaban toda la producción.

    Eran de verdad, y estaban por todos lados, muchas de ellas a la vista, desde el principio hasta el fin.

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