Obsesión por Bildu y otros fetichismos

1339321583_0 ¿Es el atractivo físico de un candidato una forma de fetichismo en el ámbito democrático? ¿Producen placer en los electores la manera de hablar y las promesas de bienestar de los dirigentes políticos? ¿Es o no un fetiche el carisma que emana de los líderes? La sociedad posmoderna no solo acepta sus obsesiones, a pesar de lo que condicionan y enmascaran la vida, sino que además las considera un estado apasionante y creativo. Eso puede explicar la frivolización general de los asuntos públicos y la falta de rigor en los análisis de cuanto nos atañe como comunidad. Se autojustifica. Toda obsesión es una pérdida de libertad y un desenfoque de nuestras prioridades. Lo peor que nos podría ocurrir es abordar las cosas con objetivos superficiales, privándonos de nuestra grandeza y superioridad moral. Y es a lo que nos vamos acostumbrando, a pensar con flojera intelectual y adoptar soluciones fáciles sin desprendernos de los viejos lastres mentales y prejuicios que impiden aventurarnos.

No entiendo las obsesiones políticas de nuestro país, ni comprendo el oxímoron entre radicalidad y superficialidad con que se comporta a diario. Por una parte, se reclama, con razón, el ejercicio del derecho a decidir el estatus nacional de los vascos y, por otra, afrontamos los problemas económicos y de gestión con mentalidad obsoleta. El rechazo a la evolución de modelo de cajas de ahorros es un ejemplo de esa persistencia superficial, según la cual hay que mantener el viejo paradigma, como una momia. ¿Derecho a decidir que no nos movemos? A nuestros sindicatos no les rescata nadie del pleistoceno de la lucha a base de algarada y cierta violencia, mientras que a nuestros empresarios les sigue sin entrar en la cabeza la idea central de que sus trabajadores son la -única- solución de todo. Somos, en medio de la radicalidad, tremendamente conservadores bajo una apariencia de innovación que no va más allá de lo verbal o su deseo.

¿Cuánto dura el efecto de la demagogia?

Una obsesión de la política vasca es EH Bildu, una organización electoral ante la que todos actúan afectadamente y sin criterios estables. Hay una doble obsesión por la izquierda abertzale. Una es la de los partidos y medios de comunicación que acosan a los cargos e instituciones gestionadas por la coalición y que casi siempre se refieren a temas muy selectivos que, con su desmedido tratamiento o crítica, los convierten en asuntos de Estado o de altisonante debate social. El delegado del Gobierno central en Euskadi, Carlos Urquijo, es el genuino representante de esta febril paranoia, con muchos seguidores en España. Naturalmente, el efecto de este fetichismo es la victimización de la izquierda nacionalista y la ubicación de los temas de su preferencia en la tribuna pública sin que realmente respondan a una demanda ciudadana. Otra consecuencia es el reforzamiento electoral de la marca, generosamente auxiliada por quienes se postulan como sus más virulentos rivales.

La otra obsesión por Sortu/Bildu proviene de quienes parecen tener un fuerte complejo hacia sus proyectos de rebeldía, opción antisistema y sus actuaciones reales e imaginarias. Impresiona comprobar con qué facilidad el PNV se muestra sensible y frágil frente al supuesto aire renovador y el espíritu rompedor de la izquierda abertzale. ¡No hay ningún motivo para esos complejos! Si se mirara con sosiego la gestión política e institucional de Bildu no merecería una estima especial en tanto que no presenta rasgos significativos, con más lagunas que aciertos y que sus resultados son tibios y a veces correctos. ¿De qué se valen los radicales para fomentar esos complejos? Sobre todo de los augurios de quiebra que se lanzaron sobre las entidades regidas por la coalición. Ni Gipuzkoa y los ayuntamientos liderados por la izquierda radical se han hundido, ni se ha alumbrado un país más libre, justo y mejor administrado de lo que estaba. El balance de Bildu es más bien vulgar, pero no catastrófico. La irrupción institucional de Bildu aporta lo que toda rivalidad política, con cierto calado social, trae consigo. Nada más y nada menos.

Sobrecoge constatar cómo el PNV ha interiorizado obsesivamente la futilidad de algunos análisis, que no pasan de ser mantras de grupos de comunicación para moderar -o radicalizar, según- al sector jeltzale. De tanto hablar de la pugna existente entre los dos sectores del nacionalismo vasco por la hegemonía abertzale, el PNV ha terminado por creerse la existencia de esa disputa histórica, cuando la rivalidad no se plantea en semejantes términos, ni hay indicios consistentes de que se vaya a alterar el actual equilibrio. Bastante tiene la izquierda abertzale con sostener en 2015 sus buques insignias, la Diputación guipuzcoana y el ayuntamiento de Donostia. ¡Otegi será el próximo lehendakari!, enfatizan algunos en la misma línea, seguramente porque no conocen Euskadi ni han estudiado a fondo su sociología electoral y evolución.

No es que no pase nada y que todo siga igual que siempre, no. Hay en lontananza un gran cambio democrático; pero no lo trae la izquierda abertzale, que es un agente más. A Sortu/Bildu le quedan muchas experiencias por vivir, entre ellas el derrumbe de su demagogia instrumental. La demagogia es efímera, dura un instante. Ya se ha desplomado la mentira del reciclaje perfecto y el circo del “puerta a puerta”. Se vino abajo la revolución pendiente. La amnistía y el conflicto asociado a ETA. También se derrumbó la implantación de peajes en las autovías. Cayó el fiasco de Donostia 2016. Y se desmoronará la mágica alternativa al nuevo modelo financiero de las cajas vascas: gestionará Kutxabank con todos los demás. Aprenden despacio que gobernar no es poesía.

La paciencia democrática

Nadie en el espectro político presenta más contradicciones que Sortu/Bildu, fruto de sus años revolucionarios y su resistencia a asumir las limitaciones, las propias y las del sistema para renovarse. Pero no creo que haya que reprochándoselas todos los días, como tampoco convertirlas en noticia. Sus acciones y naturaleza política no constituyen por sí mismas un fenómeno y no pasan de ser una singularidad en la trayectoria histórica de nuestro país. Algo parecido sucederá con Podemos, que del fetiche de la utopía y las palabras vacías transitará al no-Podemos hacerlo como queríamos o al no-Podemos hacerlo solos.

Es probable que los electores estén condicionados por fetichismos políticos, casi todos simbólicos, que alteran su comportamiento racional. La izquierda abertzale tiene muchos fetiches: el recuerdo y frustración de la lucha armada, los presos, sus muertos, sus múltiples y solapadas organizaciones, su capacidad movilizadora… De esos fetiches extrae grandes emociones que se traducen en respaldo electoral y cohesión ideológica. Ahora agotan otros viejos fetichismos más o menos superados, como las banderas y la discriminación del euskera. Y crean cierto efecto contagio hasta que se agotan.

La democracia, como gestora de la libertad, es muy lenta, parsimoniosa las más de las veces y exasperante con sus pasos atrás. Exige paciencia para captar nuevos adeptos y acoger sin reproches a quienes se identificaron en la práctica o la teoría con los sistemas tiránicos y violentos. La obsesión por la libertad y la justicia es un peligro. De esto sabemos mucho en Euskadi. Está bien que la democracia se regenere y crezca en calidad; pero resulta absurdo que se tambalee por complejo de inferioridad ante los recién llegados. No solo no hay motivo para la obsesión por Bildu/Sortu, sino que hay razones de sobra para reírse de la izquierda abertzale. ¡Son tan normales!

2 comentarios en «Obsesión por Bildu y otros fetichismos»

  1. Excelente árticulo. No entiendo porque tanta inquina, hacia la izquierdad abertzale. Creó que s miedo, porque el resto de las formaciones políticas defiende lo indefendible. No valen absolutamente para nada. Y actúan como cobardes, atacando , y atacando sin saber y sin notivos ni argumentos. Pero que se sigan comportando asi, ellos se desmerecen automáticamente.
    Muchas felicidades por su exposición. Muy intereante.

  2. Jose Ramon dice:

    «Y se desmoronará la mágica alternativa al nuevo modelo financiero de las cajas vascas: gestionará Kutxabank con todos los demás.»

    Nos has dejado sin palabras ante semejante comentario. ¿De donde has sacado esta noticia?

    Las alternativas a convertirse en fundación en Kutxabank existen, y no es ni mágica ni nueva. Existe la opción de cesión de acciones a entidades públicas. Ya que (como bien ha afirmado tanto el subgobernador del Banco de España como Mario Fernandez) no existe normativa ni Española ni Europea que prohiba a instituciones públicas ser propietarios de bancos. Por tanto alternativas existir existen.

    ¿Bildu gestionará Kutxabank? Estas en un error conceptual importante y lo intaremos explicar. Con la conversión en fundaciones bancarias de BBK y Vital se ha suprimido el control social que existia por medio de las asambleas y consejos de administración por parte de organismos públicos, trabajadores, impositores y entidades sociales (elegidos cada x años) y se ha transferido ese poder a 15 patronos, de los cuales 12 han sido elegidos a dedo para siempre. Ya que en el futuro estos mismo patronos elegiran a sus sucesores. No representan ni al PNV, ni PP ni PSE, estos los han elegido ahora, pero de aqui en adelante se representan a sí mismos únicamente.

    Como anecdota comentarte que si existiera un cambio en la dirección de estos partidos, no podran cambiar a estos patronos. Por tanto, no es cosa de si es PNV o Bildu o PSE, se trata de que personas de confianza de directivos tanto de Kutxabank como de partidos políticos se han perpetuado en estos puestos, se han quedado con el control y la gestión. Esa es la gran cuestión. Se han quitado el control de las asambleas y se han blindado en sus puestos. Por tanto, es imposible que Bildu gestione Kutxabank, ya que ese poder se ha dado 12 personas a dedo y para siempre en un modelo chapucero de fundación bancaria.

    Y existian alternativas a este modelo de fundación, por ejemplo el PNV de Gipuzkoa ha propuesto para Kutxa que sean las Juntas Generales de Gipuzkoa la que designe estos patronos cada x años. ¿Y por qué ese sistema no es valido para BBK y Vital? Detras de esa pregunta y el formato elegido de patronos esta la verdadera cuestión: Las actuales direcciones de varios partidos y de Kutxabank se estan blindando en sus puestos ante posibles futuros cambios en el mapa electoral, esto es una cuestión de poder.

    Por tanto, la frase antes mencionada carece de sentido en nuestra opinión.

    Un saludo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *