Románticos, a Catalunya

 

declaracion-independencia-catalunaLos soberanistas catalanes, al menos la mitad de Cataluña, han elegido el ecléctico -y televisivo- término de desconexión para definir el proceso hacia la independencia de España. No es una palabra muy atractiva que digamos, ni creo que recoja el sentido de lo que históricamente se está viviendo. Se desconectan los aparatos, las señales electrónicas, las emisiones de la tele. Por pérdida de afecto las personas se separan, se rechazan o se ignoran: no se desconectan, por favor. Poco o nada tiene que ver ese deslucido concepto con la estación romántica a la que se asoma la nación catalana con todos sus factores de rebeldía, inmolación, radicalidad, confusión, atrevimiento, paroxismo emocional y heroísmo frente a un adversario superior. Aquella es una causa sublime, la de un pueblo contra el imperio (el imperio de la ley contra la democracia) y las contradicciones de una sociedad entre sí. Es grande lo que está aconteciendo, no es una refriega política efímera, es mucho más.

Todas las sediciones comienzan con los desprecios recibidos y prenden por la injusticia largamente acreditada. Es así como va germinando el derecho al desacato, fruto del agravio acumulado y la dignidad de su respuesta. Llegados a este punto, se debe adoptar una estética que combine alegría y sacrificio y eleve la desobediencia de categoría, de la inestable algarada a la insumisión pacífica, de la ira a la ilusión y de lo imposible a lo probable. Ganar la libertad es todo un arte.

Lo mejor que podría ocurrirle a Cataluña es que España encadenase una sucesión de inhabilitaciones, multas y sentencias de cárcel para Artur Mas y su gobierno, cuyo testigo sería recogido por otros rebeldes que igualmente serían sustituidos y castigados. Y así durante meses y con miles de insurrectos esperando turno para relevar a los caídos por la acción de un ejército de abogados del Estado. Derogada la autonomía, Madrid tendría que ponerla en manos de traidores. No veremos esta épica apasionante por la tele. Los románticos nos vamos a Cataluña, a las barricadas.

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