¿Qué les das, Bertín?

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Que un señorito andaluz, pijo y algo facha, finalmente reconvertido a ser humano tras una cruel experiencia personal, sea hoy el triunfador de la televisión en España es muy llamativo y señala el espíritu volátil de nuestro sector audiovisual y las arbitrarias preferencias de los espectadores en la pantalla. Para los periodistas tiene que resultar insoportable este nuevo episodio de intrusismo profesional, de un cantante mediocre metido a reportero de élite; pero es el pueblo soberano quien otorga su favor a Bertín Osborne, que firma medias superiores a cuatro millones de seguidores en su espacio de entrevistas En la tuya o en la mía y rompe los audímetros allí donde va. ¿Qué les das, Bertín, que no pueden dejar de mirarte? ¿Qué tienes, viejo crápula, que tu amistad procuran?

La gente ha despojado de su etiqueta de personaje frívolo a Osborne y le percibe como un tipo cordial, natural y ocurrente que acude al diálogo sin pose intelectual ni pretensiones trascendentes. Bertín se sienta con sus invitados a hablar como lo hacen los amigos comúnmente y tira de la fibra emocional, los recuerdos, la familia, los hechos felices y desdichados y las curiosidades del alma. El espectador se siente a gusto en el clima sosegado y cálido que se establece en ese cara a cara. Cierta tranquilidad, bastante corazón y mucha ligereza hacen que la charla fluya como en casa y ahí quiera quedarse a descansar del día malogrado o malvivido.

Bertín se ha aproximado al arte de la buena conversación, ese punto mágico donde nos despojamos del yo y nos volcamos en escuchar por completo. Para aprovechar su éxito en el diálogo público le van a meter en casa a unos intrusos, Rajoy y Pedro Sánchez y también a Iglesias y Rivera, las cuatro esquinitas de la política española. Cuando un país vive un vacío de densidad cultural y radicalidad democrática aparece un Bertín que complace a las masas con solo una pizca de afecto. Hay demasiada tibieza, incluso para las pequeñas heroicidades cotidianas, como llorar sin sentirse ridículo, hablar sin temor y confiar ciegamente.

 

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