Tras la batalla, llega la guerra

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¿De verdad alguien cree que bailar, cantar y mostrar su lado jocoso ante las cámaras han ayudado a los candidatos en sus resultados? ¿Era esta la solución para que la política recuperara su prestigio? ¿La proliferación de debates, junto con los nuevos formatos de entretenimiento, han aproximado a los dirigentes a la ciudadanía? ¿Se da por hecho que la tele ha sido decisiva en estos comicios y que al mayor uso del medio audiovisual hay que atribuir el aumento de la participación y el reparto de los votos? Que los asesores de imagen, tan despistados como sus clientes, validen este modelo de comunicación es normal; pero que la democracia haya pretendido salvar el desapego popular así, auxiliada por el espectáculo ridiculizante, es dramático.

Tras la batalla llega la evaluación de daños. Si la corrupción, los recortes, los desahucios, el empobrecimiento y la descomposición democrática no han sido impugnados en las urnas es que todo ha sido un pueril pasatiempos y la indignación ha quedado neutralizada por el miedo. Es relevante el fracaso estratégico de La Sexta, con sus tertulias a todas horas, ocurrentes ironías y aires renovadores, finalmente inútiles. Évole, Wyoming, Pastor, Ferreras y Mejide son los nombres del hundimiento de la utopía. Ganan Bertín Osborne, la Campos, Mariló, TVE, Pablo Motos… El triunfo es de Inda. Almudena Grandes se podría haber ahorrado «Los besos en el pan», formidable canto a la dignidad de un barrio cualquiera ante la ferocidad de la crisis. ¡Qué ingenuidad haber imaginado el poder revolucionario de la tele!

A partir de hoy, cautivo y desarmado el cambio de sistema, los canales reducirán sus espacios de debate y las entrevistas de enfoque humano y la clase política volverá a sus despachos a gestionar los mandatos de Bruselas. Comienza el régimen de la derecha reciclada, el neocentralismo y la izquierda multicolor. ¿Será por eso que la imagen fija de esta campaña era la de los candidatos aplaudiendo a sus electores? Nos daban las gracias, anticipadamente, por dejar las cosas más o menos igual.

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