Pan con chocolate y otros regresos

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Nadie debería subestimar los anuncios y mucho menos despreciarlos por molestos o cómplices del consumismo. Los anuncios acompañan los cambios sociales. Son sus mensajeros. Todas las transformaciones producidas en los hábitos de alimentación fueron precedidas de campañas en la tele machacando el inconsciente colectivo. La comida basura es un hecho generalizado por influencia directa de los anuncios. Dejamos de comer y beber bien con la activación de determinados complejos. ¿La culpa entonces es de los anuncios? No, ellos solo hicieron su trabajo y rindieron las dietas sanas por mandato multinacional. Anular las legumbres, rechazar las verduras, marginar las frutas, odiar el pan, el aceite de oliva, el azúcar y el vino y demás catástrofes alimentarias fueron fechorías experimentales de grandes empresas. Los anuncios tuvieron clara su táctica victoriosa: hacernos creer que comer lo que comíamos era cosa de pobres. “¿Te acuerdas cuando bebíamos agua?”, nos decía por entonces con particular malicia una marca de gaseosas para asociar el bendito consumo de agua al subdesarrollo y la famélica legión.

Ahora, Nestlé se ha embarcado en la reversión de aquel desastre y, mediante una preciosa campaña plena de buen criterio, aspira a que los niños y niñas del siglo XXI vuelvan al pan con chocolate, la nutritiva merienda de la infancia de los sesenta. No sabemos si lo conseguirá, tras años de colonización de la pastelería industrial y los bocadillos de la peor charcutería; pero si tal cosa ocurriera podríamos pensar que los milagros son factibles no por fe, sino por constancia ética de los anuncios.

Desear el regreso de lo bueno no es nostalgia, es sabiduría. Nos alegramos por eso del retorno de Patricia Gaztañaga. Será el lunes próximo en TVE, con un talk denominado Cuestión de tiempo, un espacio de emociones. También en esta cuestión, tras el fiasco de la inteligencia emocional, convendría regresar a Spinoza y descartar a Descartes, nuestro tirano mental durante siglos. Nada más humano que la añoranza del paraíso perdido.

 

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