Tus defectos son mis excesos

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Si lo contario de defecto es exceso, seamos excesivos. Este debe ser el lema, anti aristotélico, de las cadenas privadas de televisión a propósito de las limitaciones que la Ley General de Comunicación Audiovisual, uno de los bodrios heredados de Zapatero, determina sobre publicidad. En los últimos años, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, la CNMC, competente (es un decir) en este tema ha multado en varias ocasiones al grupo Telecinco y algunas menos a la corporación de Antena 3 por exceder los doce minutos de anuncios por hora de emisión. Y las infracciones se siguen produciendo, lo que indica que los canales comerciales ganan más infringiendo la norma, pues los ingresos extra son superiores a las penalizaciones impuestas. Es como cuando a las industrias químicas les salía más barata la multa que el beneficio obtenido por la contaminación de tierras y ríos. La democracia burlada por el poder del dinero.

Las multas superan los dos millones de euros. ¿Y las han abonado? Parece que solo una pequeña parte y seguramente en especie, es decir, en forma de aumento de inserciones de las campañas institucionales. Esta es la corrupción que tiene montada el Gobierno central con las televisiones privadas, un cambalache pícaro y secreto que demuestra el fracaso de la ley y la conexión mafiosa entre los poderes político y mediático a alto nivel. En la época en que los partidos y los líderes se tambalean, la tele sale al rescate y hace lo posible para minimizar el desgaste de las autoridades, eso sí, a cambio de un estipendio: más anuncios y una interpretación laxa de las reglas. Y la vida sigue “como siguen las cosas que no tienen mucho sentido”, según canta Sabina.

Soportar más anuncios no es el problema, porque la capacidad de asimilación y defecación de mensajes de un ser humano es inagotable. La publi es anecdótica en nuestro espacio de sueños. Lo esencial es el equilibrio entre lo público y lo privado en comunicación social, que es muy desigual. Tus defectos son mis excesos, le dice la tele al político.

 

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