Historia de una traición

ristomejidemediaset

¿Qué has hecho, Risto? ¿Cómo has podido vender tu talento a Vasile con un contrato de larga duración con Mediaset? De repente, te vienes abajo, te traicionas, te niegas a ti mismo y cuanto decías de grande y escribiste en tus libros, tan auténtico, se derrumba con una firma ignominiosa. Telecinco representa todo lo que has abominado, ya lo sabes: la bajeza, la mediocridad, el país de los trileros y la basura de la apariencia, lo peor de las personas emitido a millones de hogares para que no levanten el alma ni la cabeza, para humillarlos. No te entiendo, la verdad. Ni siquiera me lo creo y pienso que quizás esta compraventa sea una ironía de las tuyas, alguna campaña de denuncia. Regresas al pasado. ¿Por dinero? Es un motivo legítimo, Risto, no lo discuto; pero un motivo no es una razón, pues la razón es una categoría intelectual.

Cuando empezaste en la tele, hace justo diez años, según cuentas en tu último libro, X, “mi vida cambió, y lo hizo para siempre”. Te arrepentiste de aquel papelón cruel e impostado, lo has reconocido. Y aún así, vuelves en otoño como jurado a Got Talent. No serás el mismo, de acuerdo, pero te reinstalas, por vil contrato, en una plataforma que tenías superada. Actualizar el pasado es la peor de las aventuras. Fuiste el mejor en Viajando con Chester y después yendo Al rincón de pensar, con inolvidables diálogos. ¡Cuánto te admiraba, Risto! Los de la publi nos sentíamos orgullosos de que uno de los nuestros llegara tan alto. Eres un animal de la tele y deberías estar pensando en subir a un magazine denso y creativo como los de Jay Leno, Conan O’Brien o la gran Oprah Winfrey, a tu nivel. Y vas y te traicionas, transitando de transgresor a asimilado, quizás porque, como escribes sin recato, “la coherencia y la consistencia están sobrevaloradas”.

No tiene sentido Risto en las cloacas. Antes de que te suicides, veremos desde el 5 de agosto, un día en mi corazón, las Olimpiadas de Río, acontecimiento que por sí mismo justifica la tele. ¡Ay, Mejide!: peor que darse por vencido es darse por satisfecho.

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