Ser noticia da mucho vértigo, tanto como el abismo existente entre dar la noticia y ser la noticia. El paso de periodista de televisión a político es vertiginoso. Antes que ahora, con Maddalen Iriarte y Jasone Agirre, de ETB, como candidatas por EH Bildu al Parlamento vasco, hubo muchos informadores que se trasladaron al oficio del poder institucional. En Euskadi, Andoni Ortuzar, presidente del EBB del PNV, y Uxue Barkos, espléndida jefa del Gobierno de Navarra, son los más conocidos, como décadas atrás Daniel Cohn Bendit, Dani el Rojo, hizo lo propio. Joseba Agirretxea, diputado jeltzale en Madrid, también era redactor de ETB. El actual presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, es periodista, al igual que el rubicundo ministro del Foreign Office y ex alcalde de Londres, Boris Johnson.
¿Cuándo y por qué deciden dar ese cambio radical? No se les aparece Dios en sueños, ni se caen del caballo camino de Damasco. Simplemente, transitan a una militancia que tiene sus riesgos al regreso. Josu Loroño se fue del Teleberri a la concejalía de comunicación de su pueblo, Getxo, y ocho años después ha vuelto a los micrófonos sin problemas. El camino de retorno es crítico, porque la política te enemista con la realidad, es decir, con la verdad.
La ventaja para alguien de la tele como parlamentario o ministro es que llega con los males de la vanidad y la sobreexposición pública resueltos, al contrario que abogados, licenciados varios y civiles sin graduación que caen desorientados por estas asfixias al entrar en política. Los periodistas tienen a su favor el dominio de la comunicación, la persuasión y la retórica. Añado otra ventaja para Ortuzar, Iriarte y Agirre: sus profundos conocimientos para acometer la reforma de EITB, una de las misiones estratégicas de los próximos años, de imprescindible consenso entre las fuerzas nacionalistas.
Quizás la tele está de moda en la política. Hace falta que la política esté de moda entre la gente. Si es asunto de percepción social, los/as candidatos/as periodistas podrían ayudar.