El fútbol y el derecho de pernada

 

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EL FOCO

27 de octubre 2016

Una sociedad es un proyecto continuo. Avanza casi siempre y a veces retrocede. Y es más y mejor sociedad en cuanto que cumple unos criterios irrenunciables. La igualdad es uno. Y otro la coherencia, de manera que no haya contradicción entre las normas y su cumplimiento. Y añadiría el liderazgo como otro de sus valores. ¿Y qué ocurre cuando hay desigualdad entre los derechos de unos y otros, cuando se instala la incoherencia y el cinismo, y cuando los líderes no están a la altura? Pues ocurre lo que en Euskadi a propósito de la ley que excluía, con el mejor de los propósitos, la venta y el consumo del alcohol de los recintos deportivos. Esta ley se aprobó en el Parlamento Vasco en abril, en la pasada legislatura con un amplio consenso.

¿Y qué ha ocurrido desde entonces? Pues lo mismo que con la ley antitabaco, hasta cierto punto normal. Que ha habido resistencia a acatar la medida, en razón de costumbres y hábitos muy arraigados. Los cambios cuestan. Pero se han ido cumpliendo poco a poco. Los frontones y los campos de fútbol han sido los más renuentes en la aceptación de la norma. Sin embargo, en los estadios de fútbol de las más altas categorías hace años que los espectadores no podían entrar con bebidas alcohólicas, ni se expedían en estos espacios de acuerdo con las normas de antiviolencia en el deporte.

Sin embargo, ha quedado libre una zona de los estadios donde se podían servir bebidas alcohólicas. Espacios de impunidad: los palcos. Hay dos tipos de palcos: el oficial (que está abierto, sin protección acristalada) para las autoridades, directivos e invitados; y los alquilados por empresas (que suelen estar cerrados por cristal hacia el campo). Allí se podía beber alcohol a todo trapo.

Este es el caso del Athletic, cuya Junta Directiva ha pasado por encima de la ley y ha autorizado el consumo del alcohol en sus palcos, incluyendo el palco oficial, al que suelen acudir las autoridades, las mismas que han promulgado la norma de obligado cumplimiento. Algo realmente surrealista. Y así hemos estado, en esta manifiesto desacato, desde entonces. San Mamés era una excepción, palcos sin ley. Palcos a los que, para más irritación, les llaman VIP. Very important person? ¡No, líderes incoherentes, soberbios y muy poco ejemplares ante la ciudadanía!

Hasta que el Gobierno Vasco, presionado por los clubes y haciendo dejación de su responsabilidad, ha promulgado una disposición salomónica: ahora, y hasta la publicación del reglamento de la ley, se podrá consumir alcohol en los recintos deportes hasta quince minutos antes de la competición y hasta quince minutos después de la misma. ¡Ahí queda eso! ¿Y por qué quince minutos, y no treinta o diez, o dos horas? Es una arbitrariedad que viene a manifestar una excepción, si se quiere un privilegio de clase, que se concede, porque los VIPs -tan importantes y tan cínicos- querían seguir bebiendo vino y gintonic.

Suena a cachondeo el modo en que el cumplimiento de esta norma transitoria se vaya a hacer cumplir y vigilar. ¿Van a poner un cronómetro en los campos para medir el tiempo hasta el cual se puede uno poner ciego a beber? ¿Enviarán a la Ertzaintza con relojes? ¿Sonará una sirena para anunciar el tiempo en que se puede beber y el tiempo que no? Esto es un auténtico circo.

Es verdad que el alcohol, al contrario que el tabaco, no perjudica a los que no lo consumen. No hay un efecto dañino sobre terceros. De acuerdo. Pero la cuestión no es esa: el asunto es que la ley propugna un modelo de vida saludable, según el cual hay una incompatibilidad conceptual entre el consumo de alcohol y el deporte, como dos mundos antagónicos, con efectos educativos para los niños y los jóvenes, y a fin de disminuir los problemas sanitarios y de convivencia que el alcohol produce en la salud, desvinculándolo del deporte. Y este espíritu motivador de la ley es el que se ha conculcado con esta norma transitoria que, en realidad, solo quiere ganar tiempo. Porque estoy seguro de que finalmente no se autorizará la venta y consumo de alcohol en los recintos deportivos de Euskadi, sin excepciones de tiempo ni espacios reservados.

Lo peor es el mensaje que esta reforma provisional emite a la sociedad: se viene a decir que el fútbol de élite es una excepción (si no lo era ya) y la clase dirigente (la política, deportiva y económica) tiene el derecho de pernada, quedando por encima del resto de ciudadanos. Esto es lo que se nos dicho.

Podemos poner todos los argumentos falaces que se nos antoje para justificar ese privilegio: que el alcohol es una droga que socializa, que las costumbres no se pueden cambiar tan rápido como quisiéramos, que el alcohol está presente en toda nuestra vida personal y general, que la supresión ocasiona quebrantos a los clubes más modestos… lo que queramos. Pero lo que se ha puesto de manifiesto es que el fútbol de élite está por encima del bien y del mal y que nuestros líderes deportivos, políticos y económicos pueden tener unos privilegios que no tienen los demás ciudadanos. Y para ello se adapta la norma a su antojo.

Estoy muy decepcionado con la decisión del Departamento de Salud del Gobierno Vasco,  con el Athletic como club simbólico y con los líderes de la sociedad. No lo podrían haber hecho peor. Después de esto cualquier persona podría buscar un argumento favorable para no cumplir normas que a todos nos obligan. Por nuestra parte, tenemos que exigir lo que decíamos al principio: coherencia, igualdad y liderazgo social.

Hasta el próximo jueves.

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