Sistiaga, corresponsal de paz

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A Jon Sistiaga le debemos el conocimiento de las verdades más difíciles, las que crecen en los peores escenarios del ser humano, adonde acuden unos pocos al rescate de alguna esperanza, si es que queda rastro de esa ilusión. Hoy le premian en Bilbao la Asociación y el Colegio Vasco de Periodistas por  “su gran labor como reportero de guerra y en zonas de conflicto». Sistiaga representa la mejor de las razones por las que nació la tele y la dignidad de la información no sometida al espectáculo. Estuvo en Ruanda, Colombia, Afganistán y Corea del Norte, no precisamente paraísos de sosiego, y nos narró la guerra de Irak y la terrible experiencia del asesinato del cámara José Couso por un cobarde obús norteamericano. Y después de pasar por Telecinco, Cuatro y Canal+, ahora nos regala cada jueves los espléndidos documentales de su programa Tabú, en #0, la selecta emisora de Movistar TV. Ejerce hoy de corresponsal de paz.

Tenemos a Sistiaga para tomar conciencia de lo que incomoda, desde la eutanasia a las drogas, pasando por el terrorismo y la violencia machista. Es otro estilo de contar las cosas, porque es una manera diferente de verlas. Sus cuatro reportajes sobre abusos sexuales a niños son impagables. El periodista irundarra ha resuelto con criterio y emoción lo que la televisión pública vasca no ha querido acometer en treinta años: proporcionar a la sociedad de Euskadi el relato de nuestro Spotlight, sobre los cientos y cientos de casos de menores violados y agredidos sexualmente por clérigos en centros educativos y benéficos a lo largo de décadas de oprobioso nacionalcatolicismo. Ya me dirán ustedes para qué necesitamos ETB, más allá del repaso de un presente bajo en entusiasmo, si no cumple con el honor de la verdad obligatoria, el sacrificio de aquellos pobres niños a quienes jamás nadie ha hecho justicia. ¿No existe para estas víctimas el derecho a la memoria?

También le espera a ETB el relato pleno de la violencia en Euskadi, un proyecto histórico y moral aún no conceptualizado. Con tantos asuntos pendientes, temo que nos olvidemos del futuro.

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