Televisión, fábrica de héroes

castro_abc--644x362¿Necesitamos héroes? Sí, porque el mundo y nuestra sociedad son aún pueriles y siguen negando su propia grandeza. Pero la creación de ídolos no es tan sencilla: hace falta una historia singular, unas circunstancias propicias y unos medios de difusión perspicaces. En el juez Castro se dan las condiciones del nuevo héroe: un funcionario sencillo enfrentado a los privilegios de la Corte y decidido a llevar hasta su tribunal, como a cualquier plebeyo, a una hija del rey de España a la que imputa graves delitos económicos. Y esta gesta se produce en un contexto de empobrecimiento e indignación, idóneo para la sublevación. Gusta a la gente la tozudez de José Castro, con sus andares torpes y su desastrada figura: es el favorito del pueblo, a quien se admira y a la vez se compadece, porque sabemos que terminará doblegado por las intrigas de un sistema podrido. Le permitirán un retiro con honores y que escriba un libro de sus hazañas; pero por ahora es el héroe que desafía al monstruo de la justicia.

 Gamonal es otro de nuestros héroes, un barrio humilde de Burgos que ha vencido a un ayuntamiento cacique con sus insistentes protestas y algo de rabia y fuego. La política, agazapada en sus complejos, ha cedido para no convertir a este núcleo en la chispa que pudiera prender la cólera colectiva en muchos otros lugares. Los héroes del barrio han dado una clase magistral de sociología y comunicación al percibir la oportunidad de su desafío y atraer hacia sí la complicidad de la televisión. Pronto serán olvidados. Como lo fueron los héroes de los desahucios que paralizaron los desalojos alentados por la brutalidad del sistema contra los más pobres. ¿Dónde está Ada Colau, la heroína de aquella historia? ¿Dónde quedan los héroes del 15-M? Todos asimilados, ídolos de tránsito.

 También hay héroes de pacotilla. Miguel Ángel Revilla, adicto a la tele, es el ídolo de los indocumentados. Y Cake Minuesa, el reportero de Intereconomía que interpeló a los ex presos de ETA en Durango, el héroe de la ultraderecha. Urge un poco de iconoclastia.

A la conquista… del share

Conquis

Era urgente. ETB necesitaba que uno de sus clásicos, El Conquistador del fin del Mundo, saliera al rescate con todo su arsenal y le ayudase a recuperar los dos dígitos de audiencia para su segundo canal después de que el último trimestre de 2013 haya arrojado malos resultados, como para la mayoría de las cadenas autonómicas. Los éxitos de Antena 3 -mañana, tarde y noche- han hecho mella en Euskadi. Ya no hay espectadores cautivos: hay que ganarse a la gente por mucho más que la bandera. Y El Conquis tiene la rara virtud de reunir la variedad e intensidad que demanda el voluble apetito del público. Por un lado, la aventura en un escenario difícil y exótico. Por otro, la competición de hombres y mujeres con gran capacidad física y carácter suficiente para soportar condiciones extremas. Y su remate, el lado humano, con la historia de cada uno y las interrelaciones críticas y afectivas en el grupo. No es una película, ni siquiera un reality, esa es la cuestión: nos ofrece un equilibrio entre lucha y emociones, nervio y corazón, una combinación de éxito.

            La décima edición ha llegado con cambios. La doble sesión, en sábado y domingo, rompe con la tradicional dualidad aventura-debate. Es arriesgado, sí; pero ¿acaso no es la pasión del riesgo lo que motiva el programa? También el marco ha variado y se ha ido hasta la selva de Misiones y las cataratas de Iguazú, llegando al contacto con indígenas guaraníes. Siguen Julian Iantzi en lo principal y Patxi Alonso en la tertulia, muy previsibles. Sin embargo, los productores se obstinan en añadir el pegote humorístico con la pugna entre Korta y Oyarzabal, desfigurados en una rivalidad artificiosa y reconvertidos en los Tonetti vascos. Ese filón está agotado y deberían devolver a ambos la identidad perdida.

            El Conquistador aportará al share de ETB2 más de punto y medio en su tiempo de vida. Por fin, los resultados de nuestra televisión pública comenzarán a corresponderse con un proyecto que ha recuperado credibilidad, pluralismo y cercanía, su grandeza. Merecemos esa autoestima.

 

2014: fútbol y referéndums

2014El 2014 será año de fútbol y referéndums, los dos contenidos que marcarán la programación de la tele y a través de los cuales la ciudadanía se expondrá ante sí misma en sus diferentes versiones, como sociedad espectáculo y como gestora de sus libertades. Tienes dos opciones: ser espectador o protagonista. Si prefieres dejarte llevar te verás involucrado en el festín patriótico del campeonato mundial de fútbol, entre el 12 de junio y el 13 de julio, que a tus efectos no se celebrará en Brasil sino en Telecinco. Para sobrevivir a esta orgía de distracción colectiva mi consejo es: da un paso atrás, eleva la mirada y capta con atención todos los detalles del comportamiento pueril, la exageración mediática, la pasión inútil y el patrocinio canalla de este circo del balompié globalizado. Es muy divertido e instructivo salirse de la procesión de los adoradores y observar las cosas con perspectiva crítica. Acabas por compadecerte de la gente e indignado por nuestro miserable modelo de vida.

             De paso, la tele y el fútbol se han inventado, por mutuo interés, la novedad de los tiempos muertos, dos minutos de parada por partido que darán para cuatro o cinco anuncios, a millón de euros. Un golazo por la escuadra. 

             La Roja es la esperanza redentora de las frustraciones y el remedio de la autoestima española. Con un propósito estratégico sobrevenido: servir con sus victorias al desistimiento soberanista. Los referéndums de otoño en Cataluña y Escocia nos van a proporcionar valiosos documentos sobre la degradación democrática. Te invito a seguir con atención el curso de las noticias y la opinión en todos los canales sobre estos procesos autodeterminación, con sus sucesivas fases, empezando por la actual, de incertidumbre y miedo, y continuando por las de manipulación de datos, confusión emocional, división del contrario, moderación táctica y amenaza final, un curso intensivo e indecente sobre cómo subyugar a unos pueblos bajo el terror de la mentira programada. Conseguirán que dejes de ver la tele y te hagas independentista.

Jugando (sucio) con niños

Master Chef JuniorLa televisión es la niñera de nuestros hijos desde que nacen hasta que descubren internet y los videojuegos. La oferta infantil se divide en dos categorías opuestas: los programas DE niños y los programas CON niños. Los primeros se limitan a dibujos animados y algunas series, lo suficiente para distraerles sin aportar valores ni referentes. Y los programas CON niños son ocurrencias de adultos para cuando se ponen tiernos y necesitan entretenerse con la inocencia. Un peligro. MasterChef Junior es una de esas ideas malévolas con que los mayores buscan tener placer con los menores, una pedofilia sin sexo pero no menos perniciosa. Al plató de TVE han arrojado a una docena de chavales, de 9 a 13 años, a exhibirse ante la gente jugando a cocinitas, a imitar a los padres en sus realities y convertirse en estrellas fugaces de la tele. Es tan zafio este liliput gastronómico, equivalente a los aberrantes concursos de belleza para niñas, que resulta extraño que aún nadie lo haya denunciado. ¿Tan interiorizado tenemos el derecho de propiedad de los niños y su uso como juguetes de espectáculo?

             Bien, ya tenemos los primeros cocineritos famosos, entre ellos Aimar, un crío encantador, de Ortuella, a quien le ha bastado una hora de espontaneidad para cautivar el corazón de la audiencia. La gente por la calle se disputa una foto con él y un beso suyo, porque es un pequeño ídolo. Sabemos que los padres del chaval son consencientes de los riesgos de la popularidad sobre el chico y el daño que esta efímera notoriedad puede causar en su maduración psicológica. Hacen muy bien en asegurar que su paso por la tele no le deje ninguna secuela y todo quede en una divertida aventura y nuevos amigos, como un campamento de verano.

             Si la tele es una amenaza para cualquier persona, figúrate para un menor. ¿Qué tiene de malo MasterChef Junior? Que es un divertimento de mayores con la materia más sensible, los niños, a los que, además, hace competir proyectando sobre ellos la feroz ambición adulta. Es antipedagógico y perfectamente suprimible. Tarjeta negra.

Cómo organizar un referendum y ganarlo (o perderlo)

CatCataluña y Escocia son el mayor reto de Europa desde el final de la segunda guerra mundial. El modelo sobre el que se sustenta la Unión -los estados y la economía de mercado- se muestra superado por la naturaleza de la crisis y la redefinición de la soberanía a menor escala. Los referéndums catalán y escocés constituirán los sucesos políticos de 2014 y pondrán a prueba la calidad democrática y la flexibilidad del proyecto continental. Los poderes de la Unión Europea no son neutrales (ahí están las posicionamientos favorables a España de Van Rompuy, Joaquín Almunia y otros líderes comunitarios) frente a estos anhelos de independencia y contra los que intervendrán con fiereza mediante amenazas y tácticas de miedo, promoción de incertidumbres y asfixia internacional, el modo sutil pero esencialmente agresivo en el que se han transfigurado los ejércitos invasores de antes para someter ahora a las naciones rebeldes.

             Para ganar la guerra democrática que se avecina -una guerra muy desigual- no basta con tener razón. Obviamente, escoceses y catalanes tienen poderosos motivos para reclamar su libertad; primero, el mayoritario deseo de autodeterminarse; y después, la transparencia y grandeza del proceso. El camino hacia el éxito parte del principio de que para vencer hay que convencer, justo lo contrario del método artero al que se enfrenta. Y la convicción popular se alcanza mediante el uso combinado de dos tipos de instrumentos: las ideas (lo racional) y los sentimientos (lo emocional). En todo caso, hablamos de inteligencia aplicada a una causa justa.

 Alcanzar la categoría

   La autodeterminación y la independencia son conceptos atrevidos, nada convencionales. Y a la vez que provocan admiración y estima, también pueden suscitar dudas, incluso temores por su radicalidad innovadora. Existe una sociedad abierta y otra cautelosa y a las dos hay que atraer positivamente desde la autogeneración de la categoría: el ejercicio de la libertad por catalanes y escoceses debe presentarse como proyectos amables, transversales, potentes y viables, que traspasan los partidismos, que van a favor del interés mayoritario y ante el cual se manifiestan sin miedo y con plena convicción. Es fundamental asumir en esta confrontación el papel amistoso, la posición atractiva, el espíritu renovador y dejar que los oponentes carguen con el rol desagradable y amargo, la actitud negativa y retrasada, la imagen de lo antiguo y desgastado. Que el Sí contra el No sea la estampa de lo bueno contra lo malo, lo nuevo contra lo viejo: en eso consiste la creación de la categoría pública.

            No creo que en esta lucha exista emoción más eficaz que la autoestima colectiva, que nace de la certeza de ser un país único, distinto y capaz de alcanzar con madurez su propio destino. El orgullo de ser catalanes y escoceses conduce con más fuerza a la independencia que a la aceptación de vivir asimilado en un Estado espeso y agobiante. Esta es la emoción que hay que incentivar, como la autoestima en la existencia personal. El fomento de la autoestima debería conducir a la convicción de que hoy es posible vivir sin la tutela de la metrópoli y la soberbia imperial. Tienen que creérselo escoceses y catalanes y no vacilar: este será el debate de la soberanía, la autoestima contra la negación, la independencia como propósito sentido pero no consentido.

Sin miedo contra el miedo

            El miedo será el gran protagonista en los referéndums. Crear y extender el temor a la libertad y el riesgo de la pobreza y el aislamiento son las bazas que usarán -ya lo están haciendo- los estados y la UE contra Cataluña y Escocia, un viejo y falaz argumento que sale a pasear cada vez que una persona, país o idea se atreven a demostrar su solvencia. Pero el miedo es vencible si ante a él se despliega la transparencia y la osadía de la verdad. Hay que hablar sin recelo de economía, modelo social, fortalezas del país y cimientos del proyecto nacional. El miedo encierra el veneno del engaño y se neutraliza con fortaleza de carácter y conciencia clara.

            Hablarán de apocalipsis, retroceso económico, expulsión del euro, desempleo e impago de pensiones, boicot de los mercados e inoperancia internacional de Escocia y Cataluña y hasta de declive deportivo… Todas las calamidades caerán sobre los osados patriotas que se atrevan a probar del fruto prohibido de la independencia. Y pienso que cuanto más amenazantes sean los alegatos del No, más razones ganará el Sí, porque la intuición social percibirá dónde reside el prestigio y la confianza y dónde la prepotencia y el sectarismo. Un referéndum planteado en términos apocalípticos es un regalo para los independentistas, lo mismo que el discurso imperativo y ardientemente entusiasta perjudicará a los patrocinadores del Sí.         

            Cataluña tiene una papeleta anterior a su llamada a las urnas. Debe afrontar un período de resistencia política y social para hacer posible la consulta. Y esa resistencia tiene que ser absoluta ante las múltiples presiones y estratagemas que le menoscabarán. España no entiende que la consulta del 9 de noviembre de 2014 no es una ocurrencia del president Mas, sino el consenso básico de una nación plural y moderna que ya no puede esperar. Solo cabe pactar la dignidad legal del referéndum. No es el desafío de Cataluña al Estado: es la democracia contra la ley apolillada.

Cuidado, trampa

            No todos los ciudadanos y políticos españoles son reaccionarios. Algunas esferas económicas e intelectuales entienden que debe alcanzarse un arreglo honroso. En lo que pienso ahora es en la estrategia que están diseñando los servicios secretos del Estado y los gabinetes sociológicos que se encargan de la propaganda del Estado. A mi parecer, el CNI y los asesores de opinión producirán un esquema comunicativo basado en la neutralización de la opinión más agresiva y crispante de los medios, de manera que deje de exaltar los ánimos de la sociedad catalana, porque en ese ambiente de agravios los unionistas españoles tienen las de perder. El gobierno de Rajoy pactará con el poder mediático de la derecha –El Mundo, La Razón, Vocento y las cadenas privadas de radio y televisión- para que apacigüen sus furias anticatalanas, no atosiguen a los ciudadanos y presenten la cara más amable y afectiva -e insincera- de España. Su táctica será crear un foso entre los políticos autodeterministas y la comunidad catalana, presentando a ésta como víctima de la demencia de los partidos, al más puro estilo franquista. Se equivocan si creen que Cataluña solo está cabreada, cuando en realidad está muy ilusionada.

            De repente la opinión publicada se volverá suave y comprensiva y el Estado soltará su jauría de economistas, intelectuales y juristas para tratar de vender, con datos alambicados y apelaciones enrevesadas, las bondades de la unidad constitucional y los perjuicios de la “aventura independentista”. Los socialistas tendrán el papel de intermediarios. La Vanguardia, de bombero. El fútbol, de válvula de escape. Alicia Sánchez Camacho callará. Los empresarios, tan timoratos, mediarán. La Iglesia pondrá velas a Dios y al diablo. Europa presionará, ma non troppo. Este es el baile de disfraces que se prepara para llevar al huerto a los catalanes menos informados, a los medrosos e ingenuos. No digo que en Castilla se vaya a bailar la sardana, pero casi.

            Cataluña puede caer en esta trampa o no; pero solo es una de las muchas provocaciones y engaños a los que se verá sometida. En su mano está dar una lección de coraje democrático al mundo; abrir, junto con Escocia, las puertas a otra idea de Europa y acreditar su fortaleza nacional y cultural ante sí misma. Ahora o quizás nunca.