Esta es la historia de un arquitecto, Mies van der Rohe, considerado como uno de los pioneros de la arquitectura moderna y el último director de la prestigiosa escuela de arquitectura y diseño Bauhaus.
En el otro lado Edith Farnsworth, una reputada nefróloga afincada en Chicago.
Se conocieron en un evento social y la casa construida se convirtió en una obra maestra de arquitectura y de arte.
Edith Farnswoth era la propietaria de un terreno de casi 25.000 metros cuadrados junto al río Fox, en Plano, Illinois y encargó a Mies van der Rohe una vivienda de recreo para disfrutar de la naturaleza en el año 1945, entre los dos surgió una relación de amistad, quizás algo más si los rumores son ciertos, que se convirtió en una pelea de intereses por la construcción de la famosa casa.
Si bien la casa deslumbra por cuestiones arquitectónicas como su planta diáfana, sus enormes cristaleras y su comunión con la naturaleza, Van der Rohe y Farnsworth chocaron en los tribunales por motivos como el precio final, la permanente amenaza de inundación cada vez que el río se desbordaba (algo que ha ocurrido en varias ocasiones), el enorme gasto en calefacción y, en definitiva la dificultad de habitar una casa tan estética y cerebral que llevó a su dueña a caer en un estado de impotencia y melancolía.
La casa se caracteriza por ser una simple estructura metálica que solo se cierra con vidrio, el pabellón parece flotar y presenta una fuerte relación con su entorno, al ser una simple estructura envuelta con vidrio la transparencia permite que desde el interior se tenga plena conciencia del paisaje, pero también actúa a la inversa, incorporando el espacio interior de la vivienda al territorio de forma radical.
La vivienda consta de un primer espacio cubierto, pero abierto al exterior por tres de sus lados, que se emplea como porche. Pasado este, se accede al interior de la vivienda con una altura de 2’85m, donde no existen muros ni divisiones interiores. Solamente un núcleo central de madera, que no llega al techo, excepto en su parte central, este núcleo que contrasta con la fachada de acero y vidrio, contiene las instalaciones sanitarias y crea la separación entre la cocina, dos dormitorio y la sala de estar, no cabe duda de que esta casa es la máxima expresión del minimalismo.
La icónica vivienda enfrentó al arquitecto y a la propietaria, en su lucha contra el arquitecto la dueña de la espectacular mansión destapó sus tormentos : «en esta casa, con sus cuatro muros de cristal, me siento como un animal al acecho, siempre alerta, siempre inquieta», dijo.
La poética de los espacios frente a la prosaica realidad, la armonía y la belleza, el choque de dos sistemas, la Concepción platónica de la arquitectura y la Concepción platónica del orden, limpieza y discreción.
«Beautiful Home», la principal publicación de arquitectura americana en ese momento, entró en la polémica publicando un artículo para afirmar que Mies era un dictador y comunista peligroso, puesto que obligaba a sus clientes a vivir en cajas de cristal sin armarios ni propiedades y a exponerse en un escaparate en medio de la nada y sin ninguna pertenencia, despojándoles de su privacidad.
Edith Farnsworth se sentía atrapada en una jaula de cristal, pero los tribunales dieron la razón al arquitecto y tuvo que apechugar con las facturas y con la casa. «Había demasiadas cosas que se negaron a considerar. Por ejemplo, Mies quería que el armario separador fuera de cinco pies, por razones de «arte y proporción». Pues bien, resulta que yo mido seis pies. Cómo mi casa es un «espacio abierto», yo necesitaba algo para cubrirme cuando había invitados… quería cambiarme de ropa sin que mi cabeza pareciera estar colgando sobre la parte superior del tabique sin el cuerpo. Era grotesco», contó Edith Farnswort a la prensa de la época.
Tras la sentencia en contra y harta de sentirse observada, Farnswort tomó una decisión estética de apariencia menor, pero que era toda una bofetada al gurú del «menos es mas», ¡¡¡cubrió las cristaleras de la casa con cortinas!!!
La propiedad cambio de manos en el año 1972, está considerada como patrimonio histórico de los Estados Unidos y funciona como museo desde entonces.
Aún no hay fecha ni título para la película, pero se ha elegido a Maggie Gyllenhaal para protagonizar a Edith Farnsworth, y para el papel de Mies van der Rohe se baraja entre los actores Jeff Bridges y Ralpf Fiennes.