Amaia Asategi es una magnífica artista plástica, poseedora de una desbordante imaginación, y las herramientas necesarias para llevar a cabo sus proyectos.
Nació en Durango, en una familia en la que todos, cada uno en una disciplina diferente, trabajan el gusto de hacer las cosas con las manos, mucha creatividad, y
una paciencia infinita para realizar sus proyectos.
A Amaia, no le gustaba mucho ir a la ikastola, solo se sentía feliz en las clases de dibujo, de plástica, o cuando había que realizar trabajos manuales, aún así, como niña responsable, siempre se esforzó para sacar adelante el resto de asignaturas, después de explicar sus comienzos académicos, es fácil de imaginar que su primer destino fue estudiar diseño gráfico, y la siguiente parada, la facultad de Bellas Artes de la UPV, ahí, se sintió como pez en el agua, disfrutando como lo hacen los verdaderos artistas.
Siempre pensando en crear, en emocionar, en contar historias por medio del arte, como artista conceptual, donde el proceso de realización de la obra es mucho más interesante, que el resultado final, ese es su objetivo, pero curiosamente, el resultado resulta ser de una perfección impecable.
La niña inquieta y soñadora trabajó mucho en la universidad.
La cultura, el conocimiento de la Historia del Arte, es fundamental a la hora de comprender el arte contemporáneo, hay que conocer las distintas formas de expresión, que el ser humano ha experimentado a través de los tiempos.
Amaia, siente el arte como algo social, que pertenece a todo tipo de personas, a todos los que les pueda interesar…
La soledad es fundamental a la hora de ordenar ideas, y tener perspectiva sobre los temas a desarrollar, pero a la vez las reuniones con otros compañeros, compartir experiencias y sensaciones, las visitas a los museos, y estar al día con las nuevas formas de expresión que van apareciendo en el panorama artístico.
Adora pensar que el arte no esté limitado, que está integrado en la sociedad, en la calle, que pueda unir a todo tipo de personas, entornos y situaciones…
Le gustaría que todos pudiéramos sentir, ante una obra de arte, teniendo siempre en cuenta que cada uno de nosotros podamos libremente ser conscientes de nuestras emociones, o incluso de la ausencia de ellas, frente a una manifestación artística.
El arte en libertad, a la hora de crear, y también a la hora de observar, comenta que en su proceso artístico le interesa investigar una metodología autónoma, un hacer íntimo, sin embargo no es una obra autobiográfica.
Siempre investigando nuevos caminos, como el diseño, la fusión de diferentes disciplinas artísticas, la fotografía, el color, en contacto con la naturaleza como parte de ella, me cita un maravilloso poema de Bitoriano Gangiaga, que dice así:
«Nik badakit ez naizela arbola bat edo sasi bat edo pinu bat gauaren erdian. Baina ezerk ez dit burutik kenduko holako zerbait ere banaizela»
«Yo sé que no soy un árbol o una zarza o un pino en medio de la noche. pero nada me quitará de la cabeza que algo de esto también soy»
Siempre en contacto con la naturaleza, pendiente de los materiales que esta nos ofrece, pero con mucho respeto y como punto de partida a una nueva creación.
Exigente en la idea y minuciosa en la ejecución, capaz de crear una escultura en gran formato como una serie de collares, realizados con materiales reciclados, como papel, con una infinita paciencia, va creando con sus propias manos, cada una de las piezas, con mucho esmero y delicadeza.
Su trabajo de fin de carrera no dejó indiferente a nadie.
Su idea principal fue crear algo que pudiera hacer con su propio cuerpo, para ello colocó una matriz de acetato, en la suela de cada una de sus zapatillas.
Recorría un entorno para que las plantillas recogieran información del lugar, cada paseo se desarrolló en un lugar distinto, y después estampaba las matrices de acetato en papel de grabado.
«Cada día era una imagen diferente», relacionando el camino con las heridas, registró del camino, toda esta información quedaba recogida en los grabados, metáfora de las nuevas oportunidades para conocer de primera mano nuestro entorno, donde las matrices se dañaban a través del contacto que corresponde al azar.
El proceso de estampación, refleja la curación de las heridas, pero en ningún caso se muestran rasguños ni agujeros, pero si cicatrices del pasado.
Admira a artistas como Eva Hesse, Francis Alys, Ana Mendieta, Pollock o Georgia O’keeffe, pero sobre todo a sus compañeros de la universidad.
No concibe un futuro sin crear, en colaboración con otros artistas de distintas disciplinas, la fusión de distintos estados.
La conversación con esta mujer joven, sensible, y tan entusiasta dejó en mi una gran huella, una sensación de haber compartido un rato con una persona bonita, tan bonita como esa parte de la naturaleza a la que ella está segura de pertenecer.
Yo solo puedo desearle que siga imaginando, creando, por ella misma y por los demás, por ese aire fresco que ella desprende y todos necesitamos.
Podéis ver sus trabajos en aiama.eus