Chalk Paint, la pintura ecológica

La Chalk Paint es una pintura natural que proviene de la tiza.
Libre de acrílicos, no es una pintura nueva, aunque algunos fabricantes la anuncien como tal, Michelangelo utilizó pintura que contenía tiza y cal, en el siglo XVI.
La tiza (carbonato de calcio) es el ingrediente principal de este tipo de pintura, cuanto más porcentaje de tiza lleve el producto es mejor, si la utilizamos con resinas naturales resulta perfecta porque se adherirá a cualquier mueble dejándolo transpirar, además hay que destacar su suavidad y porosidad, si se termina aplicando cera, quedará perfecto.
No es una pintura adecuada para exteriores o paredes, debido a su porosidad.
Las Chalk Paint que tienen más de un 35% de tiza son las mejores, la base de esta pintura es el agua, resulta muy fácil trabajar con ella, no necesita imprimación y no es tóxica. Al ser una pintura mate, se puede aplicar de diferentes maneras, no necesita decapar, se puede utilizar por encima de un mueble y se consiguen unos resultados muy novedosos, no huele y no es tóxica.
Podemos pintar con ella muebles, suelos, objetos decorativos, telas, plástico, vidrio, cartón, piedra e incluso metales.
Podemos recuperar ese mueble antiguo que nos parecía feo «sin lijar»
También crear estampados, o pintar un suelo, otra opción es cambiar el color de los textiles, como por ejemplo el sofá, o decorar tus cestos, para lo que se pueden utilizar plantillas.
Otra idea puede ser el renovar tu bici ya que está pintura se puede aplicar en metales.
Tenemos un sin fin de opciones, os animo a probar, comprobaréis lo magníficos que pueden ser los resultados.

Entre cosas bonitas

Me gustan mucho las flores, las cosas bonitas, el olor a limpio, el viento, la tranquilidad, el silencio, cuando algo me resulta atractivo soy capaz de estar mirándolo mucho tiempo, los objetos están en nuestra vida, siempre hay cosas allí por donde vamos, buscar la belleza es un ejercicio que reconforta mucho y está en todas partes, en las cosas más sencillas y en las más complejas, solo hay que fijarse.
La belleza transporta, emociona, y es muy democrática porque cada uno de nosotros podemos decidir lo que nos gusta ¡Y lo que no!
No hay reglas para la emoción, para observar ni para sentir.
Si nos acostumbramos a mirar, todo mejorara, ¡O por lo menos eso espero!

Lucia Moholy, la fotógrafa de la Bauhaus

Lucia Moholy
La fotógrafa de la Bauhaus

La Bauhaus además de ser la primera escuela de diseño del siglo XX, fue también todo un movimiento artístico que se convirtió en un referente internacional de la arquitectura, el arte y el diseño.
La Bauhaus es sinónimo de modernidad, de colores primarios, nuevas concepciones del espacio y de la forma y de la integración de las artes.
La escuela tuvo su sede en tres cuidades: Weimar, Dessau y Berlín.
Fue fundamental el trabajo de documentación de la fotógrafa
Lucia Moholy (Praga, 1894 – Zúrich, 1989), una mujer a la que muchas veces se ha intentado ocultar detrás del que fuera su marido, el también artista László Moholy-Nagy.
En los años veinte entra a formar parte de la Bauhaus de Walter Gropius, primero en la sede de Weimar y luego en la de Dessau, gracias a ella se documentó la construcción de la nueva sede, los interiores de las casas de los profesores, los trabajos que salían de los distintos talleres, retratos de sus compañeros, de las fiestas, de la vida cotidiana en la escuela.
Unas fotografías que entran de lleno en lo que se llamó nueva objetividad, con primerísimos planos, para captar desde la mayor de las proximidades, la expresión de los modelos.
Fotografías que en ocasiones repintaba para potenciar los efectos del claroscuro, imágenes en las que busca ángulos complejos, introduce distorsiones ópticas y una abstracción deliberada, para acentuar aquellos detalles que consideraba mas interesantes.
Al mismo tiempo, fotografía los interiores de la Bauhaus, las viviendas en las que los muebles están pensados en función de la misión cotidiana que tienen que cumplir.
Lucia Moholy, sirviéndose siempre de luz natural, tenía una especial habilidad para capturar la singularidad de los objetos, los espacios interiores y el mobiliario que se diseñaba en la escuela, así como su célebre arquitectura.
Su trabajo fue particularmente relevante para promover la estética y la filosofía de la Bauhaus.

La jaula vacía

Mi ética jamás me permitiría encerrar a un animal en una jaula, pero tengo que deciros que después de dejar bien claro esto, las jaulas son unos maravillosos objetos decorativos, hay jaulas antiguas de una belleza impresionante, algunas de ellas fabricadas en maderas nobles, se pueden llenar de flores, de velas, notas y de todas las cosas que nos de la imaginación, quedan preciosas como centros de mesa y si las colgamos evitaremos que ocupen espacio, si tenéis alguna podéis probar, los resultados serán muy buenos, y de alguna manera, iremos dejando atrás el fin para el que en un principio fueron fabricadas.

«Una vez encontró en los arbustos una jaula de palomas.
Se la llevó
Y para eso la tiene,
Para que siga vacía».

Wislawa Szymborska

Decorar en azul Klein

Yves Klein fue un artista francés, nació en Niza en el año 1928 y falleció en París en el año 1962.
En un periodo de creatividad prodigiosa que duró desde 1954 hasta su muerte en 1862, Klein definió el curso del arte occidental.
Lo hizo gracias a su compromiso con el poder espiritualmente edificante del color: dorado, rosa, pero sobre todo azul. De hecho, su devoción cromática era tan profunda que en 1960 patentó un color de su invención que llamó international Klein Blue (azul Klein internacional)
Mediante la pintura monocromática, Klein pretendía individualizar el color y reivindicar su unidad y fuerza propia, argumentando que hay un mundo viviente en cada color, capaz de transmitir sin necesidad de nada más.
«Sentir el alma, sin explicaciones, sin palabras, y representar ese sentimiento, eso es lo que me ha llevado a la monocromia», afirmó Klein.
Con sus pinturas monocromas, no apuntaba a un simple recurso estético si no que buscaba que el color sensibilizara al espectador. Al principio hizo pinturas monocromas de distintos colores. Luego las pintó con su particular azul ultramar.
Crear un color que uniera mar y cielo, sin dimensiones, y que, además, fuera tan deslumbrante que sensibilizará al espectador.
Usó un fijador llamado rhodopas, con el que consiguió mantener intacto el color azul después de más de medio siglo.
Cuando Klein realizó sus obras no se sabía que se trataba de un producto tóxico «el fijador del IKB pudo haberle provocado la muerte, pero en ese tiempo nadie lo sabía».
Esta búsqueda guió a Yves Klein, artista clave del siglo XX, que realizó su prolífica y revolucionaria obra en tan solo siete años.

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