Ayer por la tarde fui a ese lugar que se publicita como » La República Independiente de Mi Casa» y no me pasó nada. Ni palpitaciones estentóreas ni mini- crisis de ansiedad claustrofóbica – llevaba el alprazolam porsiaca en un bolsillo secreto del chambergo.Es cierto que fui con dos condiciones: que pudiera salir cuando quisiera y que mi señora esposa me garantizara que sabía por dónde salir.
Pero, luego, todo fue a pedir de boca. Acodado en mi carrito me hice todo el recorrido sin recurrir a ningún atajo. Incluso intenté comprar una » base-para- portátil- sobre-piernas » pero a la vista de que me metía en un loop sado-masoquista entre la » zona textil » y el «espacio oficinas «, desistí con gran caballerosidad a fuer de amabilidad. Otro sí me ocurrió a la salida, pues mi intento de hacerme con un poco del icónico salmón ahumado también se esfumó ante la longitud impresionante de la cola de paganos – continuaré tirando del análogo del Bidasoa.
Y además, fiel a mis tendencias sociologopáticas, entretúveme en hacer una fenomenología de bolsillo entre bambalinas. Así pude distinguir entre los siguientes grupos: A) Parejas jóvenes- ellas generalmente embarazadas- en mirándose tiernamente a los ojos; B) Parejas maduras de segundo o tercer arrejuntamiento, mirando los smartphones y haciendo cuentas ; C) Parejas ancianas de mirada perdida apoyándose mutuamente o tirando uno de ellos de la silla de ruedas del otro; D) No incluidos en las anteriores clasificaciones ( es que me cansé…
En resumen, una jornada en la que la familia superó en mucho al municipio y al sindicato, en plena conciencia republicana itinerante.