El militar en la reserva Jair Bolsonaro ha jurado su cargo como Presidente del Brasil tras ganar las elecciones a punta de urna ,y un coro de lamentaciones, unificado y polivalente, se ha extendido desde Oriente ( menos) hasta Occidente ( según y dónde), tildándole de ultraderechista en lo político y de reaccionario en lo ideológico.
Sobre este último aspecto , el nuevo Presidente ha dejado claro que pretende recuperar los » valores tradicionales brasileños» ( se supone que desde la colonización¨) y que, articulándose en la vertiente evangelista del judeo-cristianismo, propone la familia como núcleo social básico ( no se sabe si luego vendrán el municipio y el sindicato) despojada de toda heterogeneidad añadida y singularmente del matrimonio homosexual ,y/o sancionada en extensión por la «ideología de género». Otro sí , se ha presentado como un a modo de terminator del » socialismo » ( se desconoce, por ahora, si también de la masonería internacional. Finalmente, propone a «Dios» como valor «constitucional» supremo, lo cual que ya no nos es tan ajeno pues figuraba el Tal en el lema de los tercios carlistas ( «Dios, Patria, Rey».
En cualquier caso, no estaría de más, dejarse de jeremiadas masoquistas y de proclamaciones de fantamas del pasado y del futuro, y ponerse a pensar sobre las razones por que estas ideas tan sencillas y acaso primarias han embelesado a la mayoría de los (y las, of course) votantes, cuando no hace tanto tiempo fueron seducidos ( y seducidas, of course) por las manifiestamente opuestas. Y, consecuentemente, reflexionar sine ira sobre qué ha podido ocurrir entre tanto.
Pues, señores (y señoras, of course) de la oposición mundi-global, habrá que estar en las duras y no sólo en las maduras ¿No?…