Cuando tenía doce años , murió su madre. Su padre desapareció y el hermano mayor, de dieciséis , se hizo cargo de ella y de su hermana pequeña.
A los catorce años comenzó a trabajar » de puertas adentro», es decir como interina en varias casas. A los diecisiete se quedó embarazada, tuvo un hijo que murió al poco tiempo tras un fuerte resfriado.
El hermano mayor emigró a Madrid y se fue trayendo a sus hermanas poco a poco. Ahora viven desperdigados por la piel de toro.
Ella continúa dedicándose a la limpieza de casas ajenas. Ha tenido otro hijo y espera que tenga un mejor futuro. Por lo demás , hace mucho tiempo que no ha vuelto a su país de origen pues , por lo que le han contado, le podría salir una urticaria si volviera a comer aquella comida y a beber de aquel agua con la que se crió.
Sabe que hay muchas mujeres como ella que ya no sólo se dedican a limpiar casas sino también a atender a niños y mayores, toda vez que muchas mujeres autóctonas no han conseguido compartir las labores de la casa o ,simplemente, las han subrogado para atender a su vida profesional – la transversalidad en ocasiones pierde el punto de vista de clase.
Lo que no sabe, pero atisba, es que , si por medio de un pase mágico, desaparecieran todas » ellas», nuestra vida social se colapsaría , tal y como advirtió en su momento Sergio Arau en su One day without a Mexican (2004) en un USA sin Trump.
Y, por supuesto, ignora completamente quién es ese especialista en épater le bourgeois que se esconde bajo el pseudónimo de Michel Houellebecq porque apenas si sabe escribir malamente un par de lineas…