A LA BÚSQUEDA (de la endorfina perdida)

Para el común de los mortales ( y de las mortales, of course) el 40 de mayo suele ser la fecha de quitarse el sayo y abandonar las prácticas deportivas indoor, sustituyéndolas por otras aeróbicas, salvo que se pertenezca a alguna élite esforzada y para-olímpica o para-límpica.

Y es que el deporte, en sus diversas modalidades y niveles se ha convertido más que en aquella nueva «forma de trabajo» que mentaba Ernst Jünger, en un a modo de religión civil, con sus dogmas, ritos e iglesias, que anticipó Émile Durkheim al principio del siglo pasado y confirmó luego Pierre Bourdieu en sus investigaciones sociológicas.

Y como en toda religión , sea civil o tradicional, hay también en esta creyentes no practicantes, practicantes no muy creyentes y, por supuesto, muy creyentes muy practicantes, al modo de los hikikomori japoneses pues si bien estos últimos no salen de casa abducidos por sus pantallas, aquellos no paran en ellas, bajándose de la bici para subirse al ala delta.

Durkheim, que era un racionalista más intuitivo que empírico – porque no pudo o no le dio tiempo- definió el momento álgido de las celebraciones religiosas como singulares «fenómenos de efervescencia colectiva» y algo de todo ello debe de haber en las cordadas de montañeros o en los pelotones ciclistas, pues salvo error de cálculo somático u omisión de la debida prevención, quienes participan en estas tenidas de esfuerzo compartido, se revelan luego transformados ( y transformadas, of course) por la catarata de endorfinas desplegada, dando buena cuenta de ello en sus posteriores relatos apologéticos..Y claro, una vez probada la fruta prohibida – ¡ Seréis como dioses!- ya solo se quiere volver a repetir la experiencia una y otra vez, ritualmente .

Any way, bienvenida sea esta nueva religión que al menos sitúa la trascendencia a la vuelta de la esquina y no en las postrimerías , y que entre tanto, como todas las religiones que en el mundo han sido combina de manera espléndida el ocio y el negocio, a la búsqueda de la endorfina perdida y hallada en el templo del deporte…

Publicado por

Vicente Huici

Sociólogo, neuropsicólogo y escritor.

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