A la vista de lo que está ocurriendo en mi Navarra originaria, es decir ,ante la constatación de la impotencia que se puede llegar a sentir frente al mercadeo político – ya no se sabe qué van a hacer con tu voto; y peor, no te podías ni imaginar qué habían hecho antes sin que te enteraras tras darles tu apoyo – dan ganas, muchas ganas, de irse a «una casucha rústica, en cualquier burgo solitario, donde enterrarse solo, con las uñas largas, sucio y peludo, para lanzarle desde allí un solemnísimo escupitajo a toda la civilidad» ( Luigi Pirandello, 14 de julio de 1916).
Esta idea desesperada no es muy original, pues la huida como alternativa, bien que en un sentido más positivo, estaba ya detrás de Henry David Thoreau durante el tiempo que vivió en una cabaña construida por él mismo, cercana al lago Walden, y también en la teoría del «anarca» de Ernst Jünger, explícita en su obra La emboscadura ( 1951).
Pero, claro, huir, abandonar a los contemporáneos, es asimismo eclipsarse como colindante y sentirse algo más – un dios- o algo menos – un animal- pero siempre ilimitado…
Mas, ay de aquel ( o de aquella, of course ) que circule por esas tan altas o tan bajas veredas , pues acabará «sin tribu, sin ley, sin hogar» , como cantaba Homero y recordaba Aristóteles , y acaso , y sin querer, se adherirá a una gran voluntad todopoderosa y abstracta, como le ocurrió a Pirandello con el fascismo o a Jünger con el nacionalsocialismo.
Así que quizá no queda por hacer sino un profundo acto de anónima humildad, en la esperanza de que los frutos de este marketing político sometido a los prime times y articulado en la insulsa tecnocracia, se devoren entre sí y dejen algún camino libre…