El otro día , mientras esperábamos el comienzo de la presentación de un libro del que ya dí cuenta oportunamente, un joven grande y bien barbado sentado a mi lado, hojeaba Crónica sentimental de España, de Manuel Vázquez Montalbán.» ¡Vaya! Pero, quién puede leer eso todavía?» le comenté. Y él respondió: » Un filólogo» . Y poco después añadió: » Este año ha sido el año de Vázquez Montalbán».
Quizá. Desde luego ha aparecido una reedición de sus «Obras completas», lo que no es poco. Y es que este año se cumplen quince de la muerte de MVM, como habitualmente le llamábamos quienes no nos atrevíamos a llamarle «Manolo».
MVM murió en el aeropuerto de Bangkok . No pudo tener mejor muerte literaria, aunque prematura, pues el escritor catalán tan sólo contaba sesenta y cuatro años. Una muerte coherente con su vida, en un lugar de tránsito y en un país exótico.
Pues MVM fue siempre amigo de los tránsitos y de los exotismos en el sentido más estricto. Dio muchas vueltas en su vida, pero siempre, afiliado o no al comunismo oficial, sus tránsitos fueron hacia lugares donde la expresión izquierda tenía todavía algún sentido, fuera en Cuba o en Chiapas.
Y también su obra fue un transitar continuo entre la novela – y no sólo de la larga serie Carvalho – , el ensayo – fue el primero en avisar que tras » la muerte del sujeto» vendrían otras más -, el artículo – ¡ aquellos fabulosos de Triunfo! – y la poesía, sabiendo quedar fuera del cauce formal al uso, siendo experimentalista entre los realistas y realista entre los experimentalistas.
Se podría escribir mucho acerca de su obra – y en estos lares recordar su Galíndez ( 1990 ).Yo lo hice en su momento y lo hice así:
“ Venga, jefe, que ya es hora de que se despierte” oyó Pepe Carvalho mientras le llegaba una vaharada de café recién hecho. Abrió el ojo izquierdo. Biscuter, agachado frente a él, le ofrecía una taza de la que salía un hilillo de humo. “ ¡ Ánimo! ¡ Apúrelo que tiene que ir a por la Charo!” . “ ¿A por la Charo?” saltó Carvalho abriendo el ojo derecho. “ Sí, a por la Charo, que hoy es jueves” se ratificó Biscuter cabeceando comprensivamente.
Carvalho se incorporó como pudo en el sofá y se tomó el café de un trago. Cuando Biscuter se retiró, se levantó y se estiró. Después, se asomó a la ventana ajustándose los pantalones. Barcelona se extendía a sus pies cubierta por una neblina casi navideña. Volvió sobre sus pasos y revolvió con unas tenazas las cenizas calientes que habían quedado en la chimenea. A continuación, giró sobre sí mismo para enfrentarse a la biblioteca. Inclinando la cabeza a un lado y a otro, se desplazó lentamente a lo largo de la línea de las baldas y, de pronto, se detuvo y cogió un libro. “ Así que La Literatura en la construcción de la sociedad democrática ” dijo en voz alta mientras arrojaba el volumen sobre las brasas.
En ese momento sonó el teléfono. Biscuter fue a cogerlo, pero Carvalho se le adelantó. “ Diga” dijo con voz tronante. “ ¿ El señor Carvalho?” preguntó una voz amable. “ Depende”. “ ¿Cómo que depende?” “ Pues que depende para qué”. “ ¡Ah ¡ Ya! ¡ Sí! Mi nombre es Andrea Camilleri y soy siciliano…” . “ El asunto promete” dijo Carvalho más animado. “ Bueno, no se trata de lo que usted piensa…” . “ Yo no pienso nada. Cuénteme”. “ Le suena a usted un tal Manuel Vázquez Montalbán? “. “ Por supuesto, precisamente acabo de echar a la hoguera uno de sus libros”. “ ¿ De echar a la hoguera…?” . “ Es una vieja costumbre, no tiene la menor importancia”. “ Ya, ya. Bueno el caso es que ha muerto”. “ ¡ Ah! ¡ Vaya!”. “ Sí, le han encontrado difunto en el aeropuerto de Bangkok”. “ Curioso lugar para encontrar a alguien palmera”. “ Sí, eso mismo pienso yo. La versión oficial dice que ha sido debido a un ataque de corazón…” . “ Y usted, ¿ qué dice?”. “ Yo tengo mis dudas, pero creo que ha sido asesinado”. “ Esas son palabras mayores”. “ Bueno, le interesa el caso, ¿ sí o no?”. “ Lo pensaré, déjeme usted su teléfono”. Carvalho apuntó en la solapa de un viejo sobre el teléfono de Camilleri y se despidió sin mayores cumplidos.
“ ¿ Quién era, jefe?” dijo Biscuter desde la cocina. “ Nada, un siciliano que quería que investigara la muerte de un escritor en un aeropuerto de las chimbambas” . “ Pues, oiga, jefe, eso promete” continuó Biscuter asomando la cabeza por la puerta. “ Sí, puede ser. Ya veremos. A decir verdad estoy un poco cansado. No sé, quizá sea este mi último caso. ¿ Cuándo hay que ir a por la Charo?” . “ Antes de que oscurezca” respondió Biscuter perdiéndose de nuevo en la cocina…