Aquel anarquista de derechas que fue Josep Pla decía en sus crónicas italianas – escritas durante la Marcha sobre Roma fascista – que la gente estaba tan tranquila en sus casas hasta que vino un tipo llamado Mussolini , dijo que todo iba muy mal, se lo creyeron y se echaron a la calle.
Fenómenos como este se han repetido, se repiten y se repetirán y siempre precisarán de un líder, de alguien con carisma ( que diría Weber) que se presenta como elegido por Dios ( «Francisco Franco, caudillo de España por la gracia de Dios» ) o por el Pueblo ( que se convierte en » un dios en la tierra». Entre los carismáticos ( y carismáticas) los hay y los ha habido un tanto voceras como el mismo Mussolini o , acaso ahora, Mr. Trump. Luego están los circunspectos como Aznar – que hablaba catalán en la intimidad como dejando caer las palabras- o Putin – quien parece estar siempre susurrando por un micrófono oculto con algún ex-colega del KGB. Y también los dicharacheros, entre los que en estos tiempos sobresale J. C. Juncker que no para de dar besos en todas las reuniones.
Como todo lo anterior se produce muy lejos de la «sequedad del pensamiento» y de la » frialdad oscura del concepto» ( Hegel , newly), es decir, en un régimen de notable emocionalidad, se puede cada uno y cada una sumar a la corriente haciendo caso a aquello que comentaba Gracián de que » antes loco con todos, que sabio a solas». O bien, levantar el dedo y manifestar el deseo de no ser salvado( o salvada) de nada ni por nadie…pero, claro…