LA PANDEMIA ( y «la culpa»)

Son ya muchas, demasiadas, las voces que se oyen ,fundamentalmente en los medios de comunicación audiovisual, expresando la desazón cuando no el enfado porque «no estamos siendo lo suficientemente responsables» frente a la pandemia del COVID-19. El tipo de argumentación recuerda mucho al que se tuvo que escuchar durante la crisis económica que comenzó en 2008, y que afirmaba que «habíamos gastado demasiado».

Para cualquiera que se detenga un poco a reflexionar, la utilización de estas argumentaciones análogas no deja de resultar un modelo de transferencia de culpa por cuyo medio, tras un análisis simplista, parcial e interesado, una catástrofe global, desatada por acciones u omisiones particulares y específicas, se catartiza proyectándola hacia toda la ciudadanía

El efecto de esta transferencia de la culpa es doble. Por un lado se diluye la responsabilidad de quienes desencadenaron o deberían haber previsto la catástrofe; por otro se reagrupa a toda la colectividad de cara a una acción común que , aceptando un régimen disciplinario antes impensable , encontrará rápidamente culpables ad intra para fortalecerse hasta llegar a argumentar que cualquier rebeldía está organizada.

Sin duda, en una cultura anclada sotto voce en la culpa originaria, en el «pecado original» ,no resulta muy difícil llevar a cabo este tipo de transferencias, sobre todo cuando las circunstancias políticas favorecen la sucesión impertérrita de maniqueísmos.

Pero, como sabemos por la Mitología, por la Literatura, por la Historia y más recientemente por la Psicología ,antes o después, las culpas se purgan, individualmente y colectivamente, prolongándose entre la depresión y la histeria.

¿No sería entonces mejor hablar claro?¿ Deslindar las responsabilidades sin escurrir el bulto?¿ Aceptar los errores aunque no haya propósito de la enmienda? ¿ No sería mejor, en fin, dejar de sumar al sufrimiento físico, económico y social , la culpa moral?

LA PANDEMIA ( y «La Naturaleza»)

La cabaña de Henry David Thoreau

Decía José Ortega y Gasset que cuando se producen crisis sistémicas en cualquier sociedad, siempre surge una corriente reivindicativa de retorno a la Naturaleza. Se pretende así recuperar un a modo de vínculo originario del que el modelo social ( generalización de lo económico, lo político y lo cultural) se habría apartado hasta cuestionar peligrosamente la supervivencia. Habitualmente, la corriente naturalística tiene una fuerte componente culposa en la que , por elevación, se reprocha a la Humanidad haber traicionado a la Naturaleza.

También a lo largo de la crisis global que estamos padeciendo como consecuencia de la pandemia del COVID-19, ha surgido una corriente semejante que, apoyándose en datos científicos probablemente ciertos ( y relativos al calentamiento global y cuestiones análogas) ha sido luego abducida desde planteamientos principistas culpando al desarrollo económico capitalista de haber culminado con la globalización el expolio de la naturaleza y proponiendo un modelo de arrepentimiento articulado en maximalismos dogmáticos, cuando no inverosímiles.

Y aun teniendo en cuenta que probablemente , como tantas otras veces, el Sistema se corregirá a sí mismo para mantener su tasa de ganancia porque al cabo no es sino la ordenación racional del expolio ( Max Weber), entre tanto el naturalismo opcional ha encontrado ya su nicho comercial.

Pues, con señaladas excepciones, casi nadie se propone volver a la vida natural construyéndose una cabaña a lo Thoreau, sino más bien se prefiere un lugar,por ejemplo, con cobertura telefónica y fibra óptica. Y la degustación casi siempre ocasional de la Naturaleza está hoy en día parapetada por una amplia gama de productos, desde diferentes tipos de ropa o de calzado hasta los correspondientes GPS pasando por toda una larga serie de prótesis para quienes vayan a caminar, a escalar o «hacer monte», a esquiar , a andar en bici, a nadar, a navegar o a …la lista es interminable como terminable es el número y nombre de las empresas multinacionales que los suministran.

Habrá que estar pues al tanto y matizar mucho porque, como ya ha ocurrido en episodios históricos muy próximos, lo alternativo, puede perfectamente ser absorbido por la larga mano del Capital, cumpliendo la profecía destacada por R. K. Merton que señaló que la a-nomia de hoy acaso no es sino la nomia de mañana :para algunos viajes no se necesitan alforjas tan engañosas.

Y todo ello sin profundizar en que sea, en estos momentos, «lo natural» o La Naturaleza…

LA PANDEMIA ( y las otras plagas)

Recientemente un conocido y reconocido escritor que aprecio asimétricamente, comentaba en su columna dominical que a la pandemia del COVID-19 se le han sumado dos plagas colaterales ( «laterales», según sus palabras)

La primera estaría constituida por una turba de cursis estomagantes que no dejan de lamentarse «por los abrazos perdidos, por las sonrisas tapadas, por las manos que ya no pueden cogerse, por los abuelos a los que no podemos ver y demás», lo cual que no le cuadra sino como postureo al susodicho escritor, dado «el país bestia» en que vivimos.

La segunda plaga vendría manifestándose en una legión de cenizos furiosos que bajo la forma de «sociólogos , politólogos, pseudocientíficos» e incluso «autodenominados filósofos» , anuncian el Apocalipsis, «como los sacerdotes de siempre», rasgándose las vestiduras ante los graves pecados cometidos por la Humanidad contra la Madre Tierra, y previenen contra «inundaciones, incendios, terremotos y maremotos», así como de nuevas e inminentes epidemias y pandemias, bajo el grito de ¡Arrepentíos:el fin está cerca!

Peut-être: razones las hay a favor y en contra . Pero acaso sea también posible dar cuenta de otra plaga – lateral o colateral, según guste- y que quizá sea la de los autoritarios empíricos que han aparecido como setas en todos los ámbitos , desde la familia hasta el sindicato , pasando por el municipio y, por elevación, en otras instancias del Estado, que no cesan de dar órdenes y contraórdenes legitimadas desde la experiencia de su misma autoridad ejecutiva, y que, a lo peor sin saberlo, recurren a viejos y toscos argumentos conspirativos tomados del más puro estilo fascista, cuando sus decisiones son discutidas o no cumplidas a rajatabla.

Y, en fin, el COVID-19 pasará pues , como dice el refrán, «no hay mal que cien años dure», los cursis estomagantes probablemente moderarán su postureo al perder prestigio en la pomada, los cenizos furiosos perderán previsiblemente audiencia y presencia ante la nueva normalidad que no distara mucho de la anterior, pero ¿y los autoritarios empíricos…?¿Hasta cuándo se mantendrán en la palestra?

LA PANDEMIA (y sus «tiempos»)

«La ocasión la pintan calva»

(para J. Ppa, que me ha dado la idea y la ocasión )

La pandemia del COVID-19 está siendo una larga circunstancia para experimentar percepciones muy diferentes de lo que habitualmente se denomina «tiempo».

Así, los acontecimientos mayores, los reajustes en la vida sanitaria ( cuarentenas, ingresos hospitalarios, altas, vacunaciones),social ( confinamientos) , económica (cierres y aperturas, ERTES y ERES) , política ( acuerdos y desacuerdos) y cultural ( limitaciones y delimitaciones ) se inscriben en el «tiempo cronológico», el viejo Chrónos de la tradición griega que se articula en años, meses, días y horas, y que tiene como referencias usuales el reloj y el calendario.

Sin embargo, para una gran parte de la población todo lo anterior le está pareciendo «una eternidad», una forma de tiempo siempre presente e ineludible en su agobiante inmediatez, evocando así, y probablemente desde la inconsciencia ideológica, el también antiguo Aión griego, la Eternidad inmóvil, de la cual el Chrónos, ya según Platón, era su copia o imitación móvil.

A su vez, estas percepciones cronológicas y eternizantes, van siendo cada vez más compatibles , en la medida en que se desenraizan de sí mismas, con la vivencia de lo que Bergson denominó la Duración, una forma subjetiva de percepción temporal que prescindiendo fundamentalmente del tiempo del reloj, se sumerje en la experiencia inmediata, en soledad o en compañía, objetivándose en un quehacer entusiástico que tiene un fin en sí mismo o en una querencia liberadora que se desprende de cualquier egocentrismo.

Pero, generalmente, para llegar a vivir dicha experiencia de la Duración, suele ser necesario rescatar cierto sentido de la oportunidad, del tiempo adecuado para hacer o no hacer determinadas cosas, recuperar, en fin la tercera forma temporal ya descrita por la filosofía griega , que no es sino el Kairós, el tiempo de la ocasión, el de «la ocasión la pintan calva» porque, a veces,bajo el acoso del Kronos, que es también el tiempo del Trabajo y el Capital y en la angustia del Aión ,no se percibe ese momento justo que «hay que coger por los pelos» antes de que desaparezca.

Es de suponer que, a más de las demostraciones de disciplina social, profesionalidad o solidaridad que ya están constituyendo valores positivos en esta pandemia, la experiencia de la Duración , individual o social, y una mayor atención ante las señales del advenimiento de la Ocasión , resulten al cabo favorables…

LA PANDEMIA ( y las falsas dicotomías)

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La dicotomía, en su sentido ideológico, suele ser una falacia lógica que conlleva un falso dilema al presentar dos puntos de vista como únicas opciones analíticas posibles de una situación. Tales falsos dilemas obvian una o más opciones alternativas – falacia del tercero excluido – porque no se acomodan a decisiones previamente tomadas, de manera que actúan como operadores de legitimidad de las acciones correspondientes.

En el caso de la pandemia del COVID-19 , la dicotomía predominante es la que contrapone salud y economía, y de hecho , las decisiones políticas van oscilando según la importancia que se otorga a cada uno de los dos aspectos dicotómicos.

Pero, como se ha señalado, el método dicotómico se articula obviando otros puntos de vista y, en este caso, uno de ellos es la dimensión psico-social, esa que más implica a la ciudadanía en su vida cotidiana.

En esa dimensión pueden situarse las restricciones de movilidad que afectan seriamente no solo a una dimensión biológica (E.T. Hall) , en su sentido básico o extendido hasta la actividad física programada, sino también a las oportunidades de socialización que no pueden ser en modo alguno compensadas a través de medios electrónicos, como reiteradamente y oportunistamente se está proclamando.

En este sentido, el confinamiento estricto, o sus figuras veniales en forma de toques de queda , cierres perimetrales o suspensión de actividades de ocio y cultura, no dejan de ser elevadores internos de la presión social que pueden estar cebando una bomba que explote en el lugar y el momento más inexperados, y con la excusa más insólita.

Contemplar, por lo tanto y al menos , esta dimensión de la pandemia, intentando apartarse de la dicotomía entre la salud y la economía, y obrar en consecuencia, debería ser una obligación de quienes detentan responsabilidades de poder o acaso de quienes les asesoran, pues, al cabo, los falsos dilemas pueden permitir opciones tácticas vistosas, pero se muestran impotentes ante las derivas estratégicas. Y todavía más cuando lo que se está generando día tras día es una enorme bolsa de culpa social…

LA PANDEMIA ( de las arbitrariedades)

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Desde los medios de comunicación y desde las redes sociales, hoy en día los mayores dispositivos de la construcción social de la realidad ( Berger y Luckmann), no cesan de llegar largas listas de arbitrariedades, entendiendo por tales acciones y discursos sujetos «a la libre voluntad o al capricho antes que a la ley o a la razón».

Así, desde la televisión , la radio y los periódicos, sobre todo desde algunos particularmente partícipes de una condición propagandística, se pretende, por ejemplo, que la ciudadanía este pendiente del sistema sanitario, cuando más bien debería ser al revés , o que acepte sin información ( ni acaso formación) previa, algunas decisiones del poder ejecutivo que afectan a libertades fundamentales, bien sean relativas a la movilidad, el trabajo,la educación o el ocio.

Por otro lado, desde Whatsapp,Facebook, Twitter o Instagram, llegan continuas y dispersas réplicas bien en forma de anécdotas elevadas a categoría universal, bien en códigos humorísticos , bien en llamamientos apocalípticos.

Y si la arbitrariedad se muestra como característica de todo lo anterior que, desgraciadamente, se suele superponer alternativamente, quizá sea porque se percibe asimismo un déficit democrático en la gestión global de la situación.

Pues, enredados en disputas de gobernanza y co-gobernanza, quienes detentan el poder parecen haberse olvidado de refrendar sus decisiones estratégicas y tácticas en los órganos representativos correspondientes tras aportar toda la información disponible, interpretando los acuerdos pactados aleatoriamente,una vez que se han creado órganos consultivos, mayormente desde una perspectiva unidimensional, que acaso están obviando que la pandemia no es solo una cuestión sanitaria o económica, como repiten una y otra vez, sino también psico-social.

De estas deficiencias democráticas que si no se corrigen habrán llegado para quedarse como un nuevo estilo de trabajo ,tan caro , en todos los sentidos, a los tecnócratas, puede desprenderse esa percepción social de arbitrariedad, esa cruel constatación de que lo que se hace y lo que se dice obedece más «a la libre voluntad o al capricho antes que a la ley o a la razón».

Es de esperar que la pandemia no se convierta así en la ocasión perfecta para uno de esos retrocesos democráticos tan habituales en estos lares. Y para ello, para conjurar las arbitariedades, no hace falta sino lo de siempre : «¡Luz y taquígrafos!»

LA PANDEMIA (Cifras y letras)

Las cifras se manifiestan cada vez más irrelevantes y van perdiendo su capacidad retórica.

Así, las relativas resultan al cabo ininteligibles pues al variar las condiciones en las que se obtienen, los guarismos resultantes no se acaban de comprender: el efecto de verdad se esfuma a pesar de venir articulado desde un supuesto científico, toda vez que los criterios de verdad anteriores, el filosófico o incluso el religioso, continúan vigentes sotto voce ( Dodds) o explícitamente.

Por otro lado, las cifras absolutas, al no estar contextualizadas cualitativamente, no acaban de resultar representativas de nada salvo de la connotación de que el sistema ad hoc está muy estresado.

Por si fuera poco lo anterior, la insistencia en la actualización día tras día de los cambios relativos y absolutos adopta una formulación apocalíptica que disuade la atención por mera saturación.

Las letras, orales y escritas, por su lado, no dejan de crear un tejido comunicativo dispar y en ocasiones disparatado, en el que se alternan noticias de sesudos estudios o llamamientos tópicos en tono clerical desde los grandes medios de información y propaganda, con cotilleos multicolores y variopintos reiteradamente circulantes a través de las redes sociales.

El efecto global de esta polución logofrénica no resulta sino un exacerbamiento de lo discursivo que resulta impotente frente a la fuerza compulsiva de lo no- discursivo ( Foucault). Y una buena y fácil prueba de ello es que más allá de la apología interesada de las plataformas virtuales, en cuanto es posible los montes se llenan de familias, las carreteras de bicicletas , los paseos de viandantes y los bares de colegas, en un deseo desbordado de recuperar el nivel anterior de endorfinas físicas y metafísicas.

El resultado global de esta desgraciada combinación de cifras y letras es una cierta inverosimilitud acerca de lo que realmente está ocurriendo, algo sobre lo que deberían reflexionar quienes tienen el poder en sus manos y de quienes se espera, debe esperarse, una buena gobernanza.

DISFRAZ ( y disfraces)

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“ Cuando no hay modelos avalados ni avalables no queda otra salida que la utopía o el cinismo, a veces disfrazado de un pragmatismo disfrazado de eficacia histórica disfrazada de la virtud de la prudencia”

He recordado esta frase de Manuel Vázquez Montalbán , perteneciente a su libro Asesinato en el Comité Central, una obra publicada en 1981 , el año del 23-F, del asalto armado al Congreso protagonizado por el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero – y que se desplegó en imágenes muy similares , aun en su diferencia, a los recientes sucesos del Capitolio estadounidense.

Y la he recordado porque , a la vista de episodios tan dispares como la ya cotidiana pandemia del COVID-19 (¡ 19!) o una nevada tan imprevista como imprevisible, lo que se ha ofrecido es un a modo de teoría de los disfraces sucesivos, de cajas chinas de palabras bajo las que parecemos sucumbir bien por ininteligibilidad última, por saturación semántica, o por fin, en un desesperado encierro discursivo autorreferente.

Y , aunque parezca políticamente incorrecto, socialmente insolidario y culturalmente acrítico, se me ha ocurrido que frente a tanto disfraz superpuesto , de diseño pero sin embargo de prêt-à-porter, tan solo queda hacer sordina y dirigir la mirada hacia un árbol, hacia una flor, si acaso hacia una nube pasajera, para recuperar algo de un habla no contaminada frente al lenguaje del discurso omnipotente  que sólo deja decir lo que quiere decir…

2020 (¿Annus horribilis?)

Si he de fiarme de los editoriales de los medios de comunicación, de las redes sociales e incluso de muchas de las felicitaciones navideñas que he ido recibiendo , ha sido este un «annus horribilis».

Y a la vista de algunos datos nada se puede objetar a esta calificación: han sido muchos, demasiados, los muertos, así como la paralización brutal de la vida económica y social, por no hablar del esfuerzo titánico y sostenido del mundo sanitario.

Sin embargo, repasando las 205 columnas publicadas aquí a lo largo de estos meses, he encontrado ciertos aspectos positivos que creo que también se deberían tener en cuenta.

Así, y sobre todo, la solidaria respuesta ciudadana que, salvo excepciones- unas muy torpes , otras simplemente picarescas- ha ido cumpliendo con todas las exigencias que se han ido imponiendo, mostrándose incluso en ocasiones rasgos heroicos en la atención a los más abandonados : esta experiencia colectiva marcará sin duda a varias generaciones que habrán tenido la oportunidad de comprender el valor de los vínculos comunitarios como fundamento de la supervivencia.

Otro tanto se puede decir de la crisis económica generada, en la que se han puesto de manifiesto las fisuras de un modelo globalizado- el reverso de la «pan-demia»- que sin duda habrá que revisar desde nuevos criterios, incluidos los ecológicos, sociales y sanitarios: insistir en que la recuperación económica retome caminos obsoletos por muy trillados , sería un delirio, como ya lo fue la fácil y perversa sumisión al turismo de playa , de cocina o de museo, siguiendo inconscientemente la pauta franquista.

Asimismo el incremento tan abrumador como impredecible hasta hace muy poco, de la relación digital – en el ámbito privado, pero también en el teletrabajo, en la tele-educación , en el tele-comercio y hasta en el tele- sexo – ha generado un dispar conjunto de experiencias hasta constituirse en una nueva dimensión de la realidad: al respecto resultará ineludible llevar a cabo una reflexión sopesada sobre su trascendencia antropológica

Y, en fin, en el contexto político – y sin profundizar mucho – a la vista de los cambios propios y ultramarinos, puede que sea la hora de que  «el programa liberal integral» se convierta por fin «en el programa mínimo del partido socialista» , como decía Gramsci hace ya más de cien años y cien años después de la Constitución de Cádiz: hacer de Europa el lugar de una moderada utopía tantas veces postergada en la piel de toro, puede ser también un aliciente común y unificador en las diferencias.

Desde el I Ching, en la filosofía tradicional oriental las crisis han sido siempre interpretadas como ocasiones para el cambio, para despegarse de lo viejo y abrazar lo nuevo. Pero sin ir más lejos, el tantas veces citado Baltasar Gracián ya dijo en pleno siglo XVII que » Todas las cosas se han de tomar, no por el corte, que ofendan, sino por la empuñadura, que defiendan».

Así que 2020 ¿ annus horribilis? No necesariamente si se afrontan con valentía los cambios, muchos ya irreversibles, que , por defecto, se han anunciado…

TXORI-ONAK

Como todos los años por estas fechas, he enviado a los amigos y amigas más próximos una felicitación , añadiendo mis mejores deseos para el año entrante, en este caso, el 2021.

En otras ocasiones, las respuestas han venido siendo tan cariñosas como convencionales. Pero este año , por lo general, se han vuelto mucho más matizadas, debido, sin duda, a las particulares circunstancias de la pandemia.

Así , me han llegado felicitaciones varias, pero en casi todas se transmite un mensaje de esperanza intentado hacer catarsis del desastre global del año que termina.

Y es en este punto en el que parece que la Navidad recobra su sentido profundo pues evoca el solsticio de invierno, la entrada en un tiempo de recogimiento, de oscuridad germinal desde el que saldrá el renacimiento primaveral, a fuer del más cruel abril que diría T.S. Eliot.

Este sentimiento , tan afincado probablemente en nuestra marca antropológica ritual como analogía general básica de los ciclos de la naturaleza, fue sin duda recogido por la tradición judeo-cristiana , y tras muchos siglos, se ha ido secularizando y comercializando , pero, de pronto , parece que ahora se ha manifestado de nuevo en su más prístina pureza ante la inevitabilidad de un desastre general y generalizado.

Y así, quienes probablemente desean y han deseado siempre obviar estas celebraciones por mor de un laicismo decimonónico – y que a algunos y a algunas les ha llevado a religiones civiles o incluso tradicionales mucho más enrevesadas- han tenido que admitir , al menos provisionalmente y sotto voce, su sentido originario más allá de sus formas coyunturales o históricas.

Zorionak, se dice por estas tierras y en estos días. Y se afirma que la expresión viene del «txori onak» , o los pájaros buenos, los del buen agüero, esos que yo te deseo a ti, querido lector, querida lectora…