Una de las alegrías íntimas que puedo experimentar en la edad avanzada por la que transito es que, de pronto, me llegue la noticia de que un viejo trabajo, producto de muchas horas de trabajo y entusiasmo, haya servido años más tarde para que alguien inicie una deriva de investigación, y más, si la nueva me llega de un país lejano y personalmente desconocido- como Colombia.
Así me ha ocurrido recientemente con el libro Espacio, tiempo y sociedad, publicado en 2007 y que supuso una reorientación de mi vida intelectual – y profesional- dirigiéndome hacia la Sociología del Conocimiento que ha marcado hasta hoy mismo todas mis investigaciones y en diferentes ámbitos, desde las culturas orientales hasta la revolución electrónica.
Cuando algo así ocurre sonrío pensando que la apuesta que hice en su momento era la adecuada, optando por la proyección de mi escritura a medio o largo plazo sin dejarme llevar por la moda del momento o un supuesto éxito inmediato.
También me ratifica en la opción por ese género de escritura tan particular como es el ensayo – sobre esta cuestión ha aparecido recientemente un sugerente texto de Theodor Adorno que he conocido gracias a Enrique Santamaría – que ha adoptado manifestaciones muy diversas como estas mismas columnillas.
Esta alegría íntima y menor solo es comparable a la que suelo sentir cuando me encuentro con algún o alguna antigua estudiante y tras los comentarios de rigor, todavía recuerda no tanto el contenido de las clases sino mi pasión por la docencia…
La excelente obra periodística de Monzó – también autor, por cierto, de una singular obra narrativa – puede inscribirse en esa larga tradición de columnistas que han florecido en Catalunya desde hace más de un siglo.
En una reciente entrevista el escritor catalán Quim Monzó comunicaba su jubilación como articulista: «Lo he pensado mucho y es verdad que podría seguir escribiendo artículos, evidentemente, pero me cansa, me aburre, porque los temas son siempre los mismos». Finaliza así una larga etapa vinculado a La Vanguardia, donde empezó escribiendo en 1982 alternando el catalán con el castellano.
He confesar que si he estado suscrito a La Vanguardia ha sido fundamentalmente por tener la oportunidad de leer un día tras otro a Monzó y no solo por la alegría cotidiana que me insuflaba en medio de un panorama general básico bastante deprimente , sino también ,y quizá sobre todo, porque su escritura reunía en una combinación magistral aquello que en un viejo artículo de 1924 Josep Pla reivindicaba de su mentor Alexandre Plana: la naturalidad en la escritura, el fondo humano de la cultura, la prosa reflexiva que domina el tono de la vida, una punta de escepticismo irónico incluso sardónico y la posición de quien lleva dentro un poeta que se sabe rebajar hasta tocar tierra -como apunta Xavier Pla en su documentadísimo Un corazón furtivo- vida de Josep Pla.
Pues sin duda, la excelente obra periodística de Monzó – también autor por cierto de una singular obra narrativa – puede inscribirse en esa larga tradición de columnistas que han florecido en Catalunya desde hace más de un siglo y que han conseguido hacer de su escritura una variante literaria sólida y prestigiosa que ya se hubiera deseado en otros lares y en otras lenguas peninsulares.
Como siempre, aunque Monzó ya no publique nada más en este ámbito de la pluma ligera, ahí queda todo lo publicado que bien merecería una antología crítica. Entre tanto siempre cabe esperar que , como suele ocurrir en otras artes, la despedida no sea definitiva: «Tengo carpetas con cosas que un día me miraré, a ver qué. Hay muchas, pero no creo que sirvan para casi nada. Ahora bien, no descarto nada, pero no prometo nada. Un día que esté aburrido, porque uno de los objetivos de no hacer nada es aburrirse, lo cogeré, me lo miraré, diré que eso es un rábano, lo destruiré o no sé qué haré….»
Agosto va finalizando y me doy cuenta de que más allá de algún que otro espasmo en forma de crónica o de recensión, he ido escribiendo unos cuantos haikus que he publicado aquí y allá, en castellano y en euskera, a los que se han ido sumando unas excelentes versiones en catalá de mi estimado Valentí Gómez-Oliver. Ahí van algunos …
1.- He vuelto a Corf´ú treinta años después. Donde antes había grandes campos de olivos , ahora hay enormes bloques de apartamentos, y han recubierto sus playas de piedras blancas con fina arena amarilla. Hace calor, mucho calor, y releo La Odisea a la sombra de un espeso nogal…
A la espera del / viento propicio…¡Oh diosa / de glaucos ojos!
Haize egoki bat/ noiz, ba?… Begi berdedun,/ O, jainkosa hori!
Tot esperant/ un bon vent….Oh deessa/ amb els ulls glaucs!
2.- En estos veranos mediterráneos, el canto de las chicharras acompaña durante todo el día, y sobre todo en esa hora sagrada de la siesta…
3.- De vuelta a casa, por las tardes ya apetece ponerse algo por encima- la rebequita que decía nuestras abuelas- . En ocasiones entre la niebla se atisban paisajes que recuerdan otras latitudes…
Día de agosto, /tarde de lluvia…Entre la niebla…/¿Tú ,Hokusai?
Diario de K empalma directamente con la tradición diarística de mayor excelencia en la que se pueden inscribir a Jules Renard o a Josep Pla que fueron capaces de hacer una épica sutil del devenir de la vida cotidiana.
A Eder ( Lumbier, 1952) lo conocí en un grupo de lletraferits que se reunía en la Pamplona tardofranquista de los años setenta y del que formaban parte, entre otros, Jesús Ferrero y Santiago Echandi, y en 1985 compartimos colección de poesía en la editorial Pamiela. Más tarde su escritura se dirigió hacia el aforismo, habiendo sido tan reconocido como premiado.
A Iribarren (San Sebastián, 1959) no he tenido el gusto de conocerlo personalmente, pero desde su primer libro me pareció un poeta sugerente, limpio y directo y así ha sido también reconocido y premiado. Su obra poética se ha ido compartiendo con el Diario de K ,una recopilación de prosas breves sobre asuntos varios que ha experimentado sucesivas reediciones y ampliaciones.
Y supongo que es quizás en esta confluencia, entre los aforismos de Eder y los textos breves de Iribarren sobre la que se articula mi interés, ya que desde que comencé a escribir he percibido que en ese tenor estaba mi camino y que debía alimentarlo convenientemente.
Ampliando esta breve reflexión yo me atrevería a decir que Diario de K, en la medida en que es un obra permanente construcción – y que se puede incluso seguir casi día a día, al menos en Facebook- empalma directamente con la tradición diarística de mayor excelencia en la que se pueden inscribir a Jules Renard o a Josep Pla que fueron capaces de hacer una épica sutil del devenir de la vida cotidiana.
Y para muestra un botón de hoy mismo:
«Agosto empieza a despedirse. Y con él la avalancha de turistas. Pronto sólo quedaremos los de siempre. Las calles volverán a ser nuestras. Será más fácil encontrarse con alguno de esos dos o tres con los que todavía se puede hablar de algo»…
No, no hay nada nuevo bajo el sol y menos bajo la sombrilla de la Iglesia Católica que, por otro lado, tiene el derecho y el deber de defender su Altar físico y moral, transfigurándose ad majorem Dei gloriam según sus necesidades como siempre ha hecho… Harina de otro costal es que todo lo anterior deba implicar a quienes no forman parte de esta Iglesia o estén en desacuerdo con ciertas actuaciones u opiniones.
Vuelvo a la ciudad ya en plena efervescencia pre-festiva y compruebo que «la vida sigue igual» aunque con unos cuantos pisos turísticos más, al menos en mi barrio.
Abro la ventana de mi estudio para liberarlo del calor canicular y compruebo que el agujero de la parcela donde antes se ubicaba mi querida BAM, la Escuela de Magisterio diocesana, continúa abierto, sin que se perciba actividad alguna: ha desaparecido toda la maquinaria y ya no quedan ni los fornidos y aguerridos guardeses que la custodiaban.
Bajo a tomar una cerveza sin – son las once de la mañana- y leo en un periódico que el hasta ahora atemperado obispo de Bilbao ha sorprendido con su homilía en el perceptivo acto de celebración de la Asunción de la Santísima Virgen en la Basílica de Begoña, condenando los cambios de género que «amenazan la dignidad recibida por Dios en el momento de la concepción».
Y se me ocurre pensar que de la misma manera que en su momento muchos y muchas (¿muches?) no comprendieron cómo desde una ética cristiana la Iglesia Católica se permitió embarcarse en un proyecto especulativo que comenzó con una recalificación de terrenos problemática para transfigurar un bloque de viviendas con sede parroquial barriobajera en un ambicioso proyecto diocesano multiuso y posteriormente, en una nueva transfiguración, en un edificio mixto sanitario-docente-administrativo, para acabar provisionalmente en nada dado el perverso juego de quiebras sucesivas de las empresas constructoras implicadas, ahora tampoco comprenden que lo afirmado por el obispo Segura se deriva directamente de la doctrina católica al respecto, una doctrina que por mucho que el papa Francisco intente dulcificar no puede permitirse abandonar sus principios fundamentales y menos ante las presiones sedevacantistas que van creciendo aquí, allá y acullá como en su momento lo hizo la teología de la liberación.
Vuelvo a casa tras esta breve meditación que podría concluir con un «nihil novum sub sole». No, no hay nada nuevo bajo el sol y menos bajo la sombrilla de la Iglesia Católica Apostólica y Romana que, por otro lado, tiene el derecho y el deber de defender su Altar físico y moral, transfigurándose ad majorem Dei gloriam según sus necesidades como siempre ha hecho… Harina de otro costal es que todo lo anterior deba implicar a quienes no forman parte de esta Iglesia o estén en desacuerdo con ciertas actuaciones u opiniones por más que algunas autoridades con mando en plaza pretendan representarles con la boca pequeña en actos de cortísima larga tradición…
El sábado día 17 de agosto a partir de las doce del mediodía se celebra entre Gorliz y Plentzia un nueva edición de Marea Horia, una marcha reivindicativa del acogimiento de los colectivos migrantes a menudo tan olvidados, cuando no fácilmente estigmatizados.
Se viene hablando mucho a lo largo de este verano de los pros y los contras del turismo masivo y masificado que se ha convertido ya en muchos lugares en una base económica fundamental alterando la vida cotidiana de los residentes habituales.
Pero se habla poco, y cuando se hace casi siempre de manera tan ocasional como dramática , de ese otro flujo incesante constituido por personas que se desplazan por causas inmediatas como las guerras o mediatas como la extrema pobreza.
Impulsado por Ongi etorri Errefuxiatuak – plataforma en defensa del derecho a migrar y de los derechos de las personas que se desplazan por causas forzadas- este sábado día 17 de agosto a partir de las doce del mediodía se celebra entre Gorliz y Plentzia un nueva edición de Marea Horia, una marcha reivindicativa del acogimiento de estos colectivos a menudo tan olvidados, cuando no fácilmente estigmatizados.
En esta ocasión la reivindicación está vinculada al empadronamiento pues es una clave fundamental en el reconocimiento civil de quienes se encuentran en tal situación de alegalidad o ilegalidad.
Es de esperar que esta marcha coordinada por Ongi etorri Errefuxiatuak, que tiene el apoyo de la mayoría de los sindicatos y partidos políticos, así como de asociaciones tan diversas como CEAR Euskadi, Acción Católica, Médicos del Mundo o Mugarik gabe, sirva para sensibilizar a la opinión pública y favorezca la apertura de un debate en profundidad sobre esta presencia migrante cada vez más habitual en nuestros pueblos y ciudades.
La hipótesis fundamental de la obra es que el actual «Reino de España» no es, como se ha venido defendiendo desde hace largo tiempo por la historiografía, una nación frustrada sino un imperio frustrado.
La elección pírrica de Salvador Illa como President de la Generalitat de Catalunya y el advenimiento bíblico de Carles Puidemont en una de esas jornadas que se suelen denominar «históricas», ha coincidido con la llegada a mis manos de España postimperial- Ideologías del imperio restaurativo, de Joseba Gabilondo (Urretxu, 1963)
Partidario como soy de los tratamientos homeopáticos, me he sumergido en la lectura de este libro en plena ola de calor con un resultado terapéutico excelente a juzgar por el despertar neuronal que me ha proporcionado en medio de la canícula.
La hipótesis fundamental de la obra es que el actual «Reino de España» no es, como se ha venido defendiendo desde hace largo tiempo por la historiografía, una nación frustrada sino un imperio frustrado cuyas clases dirigentes han intentado una y otra vez aplicar una perspectiva restaurativa haciendo del Estado y sus instituciones una ineficaz máquina a la hora de aplicar el esquema colonial a los diversos territorios de la pell de brau.
Dicho así, la hipótesis podría parecer sorprendente, pero Gabilondo desmenuza detenidamente tanto la dimensión política como cultural de este planteamiento aportando ejemplos insospechados en ambos casos así como correspondencias insólitas que fundamentan si no una tesis , sí al menos una larga retahíla de dudas acerca de la perspectiva nacional(ista) española habitual y sus variantes tanto conservadoras como progresistas.
Una buena muestra de ello , desde el mundo de la cultura- que es el que más me toca – es la interpretación que se hace, por ejemplo, de As bestas o de Ocho apellidos vascos, que, según el autor, entroncan con la tradición de la «españolada» más recalcitrante y que, bien en un registro trágico o cómico, recuperan subliminalmente , el proyecto de una nueva «restauración»…Algo, por cierto, que algunos ya veíamos venir.
Una obra, en fin, que quizás ayude a aclarar un poco más lo que (nos) pasa…
Bajo un sol de justicia que casi nos ajusticia a las cinco de la tarde -gracias y muchas Maricarmen por tu pamela multicolor de altos vuelos- ayer fue de nuevo día festivo en las campas que rodean la ermita AndraMari de Gorliz.
Refugiados bajo las acogedoras ramas de una frondosa haya ,también de nuevo pude -pudimos- disfrutar de la hospitalidad de Santi y Adelaida que como buenos – buenísimos- anfitriones ofrecieron dos paellas exquisitas, precedidas por un largo vermú y culminadas por pastas navarras- ¡gracias Estrella y Chato !- ,café y un gin-tónic cada vez opcionalmente más infantil por mor de la edad.
Y otro sí de nuevo, la comida y la bebida fue ocasión de charletas de a dos, de a tres, de a cuatro y de a muchos, saliendo y entrando temas varios, como si se estuviera preparando por comisiones un pleno del comité central de a saber qué peculiar organización.
Curiosamente aunque no en ese orden, se habló de la familia, del municipio y del sindicato en clasificación de aquella llamada democracia orgánica de nuestra pubertad franquista.
Sobresalieron así durante un rato los asuntos familiares, toda vez que la preocupación por los descendientes – hubo un precioso bebé cuya custodia se disputaron las chicas- resulta cada vez más coordinada con la debida a los debilitados ascendientes que, por otro lado, van señalando un camino ineluctable.
Y de la familia se pasó al municipio en sentido amplio, señalándose la insistencia con que el mando en plaza marítimo reclama el pabellón español en todas y cada una de las embarcaciones que se deslizan por la bahía de Plentzia- Gorliz, así sea con vocación de una navegación mínima y ociosa.
Y, por fin, ya en el ámbito del sindicato resultó un cumplido repaso acerca de cierta incapacidad de las administraciones que nos administran para llevar a acabo sus misiones sin privatizar los medios dedicados al efecto, ya sea en sanidad, en educación o hasta en transportes u ocio deportivo.
Tan solo sería preciso añadir, en plan Borges -el argentino- que también salieron a colación los siguientes aspectos sin llegar a perfilarse mayormente: 1) De si la tabarra musical colindante era más atroz que la del año pasado; 2) De si este verano hay más moscas; 3) De si es aceptable el amamantamiento a demanda del amamantado (o amamantada, of course); 4) De dónde está Europa en el lío internacional de Oriente Medio ; 5) De si la boxeadora argelina Imane Khelif es o no una mujer ; 6) y si lo es, qué es eso de la hiperandrogenia; 6) De otros aspectos que no caben en esta clasificación.
Pero lo más importante de todo es, fue y será el «de nuevo», esa ocasión de juntarse y disfrutar de los demás en conjunto y de cada uno y de cada una en particular… Milesker!
» El simulacro de orden universal olímpico no puede coexistir con la ONU como simulacro de Orden Internacional»
La frase – frasecita- pertenece a Sabotaje olímpico (1993) uno de los libros que escribió Manuel Vázquez Montalbán protagonizado por el detective Pepe Carvalho -que tanto iluminó a Andrea Camilleri a la hora de pergeñar su saga dedicada al inspector siciliano Salvo Montalbano.
Atento, como siempre, a enhebrar la actualidad del momento- Las olimpiadas de Barcelona- con una trama sorpresiva sazonada de ironía y unas cuantas cargas de profundidad, estas palabras parecen tener una vigencia insólita pues apuntan a dos simulacros que están acaparando la atención mundial en este verano singular.
Así, el simulacro olímpico- Paris 2024– como supuesto hermamiento universal de pueblos, naciones, estados y etnias diversas que representados por atletas heróicos resplandecerán por unas horas como dioses y diosas y desaparecerán dentro de muy poco como aquellos «seres de un día» que cantaba Píndaro.
Y otro sí, el simulacro de concordia política internacional – ONU 2024– presenciando el último genocidio, incapaz de hacer cumplir sus propias resoluciones , dejando aplicar la ley del más fuerte y haciendo llamamientos a una paz inverosímil.
Aunque, para finalizar con este breve catálogo de simulacros también sería necesario hablar del correspondiente a una Europa 2024, atrapada entre una China emergente y una América (USA) que ya nunca será greatagain, y boicoteada desde dentro por diferentes quintas columnas del más variado pelaje.
¿Simulacros? Sí, demasiados simulacros y todos con pretensiones olímpicas…
Mi querido amigo el escritor Edgar Borges (Caracas, 1966), de cuya sugerente obra he dado cuenta en varias ocasiones, me ha enviado una matizada reflexión sobre la situación en Venezuela tras las elecciones del pasado domingo. La transcribo tal cual porque creo que aporta un interesante punto de vista.
«Ante la situación en Venezuela es difícil opinar desde la distancia; por otra parte, el caso es complejo, tiene diversos componentes históricos necesarios para un análisis.
Llevo días intentando un artículo de prensa, sin poder evitar que la sensación de fracaso que me produce la realidad de mi país se lleve por el medio mis reflexiones. El amigo Oscar Acosta se tomó varios cafés antes de compartir unas importantes reflexiones, lúcidas y con un inevitable sabor amargo. Me gusta mucho el café, pero preferí no tomar ninguno antes de reiterar posiciones. Quizá el café circula ya en la sangre, de manera natural. Comparto algunos aspectos de la declaración del también amigo Rubén Blades; no así una de Residente en la cual dice que «somos el Salto Ángel» y no sé qué recurso más. Pienso que ya debemos dejarnos de esas pendejadas, Venezuela será lo que seamos los venezolanos.
Mención aparte para la intermediación y sugerencias de Gustavo Petro, presidente de Colombia. Valioso su seguimiento y aporte.
Tras las elecciones del 28 de julio, el debate se ha centrado en las actas, en defender el triunfo de, en mi opinión, dos candidatos sintomáticos del trauma nacional. Claro, cada quien tiene derecho a defender su voto, eso sin duda. Sin embargo, también sería importante analizar los focos que estamos defendiendo. ¿En qué lugar del tablero nos encontramos para ser defensores de dos rutas que igualmente agudizarían el fracaso?
Maduro fracasó, prácticamente, desde el inicio de su primer gobierno. El fracaso de cualquier gestión se podría medir en los índices crecientes de frustración que genera en los individuos que no dependen de favores políticos, o empresariales. Ayer leí en una red social la opinión de un venezolano que a los 62 años se sentía viejo para luchar; el hombre decía que vivía para esperar la muerte. Si esto no es representativo del fracaso de Maduro, significaría tener la sensibilidad dañada. Maduro no es de izquierda, eso lo he tenido claro desde un inicio. Defender a Maduro tampoco nos hace progresistas, pues sobran ejemplos (o más bien asfixian) de prácticas ajenas a los logros históricos de la izquierda.
Entre muchos otros factores cuestionables, Maduro ha logrado que la oposición venezolana rehaga el argumento de que la izquierda es la responsable del colapso del mundo, como si el planeta lo dirigiera un modelo distinto al capitalismo. Aún así, ningún planteamiento de izquierda debería seguir con la idea de pedir sacrificios eternizados en el tiempo, a nadie se le puede pedir que espere veinte años para mejorar su vida, pues, más allá de la canción de Gardel, veinte años es demasiado tiempo para una vida y tampoco creo que la esperanza deba ser la solución de ningún ser humano aquí en la tierra.
De la dirigencia opositora es mucho lo que podría decir. Me parece patético que, a estas alturas, el liderazgo lo mantengan Machado, López y otros nombres intermediarios de los lobbies internacionales. Por tal razón jamás veremos a esta señora y señores acompañantes alzar la voz contra el genocidio palestino, entre otros tantos silencios que practican cuando se trata de defender toda razón de vida en desventaja, en cualquier punto del planeta. Ya sé que por estos días hay «nuevos teóricos» que dicen que es maniqueísmo sostener el argumento del imperio. Y maniqueísmo nada, simplismo sería negarlo. La dicotomía es la misma, no seré yo (negado siempre al pensamiento binario) quien se alegre de la permanencia de la polarización. Pero es que el asunto de la polarización, sabemos, impide ver el fondo. Y este fondo (a nivel mundial) cada vez es más inhumado gracias a la metamorfosis de un capitalismo que sabe dominar como nadie y también girar la realidad cada vez que su guion lo indica.
Mi rechazo categórico a toda forma de represión. La sutil y la directa. Mis respetos a todo aquel que se resiste a cualquier poder que pise su dignidad y la de sus semejantes. Si viera una injusticia jamás le preguntaría a la víctima cuál es su ideología antes de hacer algo por ella. Por otra parte, la lucha popular venezolana debería distanciarse de Machado y compañía para legitimar el cambio histórico que urge en Venezuela.
Creo (no lo puedo asegurar) que la izquierda venezolana, en su mayoría, no se siente identificada con el actual gobierno, pero el temor a la llegada de la «bestia» facilita fidelidades difíciles. Sería importante despertar a tiempo, porque la «bestia» tiene paciencia y una finísima inteligencia.
(1 de agosto de 2024)
(c)Edgar Borges
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