LA PANDEMIA ( y el autismo «científico»)

Cada vez que, durante la pandemia del COVID-19, se intenta legitimar una medida de restricción de la vida cotidiana se argumenta, según se dice, científicamente. Curiosamente, las Ciencias que se tienen en cuenta son solamente las que pertenecen a las diversas variantes sanitarias, desde la Virología hasta la Epidemiología .

Parece así que en estos lares todavía se concede el título de «ciencia» exclusivamente a aquellos estudios cuyos resultados pueden expresarse bajo forma numérica, incluyéndose en este ámbito a la Economía, una Ciencia Social relevante, pero no tanto como para estar representada en los comités técnicos que asesoran científicamente a los políticos.

Pero, nada, por supuesto, de integrar a la Psicología, la Sociología o la Politología, Ciencias que pretenden comprender más que explicar – en terminología de Max Weber- otro tipo de fenómenos ( ¿ colaterales ?) de la pandemia como la tristeza o la depresión , el aislamiento social y las exacerbaciones colectivas, o la falta de un liderazgo eficaz, más carismático por su presencia entusiástica que por sus admoniciones monjiles.

Este último aspecto, el político, debería dar mucho que pensar a quienes detentan el poder, pues, en muchas ocasiones ,y reiteradamente, se trata a la ciudadanía como irresponsable cuando se la ha elogiado como sumamente responsable a la hora de votar , y se le está trasmitiendo una culpa, por ejemplo, la de la saturación del sistema sanitario, algo que debería haber sido previsto precisamente por la Política (sanitaria).

¿Para cuándo, pues, contar también con estas Ciencias en los lustrosos y a veces autistas comités asesores científicos?

LA PANDEMIA ( y los tres poderes)

Montesquieu

Como ya ha señalado en varias ocasiones, la pandemia del COVID-19 está tensando y mucho las relaciones entre los tres poderes políticos que suelen articular las democracias formales burguesas.

Así , habitualmente, el poder ejecutivo, el más proactivo, opera bajo la supervisión de un legislativo que en muchas ocasiones se mueve mayormente por intereses partidistas, y entre ambos suele haber un tira y afloja con el poder judicial que , más allá de su discutible y compleja composición,recuerda a través de sus sentencias que es el garante último de los derechos individuales y colectivos.

Y toda vez que la expansión del virus SARS- Cov-2 ha intentado ser contenida o combatida desde el poder ejecutivo con algunas restricciones drásticas de los derechos anteriomente mentados, bien que legitimadas por el poder legislativo, le ha tocado al poder judicial restablecer un difícil pero posible equilibrio sobre todo ante las demandas ciudadanas.

Por ejemplo, el Tribunal Superior del País Vasco ha anulado cautelarmente la orden del Gobierno Vasco por la que se debía proceder al cierre inmediato de la hostelería cuando se llegara a la cifra de 500 positivos por 100.000 habitantes. Y lo ha hecho a instancias de la demanda del sector hostelero que ha presentado un documento de 60 páginas para argumentar su petición frente a las escasas 4 páginas del ejecutivo vasco.

La sentencia no ha sentado nada bien al Gobierno Vasco que, en un primer momento, ha reaccionado afirmando que se le ha limitado en su poder delegado , y posteriormente, que le parece muy grave que el Tribunal Superior, máxima instancia judicial vasca, haya tomado esa decisión.

A consecuencia de estos hechos , los bares y restaurantes están abiertos según los horarios y limitaciones reguladas, pero se ha generado un mal ambiente, sobre todo de desconfianza ciudadana: gran parte de la hostelería ha manifestado su preocupación pues estima que el ejecutivo autonómico endurecerá las medidas profilácticas como «venganza» por la resolución judicial…

Y, ciertamente, desconfianza es lo que menos se necesita en estos momentos, y mucho menos argumentada políticamente en clave de enfrentamiento, pues se suma al hartazgo y a la tristeza generados desde hace un año.

Así que, una vez más, recordando que ya no estamos ni en los tiempos del desacato ni en los del «Se obedece, pero no se cumple», sería necesario mirar directamente a la ciudadanía, hablar claro, legislar clarísimo – pues no basta con «el espíritu de la ley»- para evitar arbitrariedades, y respetar la autonomía de esos tres poderes, si, de verdad, se pretende ser demócrata , aunque formal y burgués…

LA PANDEMIA ( y las fronteras)

El ministro de universidades, Manuel Castells, no se prodiga en los medios de comunicación pero cuando lo hace, generalmente por medio de un artículo sabatino, resulta tan claro como distinto cuando no terminante.

Y así finalizaba su último escrito – Fronteras: «Hemos provocado una globalización multidimensional que nos hace interdependientes en todo el planeta y ahora nos separamos cada uno detrás de fronteras arcaicas que no tienen sentido más que como aparatos de poder enraizados en identidades dudosas. Las fronteras que ahora levantamos marcarán los contornos de nuestras propias tumbas».

De que se ha producido una globalización multidimensional no puede haber dudas y se ha puesto de manifiesto tanto en la extensión de la pandemia del COVID-19 como en el incremento del 83% en los beneficios netos de Amazon – según sus propios datos.

En cuanto a las fronteras, un tema apasionante (1), sean o no muy arcaicas, casi todas, las realmente existentes o las ideológicamente vigentes, responden a divisiones teóricas y prácticas del siglo XIX, matizadas luego y sobre todo por las dos guerras mundiales del siglo XX.

Sobre que las fronteras sólo tienen sentido como aparatos de poder, en ello pueden coincidir desde Max Weber hasta Lenin, por citar casos extremos de legitimimación de modelos de estado muy diferentes.

Y , en relación a las identidades, ¿qué más de lo ya mucho dicho se podría añadir? Quizá tan sólo que para bien y para mal, provenientes mayormente de clasificaciones primitivas y religiones transversales, todavía se manifiestan como patrias ( o matrias) protectoras , siendo, por lo tanto , todas tan dudosas como acaso necesarias.

¿Marcarán pues estas fronteras resucitadas los contornos de nuestras tumbas? Probablemente… Si no nos recuperamos pronto del nuevo rapto de Europa…

(1)Davila Legerén, A. y V. Huici Urmeneta. 2020. “Metafiguras de la frontera: frente, fronda y frunce (Una aproximación socio-genética)”, en Roche Cárcel, J. A. (ed.) La sociedades difusas-La construcción/deconstrucción sociocultural de fronteras y márgenes, pp. 11-24. Barcelona: Ed. Anthropos.

LA PANDEMIA ( y las «precuelas post-pandémicas»)

Según ha informado La Vanguardia, las grandes plataformas audiovisuales digitales, como Netflix, están comenzando a ofrecer la posibilidad de ver las series de mayor demanda durante la pandemia a una velocidad mayor de la habitual, por ejemplo a 1,5 sobre 1,para conjurar los guiones demasiado largos o enrevesados ,manteniendo, no obstante, la comprensibilidad de la banda sonora.

Otro sí, en la Concordia University de Montreal ( Canadá) en la que se estudiaba telemáticamente debido al COVID-19 , se ha descubierto que se emitían como on line clases grabadas de un profesor muerto hace dos años.El descubrimiento se ha producido cuando un alumno ha intentado ponerse en contacto con el mentado profesor para solicitarle una aclaración. A pesar de todo, la universidad ha defendido esta opción ,así como la de mantener al docente en la plantilla.

Estas dos anécdotas tienen en común una nueva implementación del tiempo.

En el primer caso, no parece sino que tan solo puede suponer una simple reordenación comercial de la duración audiovisual que Hollywood estableció hace ya algunos años en unos 90 minutos, rompiendo con la pauta de las tres horas anteriores y que, después, se cuarteó con las series de media o tres cuartos de hora. Pero también evoca la conformación de un «tiempo adelantado a sí mismo», en el que el predominio de una veloz transición hacia del futuro se hace presente , según la ordenación de los tiempos sociales que en su momento hiciera el sociólogo Georges Gurvitch.

En cuanto al segundo caso, en la medida en que, a pesar de su aparente contradicción, lo más efímero puede convertirse en eterno gracias a la difícilmente contrastatable mediación on line, en principio puede considerarse una herramienta técnica más, en este ejemplo vinculada a la educación. Pero asimismo, y por elevación , remite a un universo temporal, ajeno a la vida y a la muerte y dominado por la tecnocracia, hasta ahora solo pre-visible en las distopías de la ciencia-ficción.

Cabría preguntarse , entonces, y teniendo en cuenta lo anterior, si de estas anécdotas no pueden desprenderse algunas derivas que pudieran balizar la vida social, y no en un futuro muy lejano, sino en el más próximo mundo post-pandémico…

LA PANDEMIA ( y la «nueva ola»)

Dependiendo del noticiario que se vea o se escuche, estamos en la segunda o en la tercera ola de la pandemia del COVID-19.

Cuantitativamente, el asunto tiene su trascendencia pues implica una delimitación temporal que puede alterar y , de hecho, altera, todas las estadísticas de contagios, PCR’ s, test de antígenos, positivos , negativos, ingresos hospitalarios y en las UCI’ s y, por fin, defunciones.

Pues no salen las mismas cifras ni los mismos cuadros si se tienen en cuenta los datos desde junio ( segunda ola) o desde diciembre ( tercera ola). Y como la argumentación fundamental que se exhibe una y otra vez es de este tenor, la opción por unas cuentas u otras puede parecer arbitraria.

Cualitativamente, la cuestión se complica pues supone valoraciones subjetivas y objetivas. Y sin despreciar , por la mayor, que el apriori identitario y su conflicto enmarquen un nuevo hecho diferencialad intra segunda ola, ad extra, tercera- , por la menor , y en consecuencia, una segunda ola indica que la previsión ha sido suficiente y la acción, adecuada,para que no haya habido una tercera, lo cual sería, a su vez, un triunfo de la política aplicada.

Y si bien es cierto que la gestión estatal de la emergencia sanitaria se está llevando a cabo según principios asimétricos correspondientes a las diferentes autonomías, teniendo en cuenta que los recursos son al cabo compartidos aunque sean gestionados según diversas y a veces contradictorias opciones, ¿ no resultaría útil ponerse de acuerdo en algo tan elemental como la definición de la situación sanitaria? Sobre todo antes de que venga una nueva ola…

LA PANDEMIA ( y «la culpa»)

Son ya muchas, demasiadas, las voces que se oyen ,fundamentalmente en los medios de comunicación audiovisual, expresando la desazón cuando no el enfado porque «no estamos siendo lo suficientemente responsables» frente a la pandemia del COVID-19. El tipo de argumentación recuerda mucho al que se tuvo que escuchar durante la crisis económica que comenzó en 2008, y que afirmaba que «habíamos gastado demasiado».

Para cualquiera que se detenga un poco a reflexionar, la utilización de estas argumentaciones análogas no deja de resultar un modelo de transferencia de culpa por cuyo medio, tras un análisis simplista, parcial e interesado, una catástrofe global, desatada por acciones u omisiones particulares y específicas, se catartiza proyectándola hacia toda la ciudadanía

El efecto de esta transferencia de la culpa es doble. Por un lado se diluye la responsabilidad de quienes desencadenaron o deberían haber previsto la catástrofe; por otro se reagrupa a toda la colectividad de cara a una acción común que , aceptando un régimen disciplinario antes impensable , encontrará rápidamente culpables ad intra para fortalecerse hasta llegar a argumentar que cualquier rebeldía está organizada.

Sin duda, en una cultura anclada sotto voce en la culpa originaria, en el «pecado original» ,no resulta muy difícil llevar a cabo este tipo de transferencias, sobre todo cuando las circunstancias políticas favorecen la sucesión impertérrita de maniqueísmos.

Pero, como sabemos por la Mitología, por la Literatura, por la Historia y más recientemente por la Psicología ,antes o después, las culpas se purgan, individualmente y colectivamente, prolongándose entre la depresión y la histeria.

¿No sería entonces mejor hablar claro?¿ Deslindar las responsabilidades sin escurrir el bulto?¿ Aceptar los errores aunque no haya propósito de la enmienda? ¿ No sería mejor, en fin, dejar de sumar al sufrimiento físico, económico y social , la culpa moral?

LA PANDEMIA ( y «La Naturaleza»)

La cabaña de Henry David Thoreau

Decía José Ortega y Gasset que cuando se producen crisis sistémicas en cualquier sociedad, siempre surge una corriente reivindicativa de retorno a la Naturaleza. Se pretende así recuperar un a modo de vínculo originario del que el modelo social ( generalización de lo económico, lo político y lo cultural) se habría apartado hasta cuestionar peligrosamente la supervivencia. Habitualmente, la corriente naturalística tiene una fuerte componente culposa en la que , por elevación, se reprocha a la Humanidad haber traicionado a la Naturaleza.

También a lo largo de la crisis global que estamos padeciendo como consecuencia de la pandemia del COVID-19, ha surgido una corriente semejante que, apoyándose en datos científicos probablemente ciertos ( y relativos al calentamiento global y cuestiones análogas) ha sido luego abducida desde planteamientos principistas culpando al desarrollo económico capitalista de haber culminado con la globalización el expolio de la naturaleza y proponiendo un modelo de arrepentimiento articulado en maximalismos dogmáticos, cuando no inverosímiles.

Y aun teniendo en cuenta que probablemente , como tantas otras veces, el Sistema se corregirá a sí mismo para mantener su tasa de ganancia porque al cabo no es sino la ordenación racional del expolio ( Max Weber), entre tanto el naturalismo opcional ha encontrado ya su nicho comercial.

Pues, con señaladas excepciones, casi nadie se propone volver a la vida natural construyéndose una cabaña a lo Thoreau, sino más bien se prefiere un lugar,por ejemplo, con cobertura telefónica y fibra óptica. Y la degustación casi siempre ocasional de la Naturaleza está hoy en día parapetada por una amplia gama de productos, desde diferentes tipos de ropa o de calzado hasta los correspondientes GPS pasando por toda una larga serie de prótesis para quienes vayan a caminar, a escalar o «hacer monte», a esquiar , a andar en bici, a nadar, a navegar o a …la lista es interminable como terminable es el número y nombre de las empresas multinacionales que los suministran.

Habrá que estar pues al tanto y matizar mucho porque, como ya ha ocurrido en episodios históricos muy próximos, lo alternativo, puede perfectamente ser absorbido por la larga mano del Capital, cumpliendo la profecía destacada por R. K. Merton que señaló que la a-nomia de hoy acaso no es sino la nomia de mañana :para algunos viajes no se necesitan alforjas tan engañosas.

Y todo ello sin profundizar en que sea, en estos momentos, «lo natural» o La Naturaleza…

LA PANDEMIA ( y las otras plagas)

Recientemente un conocido y reconocido escritor que aprecio asimétricamente, comentaba en su columna dominical que a la pandemia del COVID-19 se le han sumado dos plagas colaterales ( «laterales», según sus palabras)

La primera estaría constituida por una turba de cursis estomagantes que no dejan de lamentarse «por los abrazos perdidos, por las sonrisas tapadas, por las manos que ya no pueden cogerse, por los abuelos a los que no podemos ver y demás», lo cual que no le cuadra sino como postureo al susodicho escritor, dado «el país bestia» en que vivimos.

La segunda plaga vendría manifestándose en una legión de cenizos furiosos que bajo la forma de «sociólogos , politólogos, pseudocientíficos» e incluso «autodenominados filósofos» , anuncian el Apocalipsis, «como los sacerdotes de siempre», rasgándose las vestiduras ante los graves pecados cometidos por la Humanidad contra la Madre Tierra, y previenen contra «inundaciones, incendios, terremotos y maremotos», así como de nuevas e inminentes epidemias y pandemias, bajo el grito de ¡Arrepentíos:el fin está cerca!

Peut-être: razones las hay a favor y en contra . Pero acaso sea también posible dar cuenta de otra plaga – lateral o colateral, según guste- y que quizá sea la de los autoritarios empíricos que han aparecido como setas en todos los ámbitos , desde la familia hasta el sindicato , pasando por el municipio y, por elevación, en otras instancias del Estado, que no cesan de dar órdenes y contraórdenes legitimadas desde la experiencia de su misma autoridad ejecutiva, y que, a lo peor sin saberlo, recurren a viejos y toscos argumentos conspirativos tomados del más puro estilo fascista, cuando sus decisiones son discutidas o no cumplidas a rajatabla.

Y, en fin, el COVID-19 pasará pues , como dice el refrán, «no hay mal que cien años dure», los cursis estomagantes probablemente moderarán su postureo al perder prestigio en la pomada, los cenizos furiosos perderán previsiblemente audiencia y presencia ante la nueva normalidad que no distara mucho de la anterior, pero ¿y los autoritarios empíricos…?¿Hasta cuándo se mantendrán en la palestra?

LA PANDEMIA (y sus «tiempos»)

«La ocasión la pintan calva»

(para J. Ppa, que me ha dado la idea y la ocasión )

La pandemia del COVID-19 está siendo una larga circunstancia para experimentar percepciones muy diferentes de lo que habitualmente se denomina «tiempo».

Así, los acontecimientos mayores, los reajustes en la vida sanitaria ( cuarentenas, ingresos hospitalarios, altas, vacunaciones),social ( confinamientos) , económica (cierres y aperturas, ERTES y ERES) , política ( acuerdos y desacuerdos) y cultural ( limitaciones y delimitaciones ) se inscriben en el «tiempo cronológico», el viejo Chrónos de la tradición griega que se articula en años, meses, días y horas, y que tiene como referencias usuales el reloj y el calendario.

Sin embargo, para una gran parte de la población todo lo anterior le está pareciendo «una eternidad», una forma de tiempo siempre presente e ineludible en su agobiante inmediatez, evocando así, y probablemente desde la inconsciencia ideológica, el también antiguo Aión griego, la Eternidad inmóvil, de la cual el Chrónos, ya según Platón, era su copia o imitación móvil.

A su vez, estas percepciones cronológicas y eternizantes, van siendo cada vez más compatibles , en la medida en que se desenraizan de sí mismas, con la vivencia de lo que Bergson denominó la Duración, una forma subjetiva de percepción temporal que prescindiendo fundamentalmente del tiempo del reloj, se sumerje en la experiencia inmediata, en soledad o en compañía, objetivándose en un quehacer entusiástico que tiene un fin en sí mismo o en una querencia liberadora que se desprende de cualquier egocentrismo.

Pero, generalmente, para llegar a vivir dicha experiencia de la Duración, suele ser necesario rescatar cierto sentido de la oportunidad, del tiempo adecuado para hacer o no hacer determinadas cosas, recuperar, en fin la tercera forma temporal ya descrita por la filosofía griega , que no es sino el Kairós, el tiempo de la ocasión, el de «la ocasión la pintan calva» porque, a veces,bajo el acoso del Kronos, que es también el tiempo del Trabajo y el Capital y en la angustia del Aión ,no se percibe ese momento justo que «hay que coger por los pelos» antes de que desaparezca.

Es de suponer que, a más de las demostraciones de disciplina social, profesionalidad o solidaridad que ya están constituyendo valores positivos en esta pandemia, la experiencia de la Duración , individual o social, y una mayor atención ante las señales del advenimiento de la Ocasión , resulten al cabo favorables…

LA PANDEMIA ( y las falsas dicotomías)

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La dicotomía, en su sentido ideológico, suele ser una falacia lógica que conlleva un falso dilema al presentar dos puntos de vista como únicas opciones analíticas posibles de una situación. Tales falsos dilemas obvian una o más opciones alternativas – falacia del tercero excluido – porque no se acomodan a decisiones previamente tomadas, de manera que actúan como operadores de legitimidad de las acciones correspondientes.

En el caso de la pandemia del COVID-19 , la dicotomía predominante es la que contrapone salud y economía, y de hecho , las decisiones políticas van oscilando según la importancia que se otorga a cada uno de los dos aspectos dicotómicos.

Pero, como se ha señalado, el método dicotómico se articula obviando otros puntos de vista y, en este caso, uno de ellos es la dimensión psico-social, esa que más implica a la ciudadanía en su vida cotidiana.

En esa dimensión pueden situarse las restricciones de movilidad que afectan seriamente no solo a una dimensión biológica (E.T. Hall) , en su sentido básico o extendido hasta la actividad física programada, sino también a las oportunidades de socialización que no pueden ser en modo alguno compensadas a través de medios electrónicos, como reiteradamente y oportunistamente se está proclamando.

En este sentido, el confinamiento estricto, o sus figuras veniales en forma de toques de queda , cierres perimetrales o suspensión de actividades de ocio y cultura, no dejan de ser elevadores internos de la presión social que pueden estar cebando una bomba que explote en el lugar y el momento más inexperados, y con la excusa más insólita.

Contemplar, por lo tanto y al menos , esta dimensión de la pandemia, intentando apartarse de la dicotomía entre la salud y la economía, y obrar en consecuencia, debería ser una obligación de quienes detentan responsabilidades de poder o acaso de quienes les asesoran, pues, al cabo, los falsos dilemas pueden permitir opciones tácticas vistosas, pero se muestran impotentes ante las derivas estratégicas. Y todavía más cuando lo que se está generando día tras día es una enorme bolsa de culpa social…