Atendo: Entre la atención social y la desatención personal

En los saberes humanos, es habitual que aparezca el dilema de qué fue antes, si el huevo o la gallina, verbigracia, todavía desconocemos si somos humanos porque gozamos de libertad o gozamos de libertad porque somos humanos. Esta pescadilla que se muerde la cola, toma forma al observar la proliferación de empresas que ofrecen servicios, que hasta hace bien poco, eran prestados altruistamente primero por la familia, luego por los amigos y finalmente por los vecinos y conciudadanos, no pudiendo esquivar por más tiempo la cuestión de, si estas empresas responden a una necesidad real, en cuyo caso la degradación del comportamiento individual para con los semejantes resultaría evidenciado, bien su emergimiento, a priori innecesario, genera a la postre, habida cuenta la inclinación al vicio de nuestra humanidad, su reclamo. Para ser más claros: Una empresa como “Atendo” que se ha especializado en la Atención y Asistencia a viajeros con discapacidad o movilidad reducida que RENFE pone a disposición de los clientes para su mayor comodidad a la hora de orientarse, informarse, acceder o transitar en sus estaciones, responde únicamente a la voluntad del Ministerio de Fomento por mejorar la igualdad de derechos y oportunidades en el uso de los servicios públicos de transporte, o por el contrario, sucede que en nuestra sociedad, como no te ayude una Oenegé, una institución o el mismo Estado, ya ni dios lo hace, por no haber para el sujeto más incentivo que el que pueda reportar la alegría que se experimenta al hacer el bien, de modo que, se antoja imprescindible la especialización subvencionada, nómina mediante, para garantizarnos lo mismo que hasta hace unos años se lograba principalmente por la educación y el ejemplo.
No quisiera con esta reflexión mancillar la buena imagen debida a la excelente labor que esta empresa está realizando. Sólo deseo llamar la atención sobre un fenómeno que debería empezar a alarmarnos, cuál es, el de que por haber una entidad especializada en atender a las personas con alguna discapacidad o problema puntual, el resto nos despreocupamos de la situación, dándose la paradoja de que entidades como esta que deberían hablar bien de una comunidad que cada vez se ocupa más estructuralmente de la asistencia social, en verdad esconde el drama palmario de que a pasos agigantados palpita la cruel realidad de una mayor desasistencia personal y un nada disimulado desmarque por parte de todos a la hora de echar una mano a quienes necesitan de nosotros en la inmediatez de la vida.
Lo que está sucediendo en la red de transporte público, es una réplica exacta de lo que ya ha pasado a nivel social, a saber: que por haber organismos oficiales, instituciones, Oenegés, Concejalias de Bienestar Social, Cáritas…los ciudadanos desatendemos nuestras obligaciones morales inmediatas, aquellas que se aprendían por osmosis desde pequeñitos y que se han transmitido de generación en generación desde antes de que nos irguiéramos en la sabana africana, al contemplarlo en ejercicio cotidiano entre cuantos nos rodean. De este modo, si vemos un incendio, damos por sentado que es responsabilidad de los bomberos apagarlo, si contemplamos a una señora desmayada en mitad de una acera, esperamos a que llegue alguien autorizado para socorrerle y un largo etcétera de casos que rápidamente nos vienen a la memoria. Con ello, poco a poco, la cadena de transmisión de ayuda mutua que nos caracteriza como especie que se valía de la acción directa y de su continuo ejercicio de parte de los individuos antes que del grupo, se va diluyendo en favor de la más frágil transmisión institucional, que a fin de cuentas, depende de aquellos y no subiste sin ellos, por mucha EpC que se les imponga académicamente, si bien, si contribuye a deformarlos, ordenarlos, controlarlos e incluso desmovilizarlos para hacerles dependientes de su modelo, porque el objetivo de toda Institución, no es velar por la supervivencia de los individuos que la integran, sino precisamente por ser ella la que les sobreviva. De ahí, que exclamemos aún en medio del estupor de cuantos todavía confían en “Papa Estado” aquello de ¡Muerte al Estado! Y ¡Viva la Anarquía!
Porque la Anarquía, lejos de lo que se afanan en propagar las malas lenguas al servicio del Poder establecido, no es sinónimo de “Caos” sino todo lo contrario, apunta a la autogestión, al sincero compromiso personal para con tu gente y la sociedad en la que vives, que traducido al caso que nos ocupa, vendría a establecer la máxima de “No dejes para otros lo que puedes hacer tú”. Cierto es, que las personas que conviven, han de ceder un poco de su libertad personal en beneficio del colectivo y a caso suceda que la libertad personal no exista fuera del grupo; Pero por muy compleja que sea una cultura, esta no debería suplantar, menos desactivar y por supuesto, nunca poner en riesgo lo más valioso que posee el colectivo humano, que es, la ayuda espontánea que sus miembros se prestan sin que medie otro interés que el saberse parte de un todo y que se necesitan mutuamente.
Hemos llegado a una situación tal, en la que preferimos pedir dinero a un banco que a la familia o amigos, porque son los bancos los especializados en dicha tarea; nos parece mejor que un administrador nos lleve las cuentas de la Comunidad de vecinos, antes que rotarnos el derecho y obligación de ser Presidentes de Escalera o portal; Tenemos hijos que son llevados con meses a las guarderías para que se ocupen de ellos personal con estudios en puericultura; Y padres que están mejor asistidos por especialistas en geriatría; De seguir así, dentro de poco, contrataremos a trabajadores del sexo para que cumplan con nuestra pareja, sólo que se dará el absurdo de que se follarán entre si los del citado gremio, cosa parecida a lo que le ocurriera a aquel profesor que en lugar de acudir al aula para impartir clase, enviaba a un adjunto con la lección grabada en una cinta magnetofónica, que un buen día se encontró decenas de grabadoras en los pupitres en lugar del alumnado.
Evidentemente, la civilización requiere especialización, al menos en aquellas tareas donde la misma solventa más problemas de los que crea, como puede ser la instrucción académica que no la educación integral del futuro ciudadano, el cuidado de enfermedades que requieren hospitalización y no todo achaque o resfriado, la regulación del trabajo asalariado y no si se fuma o se deja de fumar, juzgar un asesinato pero no si fulanito me ha insultado…porque de atomizarse y burocratizarse en exceso toda actividad humana, los individuos desconectados entre si, dependientes de un centro tractor heterónomo, dejan de aportar lo más valioso que tienen, su propia capacidad gestora, autoreguladora, pérdida irreparable que finalmente supondrá el colapso del sistema.
Las personas han de colaborar entre si, sin esperar a que intervenga mediador alguno que resuelva la situación, porque si dejamos la ciencia en manos de los científicos, la política a solas con los políticos, la religión entre los sacerdotes, el arte decidido por los artistas, que hagan deporte los deportistas, que canten los cantantes y ayuden a bajar del tren a las personas mayores los trabajadores de Atendo ¡Que para eso les pagan! estaremos muertos como individuos y como sociedad y no sabría decirles que ha sido antes…Lo que tengo claro, es que si nacer nacemos siempre acompañados, morir, morimos completamente solos, y eso si que nadie puede hacerlo por nosotros.

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